martes, 24 de abril de 2018

EMPRESA ALEMANA ACI SYSTEMS ANUNCIA INVERSIÓN DE $US 1.328 MILLONES PARA INDUSTRIALIZAR EL LITIO DEL SALAR DE UYUNI

Alemania ingresa al negocio del litio en Bolivia para proveerse de las baterías de automóviles y otros productos que se desarrollarán en cuatro plantas industriales. Su embajador en Bolivia, Matthias Sonn, asegura que este proyecto es estratégico para su país. Se deberá conformar una empresa mixta en la que Bolivia tendrá una participación de 51% y Alemania 49%. La inversión se realizará en esa proporción.

La futura sociedad entre el Estado boliviano y el consorcio alemán ACI Systems, elegida para industrializar el litio boliviano, permitirá invertir, preliminarmente, 1.328 millones de dólares en la construcción de cuatro plantas de litio a escala industrial, informó el lunes el viceministro de Altas Tecnologías Energéticas, Luis Alberto Echazú.
"La cifra preliminar es 1.328 millones de dólares, que se tiene que dividir más o menos a la mitad entre el Estado de Bolivia y la empresa, que tiene que aportar lo suyo", dijo a los periodistas.
Echazú explicó que se trata de una planta de Hidróxido de Litio, otra de Materiales Catódicos, una tercera de Baterías de Litio y la última de Hidróxido de Magnesio, que estarán listas en alrededor de tres años, a partir del inicio de obras de la primera factoría.
De acuerdo con la autoridad, la producción de las cuatro plantas permitirá al país generar utilidades brutas por al menos 1.100 millones de dólares anuales, lo que hace creer que la inversión podrá recuperarse en menos de dos años.
Sostuvo que la alemana ACI Systems fue elegida entre muchos consorcios internacionales que compitieron por más de un año para asociarse con Bolivia e industrializar el litio contenido en el Salar de Uyuni, el desierto de sal continuo más grande del mundo.
Dijo que entre los requisitos que cumplió la firma alemana, se encuentra su gran experiencia en el rubro, que garantizó mercados para las baterías de litio que se producirán y que aceptó al Estado boliviano como accionista mayoritario en la sociedad.
"Es una empresa que ha logrado imponerse por su propuesta a otra muchas, ocho fueron las últimas, y hemos tenido una larga valoración", relievó.
Agregó que a corto plazo la tarea es convertir en Corporación a Yacimientos del Litio Bolivianos (YLB), crear tres subsidiarias mixtas con ACI Systems para encarar los estudios a diseño final, construcción y puesta en marcha de las cuatro plantas industriales.





BOLIVIA INGRESARÁ AL MERCADO MUNDIAL CON EXPLOTACIÓN DE LITIO PARA BATERÍAS DE VEHÍCULOS ELÉCTRICOS

En unos 10.500 km2 de superficie se alberga el mineral que ha dado origen a la empresa estatal Yacimientos de Litio Bolivianos

El Ciudadano de Chile (www.elciudadano.cl)
                                                                                   
La creación de una Planta Industrial de Carbonato de Litio que se estima inicie sus operaciones en 2019, con una capacidad de 5 mil toneladas métricas anuales, permitirá al Estado Plurinacional de Bolivia insertarse en el mercado mundial de baterías de alto rendimiento.
Se prevé en corto plazo la puesta en funcionamiento de la planta industrial para extender las cifras estimadas de producción a 15 mil toneladas métricas al año.
Según informaciones publicadas por el Ministerio de Energía de la nación boliviana cuatro empresas han presentado propuestas económicas para adjudicarse la creación así como el montaje y la puesta en marcha de la empresa estatal.
Las corporaciones que aspiran ganar la propuesta para la construcción de la planta provienen dos de firmas españolas, una de China y la otra de Alemania tales como: La Asociación Accidental TSK-SEP Electrónica Electricidad España, y la empresa Intecsa Ingeniería Industrial SA; el consorcio chino Maison/MEE Beijing Engineering CO LTD y los alemanes de AFK ACI Group.
Rafael Alarcón, ministro de Energía boliviano, indicó que elegirá como socio estratégico a un grupo alemán y otro ruso,  para la industrialización del mineral y alcanzar la fabricación de baterías de ion-litio que son de gran importancia para los vehículos eléctricos.
A finales de este mes está previsto comenzar la primera etapa de la construcción luego de establecerse los términos del contrato con la empresa adjudicada.
En unos 10.500 km2 de superficie se alberga el mineral que ha dado origen a la empresa estatal Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB), cuya existencia está por todo el salar Uyuni, lo que hace que la nación posea la mayor reserva mundial del recursos que será explotado y procesado.
Un reciente informe de YLB indicó que la planta costaría entre 100 y 200 millones de dólares así mismo se anuncia en el documento que una certificación independiente de la reserva de litio estaría completada a finales de este año.
Actualmente, los países que exportan el carbonato de litio a nivel mundial son Australia y Chile, cada uno dispone a sus clientes aproximadamente 20.000 toneladas métricas anuales.





BOLIVIA LIDERA LA INDUSTRIALIZACIÓN DEL LITIO EN LATINOAMÉRICA

Prensa Latina de Cuba (www.prensa-latina.cu)
                                    
Bolivia lidera desde hoy el desarrollo de la industrialización del litio con la elección de la empresa alemana ACI Systems como socia estratégica para instalar una planta de baterías de ese recurso natural.
El gerente ejecutivo de Yacimientos del Litio Boliviano (YLB), Juan Montenegro, refirió que el proceso de selección como socio estratégico de ACI Systems incluye la producción de hidróxido del mineral, la instalación de una fábrica de materiales catódicos y de un complejo donde se obtengan las pilas.
Por su parte, el viceministro de Altas Tecnologías, Luis Echazú, afirmó que la futura sociedad entre el Estado y el consorcio alemán permitirá invertir, preliminarmente, mil 328 millones de dólares en la construcción de cuatro plantas de litio a escala industrial.
Explicó que la producción de esos centros permitirá al país generar utilidades brutas por al menos mil 100 millones de dólares anuales.
El vicetitular sostuvo que la alemana ACI Systems fue elegida entre muchos consorcios internacionales que compitieron por más de un año para asociarse con Bolivia e industrializar el litio contenido en el Salar de Uyuni, el desierto de sal continuo más grande del mundo.
Agregó que entre los requisitos cumplidos por la firma europea están su gran experiencia en el rubro, la garantía de mercados para las baterías que se producirán y aceptación del Estado como accionista mayoritario en la sociedad.
'Es una empresa que ha logrado imponerse por su propuesta a otra muchas, ocho fueron las últimas y hemos tenido una larga valoración', agregó.
Echazú anunció que a corto plazo la tarea es crear tres subsidiarias mixtas con ACI Systems para encarar los estudios del diseño final, la construcción y puesta en marcha de las cuatro plantas industriales.
La nación andino-amazónica asumió la industrialización de los recursos evaporíticos con un crédito del Banco Central de Bolivia y recursos propios de su Corporación Minera.
Fuentes oficiales indican que el Gobierno invirtió hasta enero pasado 66,6 millones de dólares para instalar las procesadoras piloto de litio y prevé invertir 875,5 millones de dólares más en la construcción de las plantas industriales en los bordes del Salar de Uyuni.





LA IMPLOSIÓN DE UNASUR: EL FINAL OFICIAL DE LA ERA BOLIVARIANA
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        
La ideologización de la organización ha lastrado el proyecto de integración de los países sudamericanos

ABC de España (www.abc.es)
                                
La decisión de 6 de los 12 países miembros de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) de suspender su actividad en la organización supone la implosión de ese foro, el cual fue la principal construcción institucional del bolivarianismo en la región. La idea de una organización que reúna a todos los países sudamericanos sigue siendo válida, pero va a requerir cambios –fundamentalmente una desideologización– en su plasmación.
En un contexto de fatiga social y política respecto al Socialismo del Siglo XXI, como la reciente declaración sobre Venezuela en el marco de la Cumbre de las Américas, el paso en Unasur dado por Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú y Paraguay es el símbolo más claro del fin de la era bolivariana; podría decirse que es su final «oficial». Populismo de diverso signo seguirá dándose en Latinoamérica, pero la existencia de regímenes gemelos articulados como un frente internacional diríase que ha terminado.
Una Unasur ideologizada
La constitución de Unasur, negociada desde 2004, se firmó en 2008 y entró en vigor en 2011. Inicialmente fue fruto de la estrategia de Lula da Silva para que Brasil tuviera un peso dominante en el subcontinente (en un marco en el que Estados Unidos y México quedaban fuera). Coprotagonista del esfuerzo fue Hugo Chávez, quien pronto logró convertir la iniciativa en un propagador de sus intereses, con la ayuda de Rafael Correa (Ecuador), Evo Morales (Bolivia) y los Kirchner (Argentina).
En su corta vida, Unasur ha servido ciertamente de foro de intercambio y coordinación, pero su principal resultado geopolítico no ha sido un avance en la integración regional, sino el apuntalamiento del autoritarismo en Venezuela. Nicolás Maduro ha contado hasta hace bien poco con el apoyo formal de Unasur cada vez que la oposición interna o el resto de la comunidad internacional le ponía contra las cuerdas.
El cambio político operado en varios países en los últimos años ha dejado a Venezuela en Unasur con el único apoyo férreo de Bolivia (también, aunque menos incondicional, de Surinam y Guyana). La falta de consenso interno ha impedido elegir un secretario general, después de que hace año y medio terminara el mandato de Ernesto Samper. Argentina propone a su diplomático José Octavio Bordón, pero Venezuela y Bolivia se oponen.
Así las cosas, la semana pasada los ministros de Exteriores de las seis naciones críticas con la situación enviaron una carta a su colega de Bolivia, país que acaba de acoger la presidencia pro tempore de la organización, anunciando su «no participación en las distintas instancias» de Unasur mientras no se garantice su «funcionamiento adecuado».
Maduro acogió el anuncio advirtiendo a esos países que «si algún gobierno de la derecha trata de meterle una puñalada [a Unasur] para desangrarla, los movimientos sociales y los revolucionarios de América del Sur» saldrán en su defensa. Eran unas manifestaciones que mostraban bien el tono ideologizado y de confrontación que el bolivarianismo siempre ha propagado en el seno de Unasur.
Dos visiones y un posible mediador
El bolivarianismo ya desnaturalizó el carácter de integración económica de Mercosur. Los procesos de adhesión de Venezuela y Bolivia al mercado común formado por Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay significaron la ideologización de una alianza que entonces perdió su norte económico. En el plan chavista, Unasur también podía servir para desincentivar la integración que por su cuenta están llevando a cabo los países de la Alianza del Pacífico (en vigor desde 2012), con una clara apuesta por la economía de mercado (los sudamericanos Chile, Perú y Colombia, más México).
Los cambios políticos en Brasil y Argentina, por un lado, y en Perú y Chile, por otro, han reforzado los proyectos económicos de Mercosur y de la Alianza del Pacífico, respectivamente. Una organización como Unasur puede servir de puente y de acercamiento entre ambas instancias –aunque no llegue a producirse una plena confluencia–, siempre que impere el pragmatismo y se deseche la obsesión ideológica. Un atrincheramiento de Venezuela y Bolivia en su retórica anticapitalista haría inservible Unasur y abocaría a su sustitución.
El país que probablemente mejor puede mediar para relanzar Unasur es Ecuador, porque en estos momentos se encuentra entre los dos bandos. Tras la llegada de Lenín Moreno a la presidencia, en sustitución de Rafael Correa, Ecuador está marcando distancias respecto a Venezuela y sus socios, pero sin pasarse del todo al otro lado, dada la base social sobre la que se asienta el gobierno ecuatoriano. Ecuador penas ya acude a reuniones del Alba –la «internacional» bolivariana–, pero tampoco ha mostrado interés en asociarse a la Alianza del Pacífico.
En Quito está la sede permanente de Unasur, por lo que salvar la organización es una prioridad estratégica nacional. Eso explica la rápida reacción de la Cancillería ecuatoriana al anuncio de «retirada» de la mitad de los miembros de la organización: «Es indispensable la existencia de Unasur porque constituye un esquema de integración que atiende las necesidades de la gente (...) Puede, de común acuerdo con sus miembros, ser renovada y actualizada a las necesidades de la actual coyuntura».





EL BOICOT A UNASUR: RIESGO A LA PAZ REGIONAL

Sputnik News de Rusia (www.mundo.sputniknews.com)
                                                                     
La politóloga Sonia Winer aseguró que la decisión de seis países de retirarse temporalmente del bloque Unasur pone en peligro la integración regional, incentiva los conflictos interestatales y, por orientación de EEUU, se inclinaría por las soluciones militares y no diplomáticas. También pone en riesgo la posesión de los recursos naturales.
La decisión de seis países de salirse "temporalmente" del bloque regional sucedió inmediatamente después de que los presidentes sudamericanos se encontraron en Lima con el vicepresidente norteamericano, Mike Pence, en el marco de la Cumbre de las Américas.
"No es casual que se decida esto cuando Bolivia asume la presidencia", aseguró Sonia Winer, doctora por la Universidad de Buenos Aires.
"Quieren debilitar el proceso de colaboración entre nuestros países y de esta manera habilitar las injerencias extranjeras como colaboración de agencias imperiales". Winer recordó que "Unasur no sólo tenía el criterio de no militarizar la región sino además de buscar alternativas propias para los conflictos, cosa que hizo en el pasado con mucho éxito". La especialista teme que "EEUU reactive conflictos interestatales y proponga salidas militares porque la guerra es un negocio".
Por otra parte, Winer analizó el resultado electoral en Paraguay.
"Triunfó Mario Abdo Benítez, del Partido Colorado, un hombre que reivindica al dictador Alfredo Stroessner y que es, por otro lado, un empresario que, como sucede con otros gobiernos de la región, comulga con las corporaciones transnacionales. Lo se puede esperar con este nuevo gobierno es un mayor endeudamiento y un peligroso cambio de la ley de seguridad y defensa apuntando al enemigo interno", dijo.
En 'Voces del Mundo' se analizó también la actual protesta social en Nicaragua. Según Javier Calderón, investigador de la Universidad de Buenos Aires, los saqueos y acciones violentas que continuar incluso después de que el gobierno anulara la medida que provocara el enojo, revela que se trata de un intento de desestabilización contra el gobierno de Daniel Ortega. Según él, los sindicatos, las Fuerzas Armadas, los campesinos y profesores han salido a apoyar al gobierno.
"Quiero subrayar que Nicaragua es el país más tranquilo de Centroamérica. Ha logrado detener el narcotráfico. Pero en este momento está en marcha un canal bioceánico que ha sido objeto del debate propuesto desde EEUU y aliados. Ortega tiene un escenario complejo", dijo Calderón.





DESINTEGRACIÓN

La Diaria de Uruguay (www.ladiaria.com.uy)
                                               
Gerardo Caetano analiza el quiebre de la Unasur y su impacto negativo para los intereses urgentes de América Latina.
A fines de la semana pasada, Brasil, Argentina, Chile, Colombia, Perú y Paraguay anunciaron la voluntad de suspender su participación en la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). Sobre el significado de este hecho para el continente la diaria conversó con el historiador Gerardo Caetano.
¿Cómo nació la Unasur y qué significa su quiebre para la región?
Creo en verdad que es una mala noticia para el continente. Y no porque estuviera funcionando bien. Nada de eso. Como viene diciendo desde hace mucho su último secretario general [el colombiano Ernesto Samper], se sospechaba que esta última parálisis y acefalía de la Unasur, que venía ocurriendo desde fines de enero de 2017, podía ser el preámbulo de su quiebre o de su disolución. Era un “hospital cerrado” y ahora lo han terminado de explotar, ha dicho en estos días Samper. Pero para entender la significación de lo ocurrido hay que hacer un poco de historia.
Hay una prehistoria de Unasur que se remonta a 2004. Fue entonces que, por iniciativa fundamentalmente de [Luiz Inácio] Lula [da Silva], que por entonces era presidente de Brasil, se conformó la Comunidad Sudamericana de Naciones en la ciudad de Cuzco. Su primer secretario general fue el ex presidente argentino Eduardo Duhalde, quien, convencido por Lula, asumió la conducción de un proyecto que fundamentalmente expresaba la visión geopolítica brasileña, que desde los tiempos del barón de Río Branco siempre ha sido sudamericana antes que latinoamericana. Basta ver el mapa para entender esa posición: el gigante norteño tiene fronteras con todos los países sudamericanos menos con Ecuador y Chile. Por otra parte, el afincamiento sudamericano afirmaba una región distante de Estados Unidos y un liderazgo brasileño sin el reto del único otro país latinoamericano que podía disputarle la hegemonía: México.
Fue sin embargo en 2008 que terminó de confirmarse la Unasur como institución regional, y Brasil tuvo tres grandes socios en ese emprendimiento: el Chile del primer gobierno de Michelle Bachelet, el Ecuador ya gobernado por Rafael Correa y la Venezuela de Hugo Chávez. Pero presuponer que la Unasur nació como “un club de amigos” entre los gobiernos progresistas es desconocer la historia. La iniciativa y la propuesta siempre respondieron a esa visión geopolítica brasileña, punto central de afincamiento regional para proyectarse al mundo como actor global. Esa visión, repito, ya estaba mucho antes de Lula y de su Partido de los Trabajadores, mucho antes del ciclo progresista.
¿Qué efectos (en particular, geopolíticos) tendrá para la región el apartamiento de la Unasur de seis países, entre ellos los mayores?
Resulta muy expresivo del nuevo contexto del continente que Brasil sea el principal promotor de esta salida. No hay instrumento de integración o de regionalismo sudamericano que pueda sobrevivir sin Brasil, y aun menos sin Brasil ni Argentina. Que se haya sumado Paraguay deja a Uruguay en una situación de aislamiento dentro del Mercosur, aunque se pueda decir que son dos escenarios diferentes y que Uruguay no tiene mayores diferencias, en el Mercosur, con esos tres socios. Tampoco el gobierno uruguayo tiene diferencias con los tres países del Pacífico que completan el sexteto de los que se han apartado de la Unasur: Colombia, Perú y Chile. Precisamente, se trata de los tres países sudamericanos de la Alianza del Pacífico, y el gobierno de Uruguay está empujando, de varias formas y maneras, la convergencia del Mercosur con esa Alianza. Hay que mirar más alto y ver el fuerte impacto geopolítico que supone esta suerte de disolución de la Unasur, en un continente pleno de inestabilidad y de desafíos de toda índole, donde una de las cosas que más se necesitan son plataformas diplomáticas para buscar acuerdos, que presionen por un retorno a la legalidad democrática hoy interrumpida en Venezuela pero que no estimulen las peores derivas, como la guerra civil o la intervención extranjera –es decir, estadounidense–. Por eso tiendo a pensar que, en un contexto demasiado ideologizante e irresponsable, el gobierno uruguayo y su cancillería están actuando en este caso con racionalidad y acierto al no acompañar el alejamiento intempestivo de la Unasur, con el compromiso, además, de buscar la reconstitución del bloque.
¿Por qué?
Porque si Uruguay acompañara a quienes se van, estaría contribuyendo a algo muy grave, particularmente en este momento de América Latina y de América del Sur, que es el desbordamiento de casi todas las institucionalidades integracionistas en el continente. Todo parece haber quedado en una “sopa de letras”, han vuelto a perder legitimidad la OEA [Organización de Estados Americanos], la Celac [Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños] es una sigla que no termina de legitimarse, y ahora la Unasur se quiebra. En su lugar aparece, autoconvocado y excluyente, el llamado “Grupo de Lima”, que se pronuncia contra la Venezuela de Nicolás Maduro pero nada dice ni hace frente al presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, de legitimidad cuestionada tras su controvertida reelección. Si se reivindica un lugar institucional de los países del continente para mediar y contribuir a una salida mínimamente negociada ante la tragedia venezolana, ¿es razonable irse y dinamitar la Unasur? ¿Dónde queda aquello –que siempre he compartido y defendido– de que no puede haber integración genuina entre democracias desde la afinidad ideológica de los gobiernos? Como es sabido, tengo la peor opinión de la deriva del régimen chavista, y mucho más de esta Venezuela indescifrable gobernada en forma dictatorial por Maduro. Pero si no se quiere que esto termine en un baño de sangre, en un pronunciamiento militar o en una intervención estadounidense en el territorio, ¿es razonable dinamitar las instituciones regionales en este preciso momento? Se ha dicho, y es verdad, que desde el primer momento de la Unasur el imperativo de la regla del consenso planteaba muy previsibles bloqueos cuando emergieran las diferencias. Hay que recordar, sin embargo que, en el origen, los países que más reclamaron esta regla fueron Chile y Colombia. ¿No hay otro camino más pragmático, más diplomático para alcanzar posturas que ayuden a una salida genuina en Venezuela que dinamitar la Unasur? ¿Y dónde quedaron los otros proyectos del bloque, como el Consejo de Defensa, la construcción de espacios de concertación política, los otros consejos como el de Salud, la aspiración de promover políticas públicas regionales o grandes proyectos de infraestructura en común? ¿No se recuerda cómo la Unasur pudo actuar en otros momentos muy difíciles con celeridad y sensatez, por ejemplo ante la masacre de 2008 en Pando [Bolivia], que amenazó con provocar una escisión entre la Bolivia rica y blanca del este y la pobre e india del oeste, una de las peores tragedias imaginables para el continente? ¿No se recuerda cómo la Unasur colaboró en forma decisiva para evitar la guerra entre la Colombia de [Álvaro] Uribe y la Venezuela de Chávez, o que prosperara el motín policial contra Correa? Creo que la actitud del gobierno uruguayo puede ser leída en esa clave de la responsabilidad, de preservar institucionalidad integracionista, y no, como lo ha hecho llamativamente toda la oposición sin excepciones, como una genuflexión ante Maduro. Pero ya todo, hasta la actividad diplomática y las visiones geopolíticas, se lee con los ojos pequeños de la confrontación electoral interna, sin la densidad de un pensamiento más largo e integral.
¿Puede haber habido injerencia de Estados Unidos en este proceso? ¿Se está fortaleciendo el papel de Washington en el continente?
Como tantas veces se ha dicho, a ningún gobierno de Estados Unidos, demócrata o republicano, y mucho menos a esta ya difícil de calificar administración de Donald Trump, le ha complacido o agradado ninguna iniciativa regionalista o integracionista en América Latina. Su preferencia siempre ha sido por las relaciones bilaterales asimétricas o las del espacio interamericano, el “panamericanismo”, que como un día me dijeron en Panamá, “es un pan que se comen los norteamericanos”. El America First de Trump por cierto que no incluye a América Latina, y no se necesita ser antiimperialista para advertirlo, tal vez hoy más que nunca. Cuando Rex Tillerson era secretario de Estado y realizó su primera recorrida por América Latina, que fue también la última, comenzó a hablarse (con ese esnobismo tan frecuente en los análisis internacionales) de la “doctrina Tillerson”. ¿En qué consistía esta? En persuadir a los gobiernos latinoamericanos de que la creciente presencia de China y de Rusia en el continente no era algo favorable para América Latina. La pregunta que habría que hacer es si la agresividad y el avasallamiento del gobierno de Trump frente a México era una buena vía de persuasión en esa dirección. Claro que hay una política estadounidense hacia América Latina. En verdad, no veo en ella nada positivo ni auspicioso para los latinoamericanos. Ni en política ni en comercio. ¿Qué sentido puede tener la interrupción del proceso de normalización de relaciones con Cuba iniciado por Barack Obama, cuando con la mediación de China ahora parece que se va a una suerte de entente con Corea del Norte? Pero una vez más cabe preguntarse si lo que ocurre, por ejemplo esta suerte de quiebra de la Unasur, responde a la fuerza de la presión y la injerencia de Estados Unidos o se debe, sobre todo, a excesos de obsecuencia, sumamente ideológicos y poco acertados, de estos nuevos gobiernos sudamericanos, empezando por los más grandes (Brasil y Argentina), que sin duda son los más responsables. Con seguridad hay de ambas cosas. Pero lo más terrible es que lo segundo no les traerá las ventajas que esperan con el Estados Unidos de Trump.
¿Cómo queda configurado el mapa de la integración regional después de esto?
Es un momento muy penoso para América Latina. Sus sistemas de integración están más débiles que nunca, lo que es mucho decir. Aquello del “regionalismo posneoliberal” fue mucho más retórico que real. Y mucha de la responsabilidad de su fracaso la tuvieron los gobiernos progresistas, que fueron mucho más integracionistas en la oposición que en el gobierno. Ahora les toca el turno a estos gobiernos de derecha, que por supuesto no creen en la integración, que tienen una visión muy equivocada de las consecuencias de este “hiperglobalismo extremo” y de sus contradicciones, que vuelven a creer con insólita ingenuidad en el “libre comercio” frente a los impulsos proteccionistas dominantes en Estados Unidos y Europa. Son mucho más ideológicos y provincianos de lo que suponen. Aunque suene muy personal: ¡cuánto se extraña en este campo del pensamiento internacional a Luis Alberto de Herrera o al Tucho [Alberto] Methol Ferré!





LA UNASUR AMENAZADA

La Diaria de Uruguay (www.ladiaria.com.uy)

Brasil, junto con los gobiernos de Argentina, Chile, Colombia, Paraguay y Perú, está empeñado en debilitar a la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). Los gobiernos de estos seis países pretenden suspender su participación en este bloque regional creado en julio de 2010.
La Unasur es un factor esencial tanto para la integración regional como para la viabilidad de estrategias de soberanía y defensa de este continente, que es un proveedor estratégico para el mundo de energía, agua, alimentos, minerales y materias primas. Además de esto, la Unasur fue determinante para encontrar soluciones pacíficas y negociadas a los conflictos surgidos entre las naciones sudamericanas, por ejemplo, el que se produjo entre Colombia y Venezuela, e incluso para solucionar conflictos internos en los países.
En este sentido, el debilitamiento de la Unasur es una decisión que se toma en perjuicio de la democracia y de la paz regionales, de los intereses de cada país individualmente y del conjunto de la región; en cambio, está en línea con los intereses geopolíticos extranjeros, en particular, con los de Estados Unidos.
Los pretextos en los que se basa esta decisión son frágiles. Todavía no hay un pronunciamiento formal; de todos modos, lo que fue divulgado señala asuntos que serían fácilmente solucionables en un ambiente de cooperación y, sobre todo, de diálogo diplomático de buena fe.
Aspectos como la acefalía de la secretaría general y los costos de mantenimiento de la entidad no pueden ser razones suficientes para destruir un emprendimiento de un enorme valor geopolítico y geoestratégico para cada país y la región.
Para Brasil, en particular, el fortalecimiento de la Unasur tiene una relevancia aun mayor, ya que comparte frontera terrestre con diez de las 12 naciones sudamericanas (las excepciones son Chile y Ecuador).
Por más importantes que sean las diferencias políticas e ideológicas entre los actuales gobernantes -diferencias que, en menor medida, también estaban presentes en la época de fundación del bloque- los intereses estratégicos de la región no pueden verse perjudicados por el dogmatismo y el preconcepto antiintegracionista de la derecha continental.
El gobierno brasileño, ilegítimo por originarse en un golpe de Estado, no tiene legitimidad para copatrocinar este retroceso en el ámbito regional. Además, estaría otra vez violando la Constitución brasileña, cuyo espíritu integracionista está consagrado en el artículo 4º: “La República Federativa del Brasil buscará la integración económica, política, social y cultural de los pueblos de América Latina, buscando la conformación de una comunidad latinoamericana de naciones”.
Jeferson Miola es integrante del Instituto de Debates, Estudios y Alternativas de Porto Alegre (Idea), fue coordinador ejecutivo del V Foro Social Mundial.





UNASUR VACIADA. DIVIDE Y REINARÁN

Ecuador Inmediato (www.ecuadorinmediato.com)
                                                                
Ya lo sabe Evo Morales, mandatario de Bolivia y en este momento presidente de la Unasur: seis países se irán de la Unión Suramericana de Naciones. Son la Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú y Paraguay. Quedan Venezuela, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Guayana y Surinam. Es decir, chau Unasur. No es posible que exista un organismo representativo de Sudamérica sin los dos países mayores, Brasil y la Argentina.
Una carta reservada que trascendió por información de las agencias de noticias EFE y Reuters indica que funcionarios de los seis países le anunciaron al canciller boliviano Fernando Huanacuni que suspenderían su participación en Unasur “por la urgente necesidad de resolver la situación de acefalía de la organización”. Unasur está sin secretario ejecutivo desde que terminó el mandato del ex presidente colombiano Ernesto Samper. Hace tres días Samper definió a la Unasur actual como “un hospital cerrado”. Los seis países parecen haber resuelto, además, dinamitarlo.
Si la Unasur queda destruida se esfumará con ella el Consejo de Defensa Suramericano, creado en 2008 para “cconsolidar una zona de paz suramericana”, “construir una visión común en materia de defensa”, “articular posiciones regionales en foros multilaterales sobre defensa”, “cooperar regionalmente en materia de defensa” y apoyar “acciones de desminado, prevención, mitigación y asistencia a víctimas de desastres naturales”. No eran solo palabras. El CDS funcionó hasta la asunción de Mauricio Macri en la Argentina, en 2015, y la toma del gobierno por parte de Michel Temer en Brasil mediante un golpe, en 2016.
También quedarán archivados sin Unasur los planes para crear una plataforma informática única.
En caso de que, como parece, la suspensión efectivamente se mantenga en el tiempo y la Unasur quede vaciada, se confirmarán seis pistas.
Primera pista: el boicot a un organismo existente es un paso más en el aislamiento de Venezuela, que marcha a sus elecciones del 20 de mayo bajo la conducción de Nicolás Maduro, quien viene sobreviviendo en la Presidencia contra los augurios en contra.
Segunda pista: es un castigo a Bolivia, que a la vez respeta el equilibrio fiscal y no abandona el camino de nacionalizar sus recursos y explotarlos. Esta misma semana descubrió una nueva reserva gasífera.
Tercera pista: es otra escalada hacia la autodisolución de Sudamérica como espacio plural y características relativamente homogéneas en cuanto a recursos naturales, complementariedad y potencial integrador en energía, conectividad de Internet e infraestructura.
Cuarta pista: a mayor dilución, mayor cercanía respecto de un ALCA de hecho, un Área de Libre Comercio de las Américas bajo la conducción de los Estados Unidos. Y ello sin que Washington haya necesitado hacer el mínimo gasto de energía.
Quinta pista, con pregunta incluida: si los países de Sudamérica se regalan, ¿habrá alguien que los acepte? El interrogante es si habrá alguien que los acepte como Estados. Los recursos, claro, siempre serán bienvenidos para las transnacionales, que sin Unasur habrán removido un obstáculo más en la continuidad de sus cadenas globales de valor.
Sexta pista: es una advertencia de hecho contra Andrés Manuel López Obrador, el candidato de centroizquierda favorito para las presidenciales mexicanas del 1° de julio. Hoy lleva diez puntos de ventaja sobre el derechista Ricardo Anaya. Para una eventual presidencia de AMLO, como lo conocen los mexicanos, una Unasur fulminada sería un resorte menos en las negociaciones con los Estados Unidos.
Las seis interpretaciones no son contradictorias entre si. Habrá que ver qué sucede en el futuro, pero el primer análisis arroja una fragmentación voluntaria.
El viejo “divide y reinarás”.
O reinarán.
El diario El Comercio de Lima atribuyó a una autoridad peruana este comentario: “Unasur funciona por consenso y dentro de Unasur hay tales discrepancias entre los miembros sobre las visiones políticas y económicas que hacen inoperante al organismo”.
En realidad la Unasur fue siempre plural. En su momento de oro, después de su puesta en funciones en 2010 con Néstor Kirchner de primer secretario ejecutivo, convivieron gobiernos como los de la Argentina de Cristina Fernández de Kirchner, el Brasil de Lula y la Venezuela de Hugo Chávez con la Colombia de Juan Manuel Santos y el Chile de Sebastián Piñera.
Sudamérica como espacio geopolítico es una antigua idea de Itamaraty, la cancillería brasileña, que recién pudo ponerse en práctica después de la asunción de la presidencia por parte de Lula, el 1° de enero de 2003.
Lula llegó incluso a un acuerdo con Eduardo Duhalde cuando el banfileño era presidente de la Argentina. El proyecto se llamaba entonces Comunidad Sudamericana de Naciones. Tras una negociación trabajosa, se estrenó el 8 de diciembre de 2004 en el Coricancha del Cusco, el viejo templo del sol de los incas sobre el que los españoles construyeron la iglesia de Santo Domingo. Néstor Kirchner no estuvo ese día entre los 12 presidentes. Por un lado le fastidiaba la altura cusqueña y por otro le molestaba la participación inicial de Duhalde. Después Brasil, la Argentina y Venezuela terminaron relanzando un organismo regional el 23 de mayo de 2008. Así nació, en Brasilia, la Unión de Naciones Suramericanas. Como la Argentina y Uruguay aún mantenían vivo el conflicto por las plantas procesadoras de papel, no hubo consenso para designar una cabeza. Recién fue posible hacerlo cuando José Pepe Mujica asumió en Uruguay, en 2010, y le prometió a CFK que no le pondría bolilla negra al candidato a secretario, Néstor Kirchner, que había dejado la presidencia de la Argentina el 10 de diciembre de 2007.
Kirchner dedicó ese 2010 que no terminaría con vida (murió el 27 de octubre) a dos actividades. A nivel interno se esforzó para que el Congreso aprobara la Ley de Matrimonio Igualitario. Quedó sancionada y Cristina la promulgó. A nivel externo puso la Unasur como un bombero regional para apagar incendios. El más extremo fue el que estaba derritiendo los nexos entre la Venezuela de Chávez y la Colombia de Santos. No bien asumió la presidencia, en agosto de 2010, un Santos entonces más realista aceptó la mediación de Kirchner, que trabajaba en tándem con Lula, y la crisis quedó desarmada.
Sin Unasur, la región tendrá una herramienta común menos. Y la integración quedará más lejos. Es otro logro de Temer y Macri.





LA DESUNIÓN DE UN ORGANISMO INSERVIBLE

Informe 21 de España (www.informe21.com)
                                               
Existen mancomunidades e instituciones internacionales que tienen la mala idea de no servir para nada. No hacen falta ingenios superdotados para comprender que por variados intereses, pueden crearse organismos con la estampa detestable de sólo ser útiles, cuando se requiere de un apoyo para hacer daño a uno u otro bando, sin lograr apaciguar los problemas trascendentales.
Entre esos parapetos improductivos y desafortunados se encuentra Unasur. Su objetivo inicial fue el de construir una identidad y ciudadanía suramericana, al igual que desarrollar un espacio regional integrado, pero a la larga sólo sirvió como la trinchera insípida en la que siempre se refugió Chávez y el régimen, para defender las fechorías de siempre.
Por eso no sorprendió a nadie cuando se efectuó el anunció sin evasivas de la separación del boque, por parte de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú.
Aunque se aferraron a la excusa valedera, de no estar garantizado el funcionamiento adecuado de la organización y de que ha estado a la deriva, bajo la actual presidencia pro témpore de Bolivia, las auténticas razones se fundamentan es que este organismo sólo ha intervenido en el pasado, en el instante en que las críticas llueven en contra del Gobierno venezolano y su sistema anárquico.
Para explicar los motivos de esta estampida indefinida -de unas naciones que a bien, forman la mitad de un bloque tan diverso como extraño- , se envió una misiva remitida por los seis ministros de Relaciones Exteriores, quienes más allá de aclarar que no comparten la posición política de la otra mitad, prefirieron precisar que no pagarían sus cuotas a la institución.
Esta ineludible más que tumultuosa decisión, pareciera ser el acta de defunción de una unión, más desligada por sus discrepancias irreconciliables como naciones, que unida por alguna convicción momentánea que nunca tuvo una buena memoria política y, tal vez, tampoco contó con verdaderas buenas intenciones.
Realmente se le echaría el pestillo a las puertas de la institución. Dudo que pueda durar con sólo Venezuela, Boliva, Guyana, Surinam, Uruguay y Ecuador, siendo estos dos últimos posiblemente, los próximos en sacar sus maletas de la mancillada Unión de Naciones Suramericanas.
Inmediatamente, el Presidente de Venezuela pidió con un tono de rogativa soberbia y con una sensación de abandono, un poco de “conciencia suramericana a los líderes de la derecha”. Y dijo con una frase incrédula, que “estoy seguro, total y absolutamente, que bajo la presidencia de Evo (Morales), Unasur va a tomar el ritmo que necesita para la integración y el desarrollo de América Latina”, cuando lo único desarrollado en realidad es la posible desintegración del bloque.
Mientras, un organismo que trata de servir para algo, se pronunció también la semana pasada, ante el hecho de existir más de un millón 600 mil venezolanos viviendo fuera del país, con la posibilidad de sobrepasar este año los tres millones. El secretario general de la OEA, Luis Almagro, catalogó al “éxodo involuntario” venezolano como una “crisis humanitaria de proporciones nunca vistas antes en las Américas”, ofreciendo a la vez su solidaridad.
Posiblemente los países que dimitieron de esta Unasur sin sentido, tomen otro tipo de iniciativa y hagan causa común, unidos por otros motivos y certezas, para evitar en mayo la realización de las elecciones presidenciales de fantasía en el país y sea otro el desenlace de los quebrantos de nuestra amada Venezuela.





BOLIVIA DEFENDERÁ VITALIDAD DE LOS PROCESOS DE INTEGRACIÓN

El presidente boliviano, Evo Morales, afirmó que hará todo lo posible para mantener vivos los procesos de integración en Latinoamérica y el Caribe.

Escambray de Cuba (www.escambray.cu)
                                              
En declaraciones a Prensa Latina en La Habana, el mandatario abordó la situación creada en la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), bloque cuya presidencia pro tempore la ejerce Bolivia, tras la decisión de Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Perú y Paraguay de suspender sus actividades en la organización.
Vamos a conversar con los presidentes de esos seis países que momentáneamente suspenden su participación, no se retiran, precisó en un encuentro con periodistas para poner fin a una intensa agenda de trabajo de un día en Cuba, que incluyó una reunión con el recién electo jefe de Estado, Miguel Díaz-Canel.
De acuerdo con Morales, su batalla por la unidad en América Latina se basa en la convicción de que una cosa son los presidentes y otra los pueblos, ‘que seguimos luchando por la integración’.
En ese sentido -agregó- vamos a hacer todos los esfuerzos para en el caso de la Unasur llegar a un consenso y superar los problemas, entre ellos los relacionados con el nombramiento del secretario general del bloque de 12 miembros, cuyo tratado constitutivo entró en vigor en 2011.
Para Morales, son muchas las razones para la integración entre los latinoamericanos y caribeños, región que ha visto nacer otros mecanismos, como la Celac y la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA).
Estoy casi convencido de que vamos a entendernos, no pensando solamente en presidentes o partidos, sino en los pueblos, dijo.
El presidente boliviano valoró la importancia de la unidad regional en un escenario complejo, en el que Estados Unidos retoma sus planes de dominación y saqueo.
Cuando no pueden con golpes de Estado, lo hacen con golpes políticos o con agresiones económicas, denunció.
Respecto a su estancia en Cuba, resaltó su encuentro de hoy con Díaz-Canel y el propósito común de fortalecer los vínculos La Habana-La Paz en función del bienestar de los pueblos.
Morales deseó éxitos en su gestión al recién electo jefe de Estado y de Gobierno en la isla.





El canciller Huanacuni dijo que su país resolverá la crisis

BOLIVIA CONFIADA EN RESOLVER LA SITUACIÓN PLANTEADA EN UNASUR

La República de Uruguay (www.republica.com.uy)
                                                                                               
El canciller boliviano, Fernando Huanacuni, afirmó que Bolivia está lista para resolver la situación heredada al asumir el 17 de abril la presidencia por tempore de la Unasur. Entrevistado por BoliviaTv, Huanacuni afirmó que “Bolivia está lista, tiene la responsabilidad de resolver, de acudir y de generar el espacio” para solucionar problemas heredados de la administración de Mauricio Macri al frente de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) entre el 18 de abril de 2017 y el 17 de abril de 2018.
Destacó que los principales puntos en la agenda son la designación del Secretario General y la renovación de la parte administrativa. Para resolver esta situación Bolivia convocó a una reunión extraordinaria de cancilleres de la Unasur que, según comunicó el ministro de Relaciones Exteriores, sería para la segunda quincena de mayo, “pero si se da la posibilidad de reunirse antes, vamos a acudir”, subrayó.
Informó que se encuentran en la etapa de consultas para fechar esta reunión de acuerdo con las agendas dinámicas de los 12 cancilleres de las naciones que integran este organismo regional. “Nosotros asumimos el 17 de abril, hace seis días y estamos asumiendo estas tareas; ya Perú se manifestó y ha dicho que esta es justamente la respuesta que estaban esperando de una reunión urgente para resolver este problema entre varios”, puntualizó.
Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú hicieron conocer el viernes pasado la suspensión de su participación en las labores del grupo de países suramericanos justamente hasta tanto no sean resueltos temas como la designación de la Secretaría General.
De acuerdo con un documento mostrado por Huanacuni “ellos no hablan de abandono, ni que se retiran, para ello hay otros protocolos y mecanismos en base al Derecho Internacional”, sentenció. En contraste, plantean que dejan de participar en las instancias correspondientes -diferentes consejos y reuniones- mientras no se resuelvan los temas pendientes.
“Este es el único documento que ha llegado a la presidencia pro tempore de Bolivia, por lo tanto en esto hay que ser responsables y en ese horizonte nosotros estamos planteando esta reunión extraordinaria de cancilleres, porque ese es el nivel político que debe resolver la designación del secretario general y elevarlo a nivel de presidentes”, precisó. Ese “es el mecanismo que faltó en la presidencia pro tempore de Argentina; los otros consejos estaban funcionando de manera normal, pero no se acudió al espacio que podía haber resuelto el problema, que es el de acudir al alto nivel”.





¿LA BATALLA DE CANCHAS BLANCAS REALMENTE SUCEDIÓ?

El relato alrededor de una batalla entre Chile y Bolivia durante la Guerra del Pacífico.

El Comercio de Perú (www.elcomercio.pe)
                                                                                 
Antes de la reciente controversia sobre la batalla de Canchas Blancas, supuestamente librada el 12 de noviembre de 1879 en un paraje del departamento de Potosí, no se sabía mucho de un enfrentamiento entre chilenos y bolivianos distinto a los que tuvieron lugar en la provincia de Atacama, y a la batalla del Alto de la Alianza, el 26 de mayo de 1880. Aquella vez el ejército de Chile derrotó a sus homólogos del Perú y Bolivia en el combate más cruento y decisivo de la fase terrestre de la Guerra del Pacífico.
Revisé algunos títulos de mi biblioteca y acudí a buscadores de internet para indagar desde cuándo las webs dan cuenta del enfrentamiento de Canchas Blancas. Al respecto, me llamó la atención que Wikipedia, fuente de divulgación (no académica) mundialmente conocida, recién dedicara una página a este conflicto el 28 de marzo de 2018. Es decir, el mismo día en el cual, con su escenificación, Bolivia celebró el fin de la fase oral del litigio que le sigue a Chile en la corte de la Haya. En los días siguientes, la página ha sido actualizada decenas de veces.
Luego, resulta complejo validar la veracidad de la batalla que hoy se conmemora en Bolivia y se niega en Chile. La información no es concluyente. Lo que está demostrado es que durante la Guerra del Pacífico hubo algunas avanzadas chilenas a los territorios bolivianos para apropiarse de ganado y, eventualmente, cortar una ruta de abastecimiento aliado desde Argentina, vía Tarija. En ese contexto, es posible que se haya producido alguna refriega, escaramuza o emboscada, pero difícilmente con las dimensiones de una batalla que habrían librado dos mil hombres, como sostiene la parte boliviana.
Las fuentes bolivianas remiten a dos diarios de oficiales combatientes, el segundo publicado el 2017 por su Ministerio de Defensa y titulado Memorias del coronel Ezequiel Apodaca. En dicho diario, se relatan las andanzas del ejército altiplánico comandado por el general Narciso Campero hasta producirse una emboscada en Canchas Blancas que obligó a una división chilena de 1.500 hombres a emprender la retirada hasta Atacama, provincia litoral ocupada por Chile desde el desembarco de sus fuerzas en Antofagasta el 14 de febrero de 1879.
A su turno, las fuentes chilenas remiten al Boletín de la Guerra del Pacífico, creado por el presidente Aníbal Pinto el 1 de abril de 1879, y que publicó sistemáticamente los partes e informes del conflicto generados por su oficialidad. En dicho boletín, no se menciona la batalla de Canchas Blancas, más sí algunas pequeñas avanzadas de la caballería chilena sobre Oruro y Potosí, en número nunca superior a las 30 unidades.
Al respecto, el historiador boliviano Roberto Querejazu dedica solo un párrafo de su clásico Guano, salitre y sangre a un “encuentro con los chilenos” en la zona, por lo que, de haberse producido, difícilmente pudo tratarse de un choque de gran magnitud. Finalmente, un detalle no menor es que, hasta ahora, no se ha encontrado el “sitio arqueológico” de la batalla, es decir, cuando un enfrentamiento importante deja huellas tales como restos óseos, trozos de uniformes, armas, balas etc.
Conscientes de que sobre la materia no alcanzaremos un rápido consenso, detengámonos a analizar sus soportes metatextuales. Lo primero que salta a la vista es que los sudamericanos seguimos aferrados al positivismo histórico y buscamos en los historiadores a los “jueces del pasado” quienes, con documentos, pugnan por demostrar la verdad o falsedad del acontecimiento. Al respecto, la batalla de Canchas Blancas es prototípica y nos muestra a académicos de uno y otro país librando su propio combate por la historia1 por defender la postura de su país.
Lo segundo remite a la mirada nacionalista del siglo XIX, cuando resultaba heroico entregar la vida por la defensa del último centímetro del territorio nacional. Y este es el escenario que ha montado Evo Morales al escenificar una supuesta victoria militar de Bolivia sobre Chile, como colofón simbólico de la participación de su país en la fase oral del litigio en La Haya. Es en este sentido que defino la batalla de Canchas Blancas como una “tradición inventada”, como diría Eric Hobsbawm, pues su recordación persigue la finalidad de unificar la nación a través de la creación de un imaginario victorioso —novísimo en tanto que conmemoración— y establecer su analogía con la causa de su país en la Corte Internacional de Justicia, independientemente de si la batalla tuvo o no lugar.
Sobre el juicio de Bolivia a Chile en La Haya: si las partes le quitasen al concepto de soberanía la enorme carga nacionalista que depositan sobre él, la cuestión se reduciría a un puerto. En todo caso, la exaltación de una batalla, real o imaginaria, de la Guerra del Pacífico, no parece el mejor camino para acercar a Bolivia al mar, máxime si, eventualmente, tendría que concertar con Chile dicha posibilidad.





DÍAZ-CANEL RATIFICA APOYO DE CUBA A BOLIVIA

Prensa Latina de Cuba (www.prensa-latina.cu)
                                                
El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, ratificó hoy el apoyo de este país a Bolivia durante un encuentro con su homólogo, Evo Morales, quien cumple una visita oficial a la isla caribeña.  Durante el recibimiento en La Habana, el mandatario suramericano reiteró las felicitaciones a Díaz-Canel por su reciente elección como presidente de los consejos de Estado y de Ministros, cargos en los que sustituyó al líder revolucionario Raúl Castro.
También envió saludos a Raúl Castro, quien, tras culminar la semana pasada su segundo período como jefe de Estado y de Gobierno de la nación caribeña, continuará como primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba hasta 2021.
En el encuentro Díaz-Canel y Morales expresaron su satisfacción por el excelente estado de las relaciones entre los dos países. Igualmente coincidieron en la pertinencia de fortalecer los lazos y ampliar la cooperación en diversas áreas. Morales es el segundo mandatario que visita Cuba desde la elección de Díaz-Canel el pasado día 19.
Presidente de Bolivia ratifica alianza con Cuba
El nuevo presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, se reunió con su homólogo boliviano, Evo Morales, de visita en La Habana, para ratificar la alianza entre ambos países en la nueva etapa del Gobierno en la isla.
Después de la visita del presidente venezolano, Nicolás Maduro, el pasado sábado, Morales es el segundo jefe de Estado que llega a la mayor de las Antillas tras la designación de Díaz-Canel, el pasado 19 de abril.
En declaraciones a los medios oficiales, el presidente boliviano explicó que el propósito de su visita es tratar con Díaz-Canel la nueva agenda bilateral que ‘continúe con el legado de Fidel Castro', así como abordar temas comerciales y de integración regional.
Evo Morales dijo que su visita es también una oportunidad para retomar la agenda de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños.
Cuba es uno de los principales socios de Bolivia, donde miles de profesionales médicos de la isla prestan sus servicios.





EL RECTOR DE LA UNLAR, FABIÁN CALDERÓN, VIAJARÁ A BOLIVIA SE REUNIRÁ CON ACADÉMICOS Y LEGISLADORES

El rector de la Universidad Nacional de La Rioja, Fabián Calderón, viajará al país vecino, donde se reunirá con académicos y legisladores. La agenda también incluye un encuentro con el presidente Evo Morales.

Radio Fenix de Argentina (www.fenix951.com.ar)

El rector de la UNLaR, Fabián Calderón arribará, este martes, a la ciudad de La Paz, Bolivia, donde desarrollará una serie de actividades institucionales. Estará acompañado por la subsecretaria de Relaciones Internacionales de esta Casa, Alcira Valbuena.
La agenda prevé una reunión con el presidente boliviano, Evo Morales Ayma, en la mañana de dicha jornada. 
Además, Calderón tiene previsto mantener una reunión bilateral y de coordinación con diputados locales, con el senador José Alberto Gonzáles -Presidente de la Cámara de Senadores- y la diputada Gabriela Montaño -Presidenta de la Cámara de Diputados-.
Para la intensa jornada también se programaron las visitas a la plaza Murillo, al Museo de Etnografía y Folclore, al Palacio de Gobierno y a la Vicepresidencia del Estado Plurinacional.





CAN DA 10 DÍAS A ECUADOR PARA ELIMINAR ARANCELES DE IMPORTACIÓN

Se trata de los productos que Ecuador importa del Perú, Colombia y Bolivia.

Expreso de Ecuador (www.expreso.com.pe)
                                                       
La Comunidad Andina (CAN) otorgó diez días a Ecuador para que elimine los aranceles aplicados a productos importados desde Bolivia, Colombia y Perú, informaron este lunes fuentes oficiales.
La decisión la tomó la Secretaría General de la Comunidad, que aseguró “se trata de un impuesto que vulnera el Programa de Liberación (libre comercio) pactado entre los socios de este bloque por medio del Acuerdo de Cartagena”, manifestó el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo (Mincit) colombiano en un comunicado.
La CAN dio este ultimátum después de una investigación iniciada en enero pasado ante la denuncia presentada por el Mincit y el Perú, que activó “los mecanismos de solución de controversias”.
Durante la indagación, la Comunidad Andina encontró que ese impuesto no se aplica por los “servicios aduaneros prestados” a importadores para agilizar el comercio, como argumentaba Ecuador.
La ministra de Comercio colombiana, María Lorena Gutiérrez, afirmó que con el arancel los productos más afectados son los automóviles, cosméticos y productos de aseo, agregó la información.
Ecuador puede pedir en los próximos 45 días una revisión del fallo, la cual debería ser contestada por la CAN en menos de un mes.
“Solamente en el caso en que este país logre demostrar ante la Secretaría que con la derogatoria de la resolución se generaría un daño irreparable, se podría autorizar a este país a mantener la tasa aduanera mientras se estudia a fondo el recurso”, concluyó la CAN.





TEORÍA DE LA REVOLUCIÓN EN ÁLVARO GARCÍA LINERA: CENTRALIZACIÓN ESTATAL Y ELOGIO DE LA DERROTA

La Haine de España (www.lahaine.org)
                                                                                        
El último libro de Álvaro García Linera (1), publicado en 2017 por la vicepresidencia de Bolivia y también como artículo en una colección por los 100 años de la Revolución Rusa, en España (García Linera 2017), presenta un compendio de trabajos o intervenciones públicas anteriores del autor, organizadas aquí junto con una lectura del proceso de establecimiento del poder soviético. García Linera busca en este texto acercarse a una definición sobre lo que es una revolución; abriendo un debate sobre las tareas de los revolucionarios en tiempos sin revolución.
Entre las frecuentes publicaciones del vicepresidente orientadas a intervenir en el debate político boliviano, este texto se destaca por explorar una dimensión más distante de la coyuntura y con pretensiones de diálogo con la izquierda mundial. La discusión contribuye, de hecho, como justificación clara de una posición que muchas veces la izquierda acaba asumiendo de forma un poco avergonzada: la resignación frente a las leyes de la economía capitalista y el refugio en el Estado liberal; el abandono de la tarea de crear nuevas instituciones; de construir poder de abajo; o cualquier otro objetivo que se contraponga al de mantener el statu quo de los grupos de poder y promover la expansión del capitalismo, de la mercantilización de las relaciones y la vida.
El texto se organiza como un "Qué hacer" para situaciones en que no exista un proceso de movilización en curso. Y la propuesta es simple: el Estado, como ámbito que se constituye en centro de actuación después del asalto revolucionario, avanzando en la estabilización del poder político en una gestión sin rupturas en el plano económico. De lo que se trata es, básicamente, controlar y neutralizar el conflicto entre fuerzas políticas y sociales para "esperar" condiciones favorables que permitan avanzar nuevamente, en un momento futuro fuera del alcance del Estado, con nuevos actores, en un futuro indefinido que alguna vez vendrá. El avance tardará años o décadas en reactivarse, en la argumentación de García Linera, sólo cabe entonces administrar una situación política sin más beligerancia entre sectores. Mientras una ola revolucionaria de movilización no suceda, se trata de administrar el capitalismo favoreciendo y buscando obtener lo mejor posible de las relaciones económicas existentes, frente a las que no habrá más oposición o resistencia.
Las características del proceso de la revolución rusa narrado por García Linera forman parte del consenso historiográfico sobre el asunto. El autor se refiere al mismo citando autores clásicos de referencia, incluso algunos bien cuestionados por el sesgo conservador e interesado en una descripción trágica y negativa del proceso que sucedió a la llegada al poder por parte de los bolcheviques (Liz, 2017). García Linera busca apartarse también de ese periodo inicial, descartando rápidamente estas medidas para dar lugar a un elogio acrítico de lo que vendría después. Es en la mirada interpretativa del proceso político donde encontramos la contribución de García Linera, ensayando una lectura con pretensiones teóricas por la cual el control férreo de la autoridad estatal se vuelve inevitable y, así, el proceso de burocratización y centralización autoritaria del poder en Rusia se describe como inexorable.
Dejando de lado una búsqueda anticapitalista que aparece como no posible en la escala nacional, para García Linera el objetivo de los revolucionarios debería ser prioritariamente el de garantizar el control centralizado y monopólico del Estado. Después de hacer la revolución, no debemos pensar en retomarla, continuarla, ni en la búsqueda de la revolución dentro de la revolución, en un trabajo dedicado a su expansión. No se trata de llevar adelante un proceso de cambios. En la base de la nueva hegemonía, el revolucionario espera, en un proceso que ya no está a su alcance, y que exige de él priorizar la economía, factor clave para garantizar el control político. La fórmula para un revolucionario después de la revolución, será control político estatal y libre mercado, no muy diferente de las prioridades de cualquier régimen político, cualquiera sea su horizonte.
El centro y la mayor parte del texto de García Linera es una relectura de la posición de Lenin en 1921, cuando después del período conocido como "comunismo de guerra", el gobierno bolchevique adopta la NEP (Nueva Política Económica). La NEP, en aquel momento, fue el resultado de una coyuntura compleja donde el gobierno de los bolcheviques se encontraba presionado por la situación política que exigía ceder posiciones frente a la reacción. Las ciudades y el campo se estaban levantando contra la revolución, además de persistir el acoso de las potencias occidentales, entre otras innumerables dificultades, incluyendo el boicot económico de la burguesía nacional. En la lectura de García Linera, sin embargo, el elogio de la NEP se eleva a la de modelo para pensar la revolución en cualquier época, criticando como ingenuos los intentos anteriores de los bolcheviques, cuando se intentó una intervención vigorosa contra la lógica capitalista de valorización y organización de la producción, en la industria y en el campo.
Para García Linera, la NEP no habría sido un "retroceso", y menos aún una política fracasada, como el propio Lenin la definió en diferentes momentos (Carr 1981: 58). Ella sería una medida necesaria e inevitable. La elección del gesto centralizador de Lenin, en lugar de otros posibles del revolucionario ruso, democratizadores o de ruptura con las estructuras existentes, tiene sentido como justificación de la política adoptada por el gobierno de Bolivia. Pero veremos abajo cómo la analogía, implícita en el libro de García Linera, carece de sentido en la forma en que es presentada.
García Linera concede en la argumentación que, aunque sea fundamental controlar el Estado, y eso es lo que Lenin habría posibilitado con la decisión estratégica de adoptar la NEP, no es el Estado quien hace la revolución. La NEP, en ese sentido, no es una política de orden revolucionaria, sino la medida táctica que permite a los revolucionarios que sustituyeron a la burguesía en el mando político, mantenerse en el poder. También la toma del Estado en octubre no sería la revolución, para García Linera. La revolución sólo puede ser entendida en un proceso más amplio, donde además de reorganización del poder entre bloques de clases, es necesaria una modificación de las estructuras del poder moral e ideas dominantes que circulan entre ellas.
La revolución se hace en un proceso lento, explica García Linera, como disputa que se dirime en el mundo plebeyo, antes de la toma del poder estatal, y que tiene una importante dimensión simbólica y cultural. García Linera piensa con el Gramsci de la disputa hegemónica, aunque el pensamiento del autor sardo no pueda ser recuperado plenamente, si pensamos en el concepto de revolución pasiva, por ejemplo. Para García Linera, la revolución se interrumpe totalmente en el momento de reflujo de la oleada de movilización desde abajo, cuando se justifica pasar a la táctica de control del poder estatal e intervención centralizada en las instituciones.
Lo que García Linera retoma de Gramsci es la idea de batalla cultural en un campo político que involucra a la sociedad, y que sería previo al asalto revolucionario. Pero también las críticas que Gramsci hace al economicismo de la ortodoxia marxista no son válidas en la recuperación que García Linera hace del planteamiento hegemonista. García Linera piensa el Estado con Hegel (y Bourdieu) antes que con Marx, entendiendo el poder y la economía de forma idealista, en un campo de disputa simbólica considerado aparte de las relaciones económicas materiales. Las ideas, deben ser disputadas como principios que son socialmente aceptados, por ejemplo, en el neoliberalismo. Al mismo tiempo, sin embargo, para un revolucionario sin proceso de movilización en curso, no hay nada que hacer más allá de administrar las relaciones económicas establecidas. Es esa concepción que llevaría el proceso a cerrarse en la administración del Estado y de la economía existente.
El idealismo que Marx criticaba, que podemos asociar a las teorías contemporáneas de la izquierda populista, con primacía para el discurso y la política como esfera autónoma, aparece combinado, en García Linera, con un determinismo económico como resabio de la ortodoxia marxista; y además con la aceptación de la institucionalidad burguesa como campo de actuación, de un progresismo que se encuentra con el camino histórico de la socialdemocracia y el reformismo. Estas son las coordenadas de una teoría de la revolución nace del intento de justificar el rumbo del progresismo latinoamericano y el del gobierno de Bolivia, desde una perspectiva que busca mantener una asociación con el legado de la Revolución Rusa.
García Linera también lleva la reflexión sobre el Estado para pensar la diferencia propuesta por Gramsci a la hora de pensar sociedades centrales y periféricas. Son las sociedades "orientales" con menos interiorización de la ley y con un Estado menos enraizado, donde la guerra de posiciones sería más apropiada, y sería en las sociedades "occidentales" donde el poder se estructura de forma más férrea. Invirtiendo el análisis de Gramsci, García Linera ve el Estado más lejano, "gelatinoso" y ausente en las sociedades "orientales", como Bolivia y Rusia, resultando en menos obediencia y conformismo. Sin un Estado sostenido de forma más consolidad y estructural, las sociedades periféricas serían más plurales y diversas. Por la estela del Gramsci, ese punto encuentra a García Linera con René Zavaleta y toda la generación intelectual de la que él forma, con una discusión que extrae reflexiones de la lucha del movimiento campesino e indianista de Bolivia, dando soporte a la idea del Estado Plurinacional (Multi-Nacional, en trabajos anteriores de García Linera) como forma política que busca aproximarse al pluralismo social de la sociedad abigarrada. En la teoría del Estado y de la Revolución de García Linera, sin embargo, la lucha de las nacionalidades indígenas por autogobierno y descolonización se transforma en un proceso estatal[2] .
Esta lucha en el campo social y de la cultura, es previa y más importante que el asalto para la conquista de un Estado decadente que cuando la ola revolucionaria se levanta, dice García Linera, ya estaría muerto. Bourdieu es un autor con el que García Linera piensa estos problemas, en la relevancia para los aspectos simbólicos del poder, y en la definición de un lugar social para grupos a ser representados por un nuevo Estado. En el libro también menciona al sociólogo Erving Goffman, sobre la interiorización de la ley en las sociedades "occidentales", y a Durkheim, sobre la necesidad de alterar las estructuras mentales morales y lógicas de la sociedad, parte de la fase "gramsciana" de la lucha por el poder. Pero la propuesta teórica propone la necesidad de un complemento de ese pensamiento sociológico y gramsciano, útil para pensar especialmente la fase previa al control del poder, con el pensamiento de Lenin, necesario para entender la conquista del poder político e imprescindible centralización estatal.
En la argumentación de García Linera, la guerra de posiciones y consolidación de condiciones culturales hegemónicas en Rusia habrían ocurrido de forma muy acelerada en un recorrido que luego fue completado por los bolcheviques en el plano de la dirección política, en un momento jacobino o "punto de bifurcación de la revolución". Este momento leninista es una tarea separada y posterior a la fase de lucha por la hegemonía, y tampoco tendría como objetivo el control de las instituciones, sino especialmente una lucha por el poder político y de definición del proyecto de poder. Es después de la revolución, en la doble victoria cultural y política, gramsciana y leninista, cuando se establece una nueva "dirección general de la sociedad para todo un largo ciclo estatal". En este punto, García Linera ve un congelamiento político que abre paso para que los jacobinos, sean socialistas, republicanos o progresistas, pasen a concentrarse en la administración del poder político aparentemente, ahora sí, de forma "oriental", despótica.
En el libro, García Linera rápidamente abandona al Lenin del asalto al poder, de Octubre, y también de la disputa hegemónica previa, gramsciana. Lo que le interesa a García Linera es el Lenin del Estado, de después de la revolución. No es también el Lenin del Estado y la Revolución, escrito en 1917, ni del Imperialismo, fase superior del capitalismo. Es el Lenin del Estado sin revolución, y de una política enfocada en el Estado nación que contrasta con la mirada internacionalista interceptándose con posiciones más comunes en tradiciones políticas nacionalistas, bonapartistas y populistas.
El título de la edición boliviana del libro es "¿Qué es una revolución?", pero el contenido se refiere a una lectura en que la misma se sitúa fuera del alcance del revolucionario, en una visión que recuerda mucho el etapismo y el mecanicismo del marxismo ortodoxo, en la medida en que el Estado no sólo es lugar prioritario de intervención política sino especialmente porque García Linera afirma que en ese lugar, se espera, no hay nada para hacer en un lugar de resignación y asilo para el revolucionario, que no tendría a su alcance influir en el retorno de una nueva ola revolucionaria, o de una revolución mundial.
La revolución permanece como posibilidad dormida o referencia a las luchas del pasado. Fuera de los momentos de explosión y movimiento, se necesita un poder unificado que se expresa en el Estado. Toda lucha que ocurra fuera de esos momentos fundacionales, mitologizados, distantes, se tratará de luchas locales, incompletas, no universales, y que, si no son controladas por el Estado bajo el mando revolucionario, jacobino, progresista, deberán cesar. Así, después de la revolución es preciso establecer una autoridad, que tenderá a buscar un control monopólico del territorio y el poder.
Un momento estatal, de consolidación del poder, resulta de la combinación del momento jacobino leninista, como el momento gramsciano hegemónico que le sirve de base. Así se define el monopolio territorial de la coerción y el monopolio nacional de la legitimidad, dice García Linera, "para todo un largo ciclo estatal". Este momento se define en la Revolución Rusa con la adopción de la NEP, superando el intento que sería ingenuo e ilusorio de abolir las relaciones de mercado, además de la escala salarial, en el comunismo de guerra. Sólo la NEP encuentra un desenlace para la disputa con las antiguas clases dominantes. En términos de teoría revolucionaria, cabe señalar, con la idea del monopolio nacional de la coerción y de la legitimidad, García Linera se aproxima a la tendencia que se conoció como Socialismo en un Sólo País, en el proceso soviético, y también a procesos caudillistas similares en otros países.
Sin capacidad para intervenir en un proceso que necesariamente se produce fuera del Estado, dice García Linera, el revolucionario debe consolidar el poder político evitando el retorno de las antiguas clases dominantes. Entre el pasado ominoso, interrumpido por una revolución, y el futuro donde ella puede ser continuada, se impone un presente desencantado de administración de lo posible. Un presente muerto, en términos de política revolucionaria (o revolución pasiva), que conjura el futuro al mismo tiempo en que delega todo en él. Si en otro lugar García Linera (2016) acusa a los que constatan un final de ciclo para el progresismo latinoamericano, como si estuvieran emulando el fin de la historia de Fukuyama, aquí es García Linera quien, para justificar la administración del Estado burgués sin interferencias en la economía de mercado, propone esperar. Esperanza en el futuro, inmovilismo en el presente. Se encuentra lejos de entender la historia como lucha de clases, de la urgencia en encontrar caminos de cambio de los que tienen la vida empeñada por el capital, o de los que ven los límites de la civilización y del capitalismo para vivir bien.
La importancia del libro de García Linera, es así explicitar el pensamiento de una izquierda estatal, hoy en retirada de los gobiernos latinoamericanos, donde tanto la búsqueda de formas políticas no centralizadas, como de alternativas al capitalismo y la lógica mercantil en todo lugar, son canceladas.
García Linera compara el momento de la adopción de la NEP en Rusia con la resistencia a la invasión en Bahía de Cochinos, en la revolución cubana; la huelga de PDVSA y golpe de 2002, en Venezuela y, en Bolivia, con la victoria contra el "golpe de Estado cívico-prefectural" (de los comités cívicos y gobiernos departamentales), en septiembre de 2008. En ese momento, cuando aún la resolución del proceso constituyente boliviano estaba abierta, el MAS de Evo Morales logra vencer definitivamente lo que había sido una importante resistencia al nuevo gobierno. Con apoyo social en la Media Luna y llegando a declarar la autonomía política de facto, la oposición desafiaba el monopolio estatal con la realización de referendos masivos y ocupación de instituciones. El MAS retomaba la iniciativa política que incluso una victoria electoral del 67% en un referéndum revocatorio reciente parecía no haber garantizado. Sólo después de reconocer la autonomía regional en mesas de negociación con la oposición, permitiendo la revisión del proyecto de constitución en el congreso nacional, el proceso que se encaminaría hacia la aprobación de la nueva Constitución y un nuevo ciclo de poder estatal se iniciaba (Schavelzon 2012).
¿Una NEP en Bolivia?
El libro de García Linera tiene el sentido claro de intentar justificar el rumbo tomado por el proceso boliviano, considerado aquí como camino que avanza en la misma dirección que el de la adopción de la NEP. Como demuestra la inclusión en el libro de frases textuales de otras intervenciones dedicadas originalmente a discutir con los críticos del progresismo, la defensa del Estado como espacio de interrupción no deja de ser una crítica a los que piden más del proceso boliviano; a los que critican un desvío del rumbo inicial; o consideran el fin de un proceso de descolonización y cambio. Es para esas críticas que García Linera responde que hay que esperar, y que para los revolucionarios sólo cabe la tarea de controlar el poder de la forma más consolidada posible, a cualquier costo.
La definición de la permanencia al mando del gobierno como prioridad, que incluso viene acompañada de una relajación de las tensiones con el poder económico, sirve para entender también la coyuntura boliviana, con frecuentes manifestaciones contrarias al gobierno, incluyendo sectores indígenas, cocaleros, moradores de antiguos bastiones de apoyo, con un retroceso electoral en el país entero. En este contexto fue aprobada la posibilidad de "repostulación" de Evo Morales para una nueva reelección, a partir de una polémica sentencia del Tribunal Constitucional, controlado por el gobierno, contradiciendo lo establecido expresamente en la Constitución aprobada por el MAS, y también por la victoria del "No" en un referéndum que consultaba la posibilidad de que Evo Morales y García Linera disputaran una nueva reelección. La permanencia en el control del Estado se muestra prioritaria, a cualquier costo[3] .
En diferentes intervenciones fuera de Bolivia, García Linera postula una visión matizada de lo afirmado en este libro, donde la centralización estatal se complementaría de modo paradójico con formas que democraticen el poder. El Estado Plurinacional de Bolivia sería ejemplo de ello, con movimientos sociales en el poder (García Linera 2015)[4] . Pero el efecto del elogio de la adopción de la NEP en Rusia, y sus consecuencias políticas, permite que discutamos con un García Linera más honesto. Sin necesidad de referirse por extenso al proceso boliviano, donde la centralización política tuvo como consecuencia el alejamiento de los movimientos sociales de la base del MAS de la dinámica del gobierno, García Linera está libre para destacar lo que realmente ve como política necesaria en un proceso político: centralización, monopolio estatal de la acción, y represión de conflicto disidente o fuera de control. Es verdad que en Bolivia las dinámicas comunitarias y de participación política están vivas. Pero es contra ellas que la política adoptada por el MAS viene desarrollándose.
Lejos de destacar la democratización que los bolcheviques impulsaron en la determinación de los soviets como espacio que debería controlar el poder, vemos que lo que le interesa a García Linera para pensar la revolución es el Estado, y la dirección política del proceso dentro del Palacio. En este proceso, las bases movilizadas dejan de controlar el poder y pasan a ser controladas por él, al igual que los sectores de poder desplazados, sujetos todos de un poder trascendente que se postula como universal. En una crítica que también cabe para los bolcheviques, cuando se postula el control estatal en términos unificados y monopólicos, difícilmente eso pueda ser conciliado con sujetos sociales no estatales al mando del proceso político. Esa es la orientación del proceso que García Linera está discutiendo, independientemente de que cualquier Estado, y él mismo, declaren que las acciones del gobierno responden a la voluntad general, a los movimientos sociales, o algunos de sus miembros que se convierten en cuadros administrativos.
Sin recursos políticos para intervenir en las fuerzas económicas que se muestran inalcanzables, que sólo un proceso revolucionario emergente en la sociedad, además de internacional, podría alterar, para García Linera cabe al revolucionario apenas mejorar las condiciones de vida de la población a través de políticas de Estado. En una frase dirigida a los críticos de izquierda, García Linera dice en el libro "Uno desearía hacer muchas cosas en la vida, pero la vida nos habilita simplemente a hacer algunas" (2017: 61). Así, en diálogo con la Revolución Rusa, vemos que el revolucionario ideal de García Linera deja de ser el agente que se organiza para crear un poder paralelo, de abajo, y destruir al Estado burgués, para pasar a administrar este último.
Así, la Revolución Rusa que García Linera rescata, no es la de los bolcheviques que niegan colaboración al gobierno provisional progresista o de tendencia republicana de Kerensky. La identificación con Lenin es en su dimensión jacobina, de vanguardia de mando, y no de democratización del poder, que se pone al servicio de la clase trabajadora en la construcción de nuevas instituciones y en la interrupción del control económico de la burguesía. Después de la conquista del poder político, así, sólo será posible cosechar los frutos de lo que una lucha cultural previa hizo posible. No habrá espacio para la tantas veces evocada "participación", ni para disputas internas por el destino del proceso político. Una paz controlada que no permite resolver los antagonismos sociales ni reabrir una disputa por el poder político cuando sus nuevos ocupantes le dan la espalda al proceso iniciado por los de abajo.
El verdadero aspecto heroico y romántico de la revolución, para García Linera, se sitúa en esa fase post-conflicto, o que niega el conflicto, de poca épica y problemas de gobierno. El intento del libro es reconocer positivamente el curso que el proceso político tomaría en Rusia y en Bolivia, comenzando con la fusión de los soviets con el partido y el Estado; para luego avanzar en la prohibición del conflicto y disidencia interna; y finalmente consolidar una burocracia autoritaria que terminaría constituyéndose en la propia derrota de la revolución.
Para García Linera la toma del poder puede ser violenta o no, justificando la lucha armada para situaciones donde la definición del control del poder esté aún abierta en un momento jacobino que lo exija. En algunas situaciones puede utilizarse la vía electoral, u otras, pero el curso posterior de la revolución es sí, para García Linera, un proceso que necesita de mano firme y rectora. Este poder en pocas manos, cada vez más lejano, ocurre en Rusia después de 1921 y en Bolivia después de 2009, aunque estamos hablando de un proceso que respeta las instituciones anteriores y otro que las demuele y debe pasar por un periodo de guerra civil. En el momento en que se sitúa el corazón de un proceso, con centralización y verticalización que se realiza, dice García Linera, como paradoja, y "contra la revolución" (2017: 52).
La revolución debe avanzar contra la revolución, la democracia y la descentralización del poder de soviets de campesinos, soldados y obreros que en el momento jacobino de ruptura del orden antiguo, se convirtieron en espacios de democracia directa. En Bolivia, podemos hacer un paralelo con el avance del proceso de cambio contra la autonomía de las organizaciones indígenas históricas que propusieron el Estado Plurinacional en la Asamblea Constituyente, con las que el gobierno del MAS rompe después de 2009. Es necesario que el Estado imponga orden a escala nacional, dice García Linera, contra la fragmentación de los trabajadores y el acoso de la contrarrevolución. La democracia comunitaria, la representación directa de las nacionalidades indígenas y la descolonización del Estado quedarían como frases decorativas de la Constitución, con el gobierno del MAS operando para que ellas se mantengan al margen de las nuevas instituciones, a riesgo de cuestionar la unicidad y concentración del poder monopólico anhelado.
No es difícil imaginar el lugar del García Linera en la represión que a partir de 1921 el Estado Soviético orientaría contra opositores de izquierda, soviets rebeldes, el ejército de campesinos revolucionarios de Ucrania y después de los propios miembros del partido bolchevique que no se adhieran a la línea dominante. Aunque no se desencadenó un proceso represivo a gran escala, hubo criminalización de protestas y de ONGs críticas; intervención gubernamental en organizaciones sociales; difamación de adversarios en los medios de comunicación; marcando un camino claro que viene acompañado también del favorecimiento del "buen clima de negocios", la proximidad a una nueva burguesía local; y alianza con sectores poderosos de la economía antes resistentes al nuevo gobierno. Después de un momento inicial con fricciones y medidas fuertes, el poder gubernamental se consolidaba en manos del partido de gobierno, con la economía marcando el rumbo mientras el gobierno buscaba garantizar inversiones estatales, y la libertad para los actores económicos dominantes.
García Linera menciona el episodio de Kronstadt, en el que Lenin y Trotsky comandan una represión violenta contra marineros que eran héroes de la reciente revolución. Se trata para García Linera de un "producto de la arriesgada modificación de la correlación de fuerzas al interior del bloque popular" (90). Esto ocurrió junto con la discusión de la NEP en el congreso del Partido, cuando también se constataría un giro a respecto de las libertades de expresión y organización política en el país. García Linera no menciona ese proceso que acompañó a la adopción de la NEP, pero se entiende como efecto necesario del afianzamiento del control político vertical, evitando el establecimiento de un juego de correlación de fuerzas políticas en el interior del bloque popular.
Además del inicio de la censura a gran escala practicada por los bolcheviques, dejando atrás el momento en que ellos la sufrían, junto con la NEP se prohibía la disidencia interna en el partido, aunque no se organice como tendencia o facción, que ya anteriormente no estaba permitida. Simultáneamente, miles de mencheviques fueron arrestados, exiliados o tuvieron pena de muerte decretada, aunque no ejecutada (Fitzpatrick 2005) y los bolcheviques sustituían a miembros de otras organizaciones en el interior de los soviets (Machajski 2018).
García Linera define la práctica revolucionaria en base a algunas definiciones como "referentes universales que van revelando la naturaleza social de un proceso revolucionario en curso" (2017: 66). Estos referentes son el modo en que la sociedad se constituye (como clase), se organiza (en la acción política colectiva, con participación), y se proyecta (como objetivos del proceso político). Con las clases plebeyas movilizadas, en esta definición, existen posibilidades de lucha anticapitalista. También se supera la democracia representativa y, en el plano material de la economía, los objetivos de la lucha buscan abrir espacios a la lógica del valor de cambio como orden planetario, a partir del valor de uso, en un régimen de relación entre las personas y las cosas no mediado por la relación capitalista (2017:66-7).
Ahora bien, la hermosa definición, radical en la medida en que define una verdadera revolución a partir de la alteración efectiva del Estado burgués y de la economía capitalista a partir de un sujeto político de abajo queda suspendida, por largos períodos, cuando una incidencia política efectiva en esos los planes se define, por García Linera, como no posible. En ese punto una nueva definición se impone donde de forma cínica lo que acaba de ser determinado como rasgos característicos de una revolución, quedan descartados. La tarea del revolucionario no implica formas democráticas y colectivas, se impone como gobierno de pocos, aunque se diga en nombre de la clase o el grupo de fusión de los pobres y plebe subsumida a la acumulación ampliada del capital. En lugar de eso, una élite jacobina que tampoco alterará la ley del valor creará condiciones para que el capitalismo se expanda y haga su plaza del espacio políticamente controlado por anticapitalistas.
Es en este punto, con un nuevo gobierno que administra el estado y la economía capitalista, y decreta que el momento del conflicto terminó, cuando aparecen dos aspectos identificables como esencia del nuevo momento: espera y control. No siendo posible una revolución socialista, la energía del proceso se apaga o se vuelve hacia adentro, descuidando justamente lo que los bolcheviques enseñaron: una revolución realizada donde la teoría no la consideraba posible, en las posiciones del Lenin en 1917 contra el propio partido. Destacando los caracteres tácticos y situados de la acción y pensamiento leninista, hoy nos preguntamos por caminos concretos para una revolución que no pasará necesariamente por la aceptación de lo existente, ni por la promesa de un control político que posterga el mundo nuevo lejos y más allá del presente.
Garcia Linera postula un paralelo entre el Estado, como espacio de lo universal, y el dinero. En los dos espacios se encuentra un limite que exige entender que el movimento revolucionário ha cesado. A partir de ahi es contra los interesses de la revolucion, esto es, de su permanência, modificar impositivamente las leyes del mercado, y tambien cuestionar la nueva autoridade estatal. De este modo, junto con el control politico, existe uma apertura economica, con efectos en la politica internacional, en un processo que podemos ver yendo en la direccion del entierro de todo posible foco revolucionario, por caminos diferentes a los que, por exemplo, el Che Guevara siguió a partir de premisas y situaciones políticas comparables (Sztulwark 2017).
Al mismo tiempo que la NEP era presentada en el congreso del Partido, y la represión política avanzaba, la Rusia de los bolcheviques también reabrió relaciones comerciales con Inglaterra y firmaba acuerdos secretos con Alemania para albergar fábricas alemanas de armas, prohibidas de funcionar en aquel país debido al tratado de Versalles (Carr, 2017). Lejos de la época en que los bolcheviques ordenaron la publicación de los tratados ocultos del zar, el gobierno soviético gobernaba ahora un país con intereses que podían no ser los del proceso revolucionario, ni contrarios al objetivo de acabar con el capitalismo y democratizar el poder. Y eso es exactamente lo que identifica a García Linera con ese momento.
La ocasión y el tema del libro sirve a García Linera para generalizar un análisis que suele aplicar al entendimiento del proceso boliviano: como Marx analizaría 1848 en Europa, las revoluciones en la historia suceden como sucesión de oleadas. En esta constatación retrospectiva del argumento de García Linera, las oleadas funcionan como esperanza futura, celebración de las rebeliones del pasado, pero presente muerto. La revolución es un instante efímero que nos llena de ilusión, pero que debemos entender como un momento muy diferente del tiempo del reflujo, cuando el Estado cuidará de la situación y las luchas necesariamente desaparecen.
García Linera entiende el estado fluido de la sociedad producto de luchas, pero ellas se circunscriben a una fase inicial, seguida necesariamente de un momento donde la forma estatal reglamenta la sociedad por décadas, como estructura de poder que es producto de esas luchas anteriores. El Estado Soviético, y ya no un poder soviético contra el Estado, y el Estado Plurinacional, en Bolivia, son una fortaleza donde antes que cualquier objetivo de la revolución -o de los principios básicos de la izquierda- la prioridad es garantizar la permanencia del comando político considerado revolucionario. El Estado Revolucionario es el pasado de las luchas fortificado y consolidado como autoridad centralizadora y autónoma de cualquier lealtad con los movimientos de los que es resultado.
Para García Linera, las revoluciones se "enfrian", "se solidifican" cuando las luchas se institucionalizan y dejan espacio para estructuras estatales y económicas "que regirán y regularán la sociedad bajo la forma de relaciones de poder y dominación durante las siguientes décadas, hasta un nuevo estallido" (2018: 17). En una conferencia en Buenos Aires, destinada a refutar la idea de que Bolivia y los gobiernos progresistas de la región se encontrarían en un fin de ciclo, García Linera conecta explícitamente los objetivos del gobierno de Bolivia con aquellos que serían los de los bolcheviques después del "comunismo de guerra", cuando la burguesía fue derrotada, pero con siete millones de personas muertas de hambre, dice García LInera. Los objetivos serían "cuidar la economía, ampliar los procesos de redistribución, aumentar el crecimiento". Lo que Lenin hizo, según García Linera, fue "priorizar la economía [...] reestablecer la confianza de los sectores populares, obreros y campesinos, en su gobierno, a partir de la gestión económica, del desarrollo de la producción [...] respetando iniciativas autónomas de campesinos, obreros y pequeños empresarios -incluso empresarios- para garantizar una base económica con estabilidad y bienestar para la población "(García Linera, 2016).
En el momento en que el Lenin de García Linera comienza a parecer un líder europeo de posguerra, un defensor del espíritu emprendedor o un ministro de Bachelet o Rafael Correa, tal vez sea preciso reflexionar sobre si el paralelismo que García Linera propone puede ser llevado adelante.
Independientemente de lo justo de la evaluación de la NEP para Rusia, como medidas necesarias para la consolidación de la revolución, o que dinamizarían la situación política, revitalizando un proceso que encontraba una caída en la vitalidad de las nuevas instituciones y energía de los revolucionarios, lo que estaba en juego en Bolivia parece es muy diferente. Bolivia pasaría por un proceso de centralización del mando, cerrando una de las experiencias más avanzadas de partido-movimiento, donde el "mandar obedeciendo" y la decisión política en manos de las bases era un elemento fundamental, y fue eliminado. Este proceso, que García Linera justifica, aunque no puede ser considerado responsable, como actor secundario en la organización del nuevo poder de Bolivia, ocurrió en un momento de condiciones económicas excepcionales, con precios altos de los commodities, estabilidad económica, y el ingreso estatal más alto de la historia del Estado.
Bolivia contó con condiciones políticas positivas a partir de 2009, con control absoluto de los tres poderes de gobierno y oposición perdida y en dispersión. Se trata de una situación opuesta a las condiciones en que la NEP es decidida, con dolor para los revolucionarios, en la Rusia de 1921. Además del ciclo positivo de bonanza económica regional, hubo decisiones políticas en Bolivia que explican la capacidad de reducir la pobreza y sostener políticas "de inclusión", pero también de no modificar la distribución del poder económico, y que propone un modelo de desarrollo que no se diferencia del adoptado por los países vecinos sin administracion progressista o de izquierda.
García Linera destaca el ejemplo de la decisión de los bolcheviques en abrir la explotación de recursos naturales a empresas extranjeras, con condiciones privilegiadas que las empresas nacionales no tenían. Se trataba de una necesidad prioritaria, debido a la falta de energía para la industria. Muy diferente de la situación boliviana, aunque la decisión de los bolcheviques aparezca en el texto de García Linera con un claro sentido justificador, en la adopción de un modelo extractivista de tipo neo-colonial, favorecedor de empresas extranjeras en contradicción del espíritu de octubre de 2003, cuando las calles de Bolivia abrieron un momento con posibilidades revolucionarias, oponiéndose a la privatización del gas, y que al inicio del gobierno de Morales sería respetado en el aumento de impuestos para las empresas extranjeras que explotaban hidrocarburos en el país, la llamada nacionalización de 2006.
Hasta qué punto el carácter revolucionario del nuevo Estado ruso, que justificaría la centralización autoritaria del poder, puede aplicarse al gobierno del MAS, es una cuestión que nos lleva a la evaluación del proceso ruso, a la teoría de la revolución no democrática y aprisionadora del García Linera, pero también a la posible lectura equivocada de procesos políticos puntuales. La decisión de la NEP, que en Rusia resultó de fuertes presiones venidas desde afuera, y de la falta de acompañamiento internacional de la Revolución, con el fracaso de la esperada revolución alemana, en Bolivia consistió en la elección de un camino político, que en la argumentación del García Linera no aparece como una elección difícil, sacrificada, de renuncia respecto de los objetivos y metas anheladas. Esto lleva a pensar que, a diferencia de Rusia, fueron internas al proceso de cambio, y no externas, las limitaciones políticas y presiones que resultaron en la interrupción de una posible búsqueda anticapitalista, buscada en Rusia pero no en Bolivia.
En Bolivia, un proceso de movilización producto de una construcción de décadas, derivó en un proceso que, si planteó posibilidades de alcance revolucionario, estas fueron abortadas desde dentro y no por una derrota frente a fuerzas externas. La pregunta que se abre en Bolivia, después de más de una década de gobierno del MAS, es hasta qué punto, de hecho, los cambios en el sistema político y la incorporación de miembros de organizaciones sociales en la administración del Estado y el poder institucional constituyen la destitución del antiguo poder. Más allá del simbolismo de un presidente campesino, sindicalista e indígena, y de la aprobación de una Constitución que establece cambios en la concepción del Estado, hasta qué punto hubo una ruptura con la institucionalidad republicana y liberal anterior.
Por otra parte, e incluso asumiendo que en un contexto como el boliviano puedan plantearse problemas semejantes a los de la Revolución Rusa, en los últimos 100 años el pensamiento de izquierda ha cuestionado la idea de progreso, el lugar del Estado como motor del desarrollo, el modelo económico que un proceso revolucionario debe impulsar, además de cuestionado las formas políticas clásicas de lucha y organización, en un intento de adecuarlas a un capitalismo contemporáneo que no puede ser comparado con el de la Rusia de 1917 o 1921. El trabajo, el sujeto político, la organización revolucionaria y las formas institucionales son así rediscutidos. El salto temporal y político de García Linera, de los bolcheviques a los progresistas de los gobiernos de América del Sur a comienzos de la década, parece permanecer en el mismo lugar en que la izquierda pensaba el poder en aquella época, sin entender cómo el mismo produce, circula, y no aparece forma centralizada como objeto a ser poseído y controlado por un grupo pequeño de iluminados.
Entre el realismo pragmático, el izquierdismo y la ilusión
Una crítica posible a García Linera sería la que se hace de un lugar de principios y proximidad con el proyecto de la tradición de izquierda, contra un pragmatismo que Lenin o cualquier otro revolucionario podrían haber ejercido en determinado momento. Es el lugar que García Linera quería asumir en la discusión, como buen comunicador del progresismo hoy en retirada: el lugar del responsable hombre de Estado que sabe hasta qué punto los deseos pueden ser llevados adelante, y hasta qué punto no. Así, el vicepresidente de Bolivia reconoce que la revolución exige centralizar las decisiones y sacrificar el flujo de creatividad del pueblo, como criticó Rosa Luxemburgo, y dice que "no debemos adecuar la realidad a las ilusiones, sino al contrario; tenemos que adecuar las ilusiones y las esperanzas a la realidad "(2018:61).
De hecho, podemos ver al García Linera que se encontraría con Lenin contra las críticas de Rosa Luxemburgo, por ejemplo, para quien las concesiones de la NEP para los kulaks, campesinos ricos; o antes, la pérdida de democracia a la hora de decidir, sin los soviets, la toma del poder, tendrían un costo demasiado alto, con consecuencias futuras desastrosas, incluso en términos de alcance de la revolución. Aceptando el lugar de lo imposible, podemos preferir una lectura de la revolución rusa que demuestre cómo la historia y lo posible fue desafiado, asaltando el cielo. Todo el poder para los soviets, y la posibilidad de crear un Estado proletario tiene todavía un poder desafiante y revolucionario que mostró cambios materiales y capacidad para crear un mundo nuevo, transformando estructuras que parecían fijas para siempre y contribuyendo a marcar el pulso de la energía revolucionaria en todo el mundo.
En el contexto de un libro que rinde homenaje a los 100 años de la Revolución Rusa, de este modo, podemos pensar como bastante fuera de lugar el esfuerzo de García Linera en llevar la idea de revolución justamente al lugar donde se apaga. Si recordamos 1917, porque difícilmente vamos a encontrar muchos homenajes a la NEP en 2021, no es por la mesura, espera y capacidad de control social de los bolcheviques que la revolución rusa es evocada. La desesperación de Lenin en las cartas al partido para organizar de forma urgente la insurrección, o incluso las críticas al final de su vida, dirigidas a la burocracia y el monstruo que iba mostrando sus formas, muestran una idea contraria de desmesura y poder subjetivo para contribuir en el alineamiento de una crisis y movilización en una revolución.
Recordamos a los bolcheviques por haber sido locos, en una apuesta sin precedentes, que la teoría indicaba como imposible, y que a pesar de ello funcionó. Los bolcheviques fueron inventivos, osados, conectando con la autoorganización y disponibilidad para la lucha de los de abajo, pero también avanzando en un salto hacia el vacío. Saltaron en un lugar que antes de ellos no existía. La NEP fue volver a lo conocido de las relaciones capitalistas de comercio, incentivo a la producción, propiedad y libre mercado.
Lo que es realmente admirable es cómo Lenin entendió el movimiento de las fuerzas políticas defendiendo con determinación una posición opuesta a la línea del propio partido, y que abrió un tiempo nuevo donde no parecía que fuera posible. Es ese el núcleo de la revolución, que en Bolivia probablemente se aproxime más a la fuerza campesina y obrera en un devenir indígena que se propuso descolonizar a las instituciones y pensar formas distribuidas de poder estatal, en una apuesta para formas territoriales, reciprocas y comunitarias más allá del Estado y conectada con vestigios que permiten discutir con otras alternativas a la civilización occidental.
La NEP puede haber sido una buena decisión de gobierno, o no. Y puede haber sido una buena decisión de gobierno que, sin embargo, no fue un buen movimiento para continuar la revolución y expandirla. Pero buenas decisiones de gobierno tenemos en todos los países y en todas las épocas... estadistas y buenos estrategas tenemos de cualquier lado del espectro ideológico. No es eso lo que hace de la revolución rusa una experiencia útil para pensar cualquier revolución o proceso de cambio. No necesitamos de Lenin ni de García Linera para pensar el problema de la dificultad de llevar programas a su ejecución, o de la izquierda que pasa a gobernar de la misma forma que antes combatía, con objetivos a corto plazo y dejando para más adelante los objetivos de transformación.
El MAS, junto con la oposición política ligada al poder tradicional y empresario, se ocuparon de fortalecer y restaurar el poder republicano de Bolivia con un pensamiento que priorizaba la búsqueda de estabilidad política, consolidación del poder de mando, y libre espacio para expansión capitalista, encontrándose con formas políticas que antes otros caudillos o gobernantes nacionalistas intentaron. En el caso de las mujeres, se trata de una crítica pertinente al pragmatismo que encierra búsquedas políticas más radicales y exigentes, que eran presentadas como izquierdistas, infantiles aliadas al imperialismo por García Linera y otros constructores del relato progresista, mientras que el poder político se alía al poder económico tradicional.
Pero lejos de la crítica al pragmatismo gubernamental tenemos otra crítica también posible, que muestra hasta qué punto la lectura de García Linera es conservadora.
A contramano de la organización que el propio García Linera hace de la discusión política, contra los revolucionarios de café, podemos ver en el libro un alto grado de retórica revolucionaria mistificadora e idealista, ajena a las fuerzas materiales que de hecho orientan el proceso boliviano. García Linera mantiene un tono lírico en su evocación de la revolución, y de la NEP, como momento de avance y consolidación revolucionario. En ese punto su perspectiva contrasta con la forma en que los propios bolcheviques se refirieron al nuevo plan económico. Tanto Lenin como Trotsky (2008) la presentaron como única alternativa, obligados por condiciones muy desfavorables. En una lectura no romántica pero realista del proceso boliviano, urge apartarnos de la ilusión de que la llegada al Estado de un gobierno "progresista" pueda ser sugerida como revolución homologable con la Revolución Rusa, cuyas fases y disputas puedan ser pensadas en términos de efectivo asalto al poder y victoria en el campo de la hegemonía.
El desencanto frente a las dificultades reales para efectuar cambios estructurales en los distintos gobiernos del progresismo latinoamericano contrasta, en García Linera y tantos otros, con la difusión de visiones totalmente fantasiosas y mistificadoras sobre lo que se habría tratado de una auténtica revolución en la región. García Linera, como buena parte de la base de clase media intelectualizada del lulismo, del kirchnerismo, del correismo, son de hecho generadores de una fundamentación con lenguaje de izquierda revolucionaria o progresista, nacional popular o ciudadanista, congelada en su narrativa en la época de oposición al neoliberalismo contra gobiernos de la década de los '90, como si al final del ciclo hablaran aún al comienzo del mismo, sin haber cambiado el lugar de habla después de haber sido gobierno por más de una década. Es en este campo político donde tiene sentido la visión de la Revolución Rusa concentrada en la apertura hacia las relaciones capitalistas, el retroceso, la espera y el control político de los focos de conflicto y lucha política autónoma.
La retórica cargada, de poder indígena, soberanía nacional y antiimperialista, de una revolución concreta en Bolivia en la reducción de la pobreza, expansión del consumo y políticas de transferencia de renta para sectores populares, con una nueva clase media que se vuelve principal sujeto político del nuevo país, se traduce en el campo político polarizado con una derecha liberal o conservadora, pero que, en lo referente al modelo económico, no presenta una impugnación o divergencia. Además de la falta de horizonte socialista o comunitario, una disputa limitada al plano de una esfera política de discursos y símbolos, entendida como autónoma, difícilmente tiene algo que ver con el proceso revolucionario ruso.
El idealismo romántico de García Linera es el de tachar de gobierno revolucionario un proceso que se siente en el derecho de cerrar alianzas con los enemigos de las clases subalternas, los poderes económicos tradicionales, cuya proximidad se constata en el proceso boliviano después de clausurado el conflicto por la aprobación de la constitución. Entre mistificación, propaganda, y defensa de privilegios; cinismo e ilusión; el interés y la falta de autocrítica, todo poder estatal que se imponga como mediación que posterga el momento de la implementación de los cambios, debe ser cuestionado como distante de la revolución y no símbolo que se presenta en el lugar de la revolución, ocupando como poder estatal el lugar imaginario de aquella, contra el fascismo, el neoliberalismo, el colonialismo o cualquier otro antagonismo discursivo que el marketing político encuentre apropiado.
A falta de revolución, tenemos entonces una teoría de la revolución sin revolución. En la imagen de García Linera, pretender alcanzar el socialismo a partir del Estado, como en el "comunismo de guerra", sería como andar con una linterna en la noche oscura. El control estatal sólo funcionará donde conseguimos iluminar, mas alla se impondrá el mercado (2018:86). La impotencia reconocida en esta afirmación, y coincidente con una atribución del Estado en las sociedades periféricas apenas aparente y débil, contrasta con el postulado de la necesidad de un poder político férreo, pero sólo para dejar la economía actuar libremente regida por la inevitable lógica de valoración capitalista. Asumiendo que el papel estatal se desarrolla de forma más eficiente como administración del capitalismo, García Linera pretende así hacer de la fuerza del capitalismo una virtud de los revolucionarios.
Nos preguntamos por los efectos subjetivos, y de neutralización de energías revolucionarias de ese tipo de visión política. El efecto de pensar la política con el espíritu de la NEP, parece resultar en pasividad, en atribuirse a sí mismo un papel de dirección y control estatal, más acorde con fuerzas políticas que en lugar de militantes revolucionarios se dirigen a votantes de clase media (nueva o vieja) en mensajes televisivos que sustituyen lo que en otro momento fue un proceso político llevado adelante por la movilización. De las calles, a la Asamblea Constituyente con movilizaciones y finalmente al Estado, nos preguntamos hasta qué punto la espera de las oleadas futuras de la revolución no se constituye en un muro que evita y obstaculiza la emergencia de experiencias que puedan encontrar siempre otros caminos.
La posición de García Linera, no parece distante de la de quien se atribuye el papel de coordinar la revolución de otros, lugar conocido en la organización del poder de las repúblicas coloniales. Se trata de una élite política que se siente en el derecho, o en la responsabilidad, de asumir ese papel. Un jacobinismo de mando que, sin capacidad de conducir un proceso de transformaciones, gestiona y arbitra el poder repartido entre sectores viejos y nuevos de la burguesía (Prada 2013). No es extraño que junto con ese aislamiento de los procesos que dieron origen al nuevo momento estatal, se coloque la culpa en la pasividad de los de abajo, que no tendrían preparación o capacidad para ejercer un autogobierno, justificando el lugar de la nueva casta burocrática, conductores de un proceso que se sostiene con propaganda e imaginario revolucionario, pero que congela el conflicto social en un presente eterno de control y resignación.
Un Lenin para una revolucion comunitária?
Slavoj Žižek menciona una desconocida preocupacion mantenida por Lenin, que permite llamar la antencion sobre las posibilidades comunitárias del processo boliviano, descuidadas mientras el sueño desarrollista y la clausura estatal impedia al processo politico avanzar en la direccion buscada por las fuerzas politicas fundamentales en la fase previa a la llegada de Evo Morales. En los términos del analisis de Garcia Linera, se podria decir que el lugar adquirido no solo por los indígenas, sino también por sus formas de justicia, democracia y economía, obtuvieron una victoria cultural, pero fueron sepultadas despues del punto de bifurcacion en que la consolidacion del poder estatal jacobino tomo uma via que los negaba, que trabajo en pos de su neutralizacion, como hizo siempre el poder politico en Bolivia.
En un texto sobre Lenin, Žižek interpreta el lugar del revolucionário ruso en un gesto de "excision sectária" recuperando el lugar de los bolcheviques para pensar, en los tiempos actuales, uma necesaria fuga de Europa, de su legado y su cuerpo decadente. Este seria el lugar donde el gesto leninistas podria ser recuperado, dice Žižek, pensando una necesaria ruptura con la modernizacion econômica y en los sagrados fetiches liberales y democráticos, donde nada deberia ser intocable (ni en las relaciones econômicas de mercado, agreguemos), en un posible nuevo comienzo. Y cita una historia referida al mismo momento en que Lenin defendia la NEP, y concretaba la clausura centralizadora y represora de la disidencia en Rusia (2010:97).
En el verano de 1921, relata Žižek, Lenin convoca a la formación de un grupo para discutir el fortalecimiento del vinculo entre los campesinos y el gobierno soviético. Proponian entregar tierras a antiguas sectas cristianas "protocomunistas", que en aquella época contaban entre tres y cuatro millones de miembros. El 5 de octubre, una proclama fue dirigida a la Secta de lo Viejos Creyentes (perseguidos por el régimen zarista desde el siglo XVII) invitándolos a instalarse en las tierras abandonadas y vivir alli de acuerdo a sus costumbres. Citaba una frase de los Apóstoles: "Ninguno debería decir que lo que posee le pertenece solamente a él, y debería mantenerse en común [...]".
El objetivo de Lenin no solo es practico, de producir mas alimentos; pretendía también explotar las potencias comunistas de las formas pre-capitalistas de propiedad común (que ya Marx, en la correspondencia con Vera Zassulitch, señalaba como la base potencial para la produccion comunista). De hecho, la Secta de lo Viejos Creyentes fundaría una hacienda estatal (sovkhoz) cerca de Moscu, cuya actividad fue acompañada muy de cerca por el propio Lenin. Žižek concluye el comentario considerando que la izquierda debería mostrar esa misma apertura actualmente, incluso en relacion con los fundamentalistas más "sectários"[5] .
Es probable que, si en algun lugar de occidente recientemente el proceso político abrió posibilidades para pensar comunidades ancestrales como posibilidad del presente, ese lugar fue Bolivia, a partir del trabajo de las organizaciones indígenas que se movilizaron abriendo un ciclo político, con presencia crucial en la Asamblea Constituyente, proponiendo conceptos de ruptura, y en 2008-2009 apartándose definitivamente del MAS. La vigencia de las relaciones comunitarias en el país andino, presentes en las grandes ciudades, en los sindicatos del campo, en la tradición política del indianismo katarista, es una presencia continua en la política boliviana.
Nada de eso le es ajeno a García Linera. Muy por el contrario. Fue justamente en la lucha política de ayllus y comunidades donde García Linera se formo políticamente sumándose al proceso político en los años '80. Estudió el interés de Marx en las formaciones comunistas (en las cartas con Vera Zassulitch y los Cuadernos Kovalevsky), y dedicanto a eso varios trabajos, incluyendo su libro de más aliento, escrito cuando estaba preso por participar del Ejercito Guerrillero Tupaq Katari[6] .
En el libro Forma Valor y Forma Comunidad desarrolla un punto retomado en el texto sobre la Revolucion Rusa. Es en el plano de la Ley del Valor donde una revolución se mide. Justamente esa dificultad es la que lleva al planteamiento de que es el Estado donde se espera, entre las oleadas revolucionarias que van y vienen. Pero en ese libro aun leemos una critica a los manuales marxistas presentan como necesaria la modernizacion "progresivista" contraria a la comunidad. Destaca, además, las "potencialidades contemporáneas de estas formas de sociedad comunal para que se conviertan en "punto de partida" y fuerza directa para la supresión del sistema capitalista mundial y la reconstrucción nueva y superior de la comunidad primaria ancestral convertida ahora en una de caracter universal" (2009:239). Pero eso debe ser reconsiderado como mera literatura panfletaria, si atendemos que García Lienra de hoy considera que el horizonte comunitario y de la autonomía consistía apenas un programa para el tiempo de resistencia y luta por el poder, no para su efectuación en la construcción de una sociedad nueva.
En lugar de eso, Garcia Linera lee la revolución posible de hoy como un proceso estatal y nacional desarrollista, enfocado en la clase media. O mejor dicho, considera más bien que eso es lo que queda, mientras una nueva oleada de movilización planetaria no aparezca. Nos preguntamos si este destino, que es el de la sociedad capitalista industrial, no puede ser cuestionado a cien años de la Revolucion Rusa. Rosa Luxemburgo y toda una tradición de marxismo autonomista o critico cuestionaron la falta de democracia del régimen soviético y el alejamiento del horizonte socialista. Bukharin seria derrotado en un importante debate donde Lenin, Trotsky y Preobajenski se impondrían con un modelo de industrialización acelerada, que después implementaría Stalin, llevando la centralización, burocratización y autoritarismo a extremo. En esos debates, el poder del colectivo y del soviet proletario, base de la Revolucion aparecia asociado a la tradición comunitaria rural, que el sesgo de un marxismo-leninismo de corte moderno y jacobino negaría.
Coincidiendo con Garcia Linera en la idea de la revolución y del Estado como fuerzas que no se encuentran e incluso se repelen; el desafio de hoy tal vez sea pensar contra Garcia Linera, por un camino político donde lo que hacemos políticamente no sea tan distante de lo que deseamos y entendemos como objetivo para avanzar en la construcción de una nueva sociedad y vuda mejor. En esa direccion hoy resulta difícil pensar un proceso que proponga una idea de poder concentrado en lugar de distribuido; control social y no estatal; desarticulación o desconexión en lugar de administración del sistema. Contra la estabilización con políticas publicas en un cementerio estatal de las luchas, reencontrar, estimular y estar abierto a visualizar las oleadas en lugar de esperar por ellas o impedirlas cuando vienen contra un poder que antes las surfeó, y ahora se escapa de ellas. En la lectura de la Revolución Rusa, también, evidentemente la centralización y apertura no llevó a nuevas oleadas de movilización que permitieran superar lo alcanzado inicialmente. Cuando aparecieron, el poder estatal se volvió contra ellas, sin poder evitar un inexorable colapso.




ANÁLISIS DE GHOST RECON WILDLANDS: AÑO 2 – BOLIVIA NUNCA MORIRÁ
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          
Un año después del lanzamiento de Ghost Recon Wildlands, Ubisoft nos ofrece nuevo material para que podamos seguir sintiendo toda la acción, incluso después de la caída de Santa Blanca.

Alfa Beta Juega de España (www.alfabetajuega.com)
                                                                                  
Hace un año nos enfrentamos al cartel de Santa Blanca, organización criminal que había tomado Bolivia para convertir en realidad el deseo de un narcotraficante apodado El Sueño. Una nación dedicada a la producción de esta droga y un imperio del crimen con sus propias fronteras. Por suerte, el equipo de Ghosts estaban ahí para introducirse y enfrentarse a este enemigo. Pero la caída del líder no supuso el fin de esta aventura en Ubisoft.
Ghost Recon Wildlands estrena su segundo año de contenido que demuestra un compromiso por parte de Ubisoft para mantener este juego vivo y que promete mucha más emoción. En especial para los amantes de Ghost War, el modo PVP como una nueva misión y más mapas para ampliar esta experiencia. Un total de 4 actualizaciones compondrán esta nueva ruta pensada por el estudio francés y que se distribuirán a través de cuatro “operaciones especiales” que se estrenarán a lo largo de este 2018. ¿Preparado para volver a Bolivia?
Todavía huele a pólvora y nuestros fusiles están echando humo. Ghost Recon Wildlands no nos abandonó en Bolivia tras acabar con el cartel de Santa Blanca. Ya en el primer año de vida de este juego, Ubisoft nos ofreció por un lado Narco Road y Fallen Ghosts, dos DLC que ampliaron esta aventura. También llegó a nosotros el modo PVP Ghost War en donde pudimos enfrentarnos a otros usuarios en interesantes partidas online donde debíamos mostrar todo lo que habíamos aprendido en solitario (a lo sumo en el sistema cooperativo).
Ahora, comienza el año 2 de Ghost Recon Wildlands en donde Ubisoft nos traerá 4 actualizaciones llamadas “operaciones espaciales”. La primera de ellas ya está aquí y en ella encontramos importantes novedades. La primera de ellas, un nuevo modo que aterriza en el PVP. Su nombre es ‘Sabotaje’ y en donde tocará demostrar que somos unos excelentes tiradores.
En ‘Sabotaje’ los jugadores se dividirán en dos equipos y se irán turnando para asumir el papel de defensores y de atacantes. Por un lado, uno de estos grupos tendrá que intentar hacerse con uno de los equipos de radio que posee el rival, como ya podrás imaginar, éste tendrá que evitar que el contrincante tenga éxito. ¿En que se traduce esto? Pues en intensos tiroteos donde vas a demostrar hasta qué nivel llegan tus competencias como especialista de estas operaciones especiales. ¿La clave? Asegurarse de un equipo bastante nivelado en donde, de nuevo, el francotirador no puede faltar.
También al modo Ghost War llega una nueva clase, Echelon. Este nuevo tipo de personaje forma parte la categoría de ‘Asalto’ y gracias a sus gafas especiales es capaz de revelar la presencia de enemigos en las inmediaciones durante un breve periodo de tiempo. Una gran ayuda para este nuevo modo de juego ya que tanto a la hora de defender, si estamos aprovechando una cobertura, será posible saber si alguien se está acercando y prepararle una pequeña trampa.
Por el contrario, Echelon también servirá a la hora de atacar en ‘Sabotaje’ puesto que antes de acercarnos al punto a capturar, podremos saber si algún rival nos está esperando sigilosamente para acabar con nuestra incursión. La traba en este sentido es que la efectividad de este sónar será menor si nos movemos. De manera que procura esconderte mientras lo utilizas o te convertirás en un blanco fácil, olvídate de utilizarla en espacios abiertos donde serás carne de francotirador.
Pero este no será el único contenido que llegue a Ghost War. Los usuarios del modo PVP también recibirán cinco nuevos mapas: Biblioteca, Base de la Unidad, Nudo ferroviario, Rocha y Mina de zinc. Nuevos escenarios bastante equilibrados en donde encontraremos zonas donde desarrollar toda la habilidad de la clase a la que pertenezca nuestro personaje. Aunque quizás, en Rocha, clases como el francotirador tendrán menos efectividad al no haber lugares tan elevados como para controlar desde la mira aquello que sucede frente a nosotros.
Ubisoft también ha pensado en los jugadores que prefieren enfrentarse a Ghost Recon Wildlands de forma solitaria. Por ello, esta primera actualización también incluye novedades para la campaña. Entre ellos los desafíos especiales de Splinter Cell en el que podremos completar distintos desafíos que nos ofrecerán recompensas como las gafas de visión nocturnas que tan famosa hizo a esta saga o un parche especial para personalizar a nuestros personajes.
Pero la presencia de la saga Splinter Cell en Ghost Recon Wildlands no se reducirá a esta primera “operación especial”. Tras completar estos desafíos, veremos una pequeña pista sobre cómo podrían continuar las cosas en este videojuego en la siguiente actualización de este videojuego.
Por último, Ghost Recon Wildlands nos permitirá, gracias a esta primera “operación especial”, personalizar al equipo que nos acompaña en este modo. Eso sí, esta customización se centrará en el terreno físico (sin incluirse el género) y no podremos cambiar sus armas y el aspecto de las mismas. Eso sí, será posible de cierta unidad en el estilo de los integrantes de nuestro equipo de soldados especiales.
En definitiva, Ghost Recon Wildlands arranca su Año 2 con importante material que tiene en cuenta a los jugadores que juegan solos y a los que optan por lanzarse al modo competitivo PVP. Es cierto que este último sistema se lleva el grueso de esta primera actualización, pero no se puede descartar que la próxima de estas “operaciones especiales” pueda ampliar el modo en solitario.

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