Alemania
ingresa al negocio del litio en Bolivia para proveerse de las baterías de
automóviles y otros productos que se desarrollarán en cuatro plantas
industriales. Su embajador en Bolivia, Matthias Sonn, asegura que este
proyecto es estratégico para su país. Se deberá conformar una empresa mixta en
la que Bolivia tendrá una participación de 51% y Alemania 49%. La inversión se
realizará en esa proporción.
La
futura sociedad entre el Estado boliviano y el consorcio alemán ACI Systems,
elegida para industrializar el litio boliviano, permitirá invertir,
preliminarmente, 1.328 millones de dólares en la construcción de cuatro plantas
de litio a escala industrial, informó el lunes el viceministro de Altas
Tecnologías Energéticas, Luis Alberto Echazú.
"La
cifra preliminar es 1.328 millones de dólares, que se tiene que dividir más o
menos a la mitad entre el Estado de Bolivia y la empresa, que tiene que aportar
lo suyo", dijo a los periodistas.
Echazú
explicó que se trata de una planta de Hidróxido de Litio, otra de Materiales
Catódicos, una tercera de Baterías de Litio y la última de Hidróxido de
Magnesio, que estarán listas en alrededor de tres años, a partir del inicio de
obras de la primera factoría.
De
acuerdo con la autoridad, la producción de las cuatro plantas permitirá al país
generar utilidades brutas por al menos 1.100 millones de dólares anuales, lo
que hace creer que la inversión podrá recuperarse en menos de dos años.
Sostuvo
que la alemana ACI Systems fue elegida entre muchos consorcios internacionales
que compitieron por más de un año para asociarse con Bolivia e industrializar
el litio contenido en el Salar de Uyuni, el desierto de sal continuo más grande
del mundo.
Dijo
que entre los requisitos que cumplió la firma alemana, se encuentra su gran
experiencia en el rubro, que garantizó mercados para las baterías de litio que
se producirán y que aceptó al Estado boliviano como accionista mayoritario en
la sociedad.
"Es
una empresa que ha logrado imponerse por su propuesta a otra muchas, ocho
fueron las últimas, y hemos tenido una larga valoración", relievó.
Agregó
que a corto plazo la tarea es convertir en Corporación a Yacimientos del Litio
Bolivianos (YLB), crear tres subsidiarias mixtas con ACI Systems para encarar
los estudios a diseño final, construcción y puesta en marcha de las cuatro
plantas industriales.
BOLIVIA
INGRESARÁ AL MERCADO MUNDIAL CON EXPLOTACIÓN DE LITIO PARA BATERÍAS DE
VEHÍCULOS ELÉCTRICOS
En unos
10.500 km2 de superficie se alberga el mineral que ha dado origen a la empresa
estatal Yacimientos de Litio Bolivianos
El Ciudadano
de Chile (www.elciudadano.cl)
La
creación de una Planta Industrial de Carbonato de Litio que se estima inicie
sus operaciones en 2019, con una capacidad de 5 mil toneladas métricas anuales,
permitirá al Estado Plurinacional de Bolivia insertarse en el mercado mundial
de baterías de alto rendimiento.
Se
prevé en corto plazo la puesta en funcionamiento de la planta industrial para
extender las cifras estimadas de producción a 15 mil toneladas métricas al año.
Según
informaciones publicadas por el Ministerio de Energía de la nación boliviana
cuatro empresas han presentado propuestas económicas para adjudicarse la
creación así como el montaje y la puesta en marcha de la empresa estatal.
Las
corporaciones que aspiran ganar la propuesta para la construcción de la planta
provienen dos de firmas españolas, una de China y la otra de Alemania tales como:
La Asociación Accidental TSK-SEP Electrónica Electricidad España, y la empresa
Intecsa Ingeniería Industrial SA; el consorcio chino Maison/MEE Beijing
Engineering CO LTD y los alemanes de AFK ACI Group.
Rafael
Alarcón, ministro de Energía boliviano, indicó que elegirá como socio
estratégico a un grupo alemán y otro ruso, para la industrialización del
mineral y alcanzar la fabricación de baterías de ion-litio que son de gran
importancia para los vehículos eléctricos.
A
finales de este mes está previsto comenzar la primera etapa de la construcción
luego de establecerse los términos del contrato con la empresa adjudicada.
En
unos 10.500 km2 de superficie se alberga el mineral que ha dado origen a la
empresa estatal Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB), cuya existencia está por
todo el salar Uyuni, lo que hace que la nación posea la mayor reserva mundial
del recursos que será explotado y procesado.
Un
reciente informe de YLB indicó que la planta costaría entre 100 y 200 millones
de dólares así mismo se anuncia en el documento que una certificación
independiente de la reserva de litio estaría completada a finales de este año.
Actualmente,
los países que exportan el carbonato de litio a nivel mundial son Australia y
Chile, cada uno dispone a sus clientes aproximadamente 20.000 toneladas
métricas anuales.
Prensa Latina
de Cuba (www.prensa-latina.cu)
Bolivia
lidera desde hoy el desarrollo de la industrialización del litio con la
elección de la empresa alemana ACI Systems como socia estratégica para instalar
una planta de baterías de ese recurso natural.
El
gerente ejecutivo de Yacimientos del Litio Boliviano (YLB), Juan Montenegro,
refirió que el proceso de selección como socio estratégico de ACI Systems
incluye la producción de hidróxido del mineral, la instalación de una fábrica
de materiales catódicos y de un complejo donde se obtengan las pilas.
Por
su parte, el viceministro de Altas Tecnologías, Luis Echazú, afirmó que la
futura sociedad entre el Estado y el consorcio alemán permitirá invertir,
preliminarmente, mil 328 millones de dólares en la construcción de cuatro
plantas de litio a escala industrial.
Explicó
que la producción de esos centros permitirá al país generar utilidades brutas
por al menos mil 100 millones de dólares anuales.
El
vicetitular sostuvo que la alemana ACI Systems fue elegida entre muchos
consorcios internacionales que compitieron por más de un año para asociarse con
Bolivia e industrializar el litio contenido en el Salar de Uyuni, el desierto
de sal continuo más grande del mundo.
Agregó
que entre los requisitos cumplidos por la firma europea están su gran
experiencia en el rubro, la garantía de mercados para las baterías que se
producirán y aceptación del Estado como accionista mayoritario en la sociedad.
'Es
una empresa que ha logrado imponerse por su propuesta a otra muchas, ocho
fueron las últimas y hemos tenido una larga valoración', agregó.
Echazú
anunció que a corto plazo la tarea es crear tres subsidiarias mixtas con ACI
Systems para encarar los estudios del diseño final, la construcción y puesta en
marcha de las cuatro plantas industriales.
La
nación andino-amazónica asumió la industrialización de los recursos
evaporíticos con un crédito del Banco Central de Bolivia y recursos propios de
su Corporación Minera.
Fuentes
oficiales indican que el Gobierno invirtió hasta enero pasado 66,6 millones de
dólares para instalar las procesadoras piloto de litio y prevé invertir 875,5
millones de dólares más en la construcción de las plantas industriales en los
bordes del Salar de Uyuni.
LA IMPLOSIÓN
DE UNASUR: EL FINAL OFICIAL DE LA ERA BOLIVARIANA
La
ideologización de la organización ha lastrado el proyecto de integración de los
países sudamericanos
ABC de España
(www.abc.es)
La
decisión de 6 de los 12 países miembros de la Unión de Naciones Sudamericanas
(Unasur) de suspender su actividad en la organización supone la implosión de
ese foro, el cual fue la principal construcción institucional del
bolivarianismo en la región. La idea de una organización que reúna a todos los
países sudamericanos sigue siendo válida, pero va a requerir cambios
–fundamentalmente una desideologización– en su plasmación.
En
un contexto de fatiga social y política respecto al Socialismo del Siglo XXI,
como la reciente declaración sobre Venezuela en el marco de la Cumbre de las
Américas, el paso en Unasur dado por Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú y Paraguay es el símbolo más claro del
fin de la era bolivariana; podría decirse que es su final «oficial». Populismo
de diverso signo seguirá dándose en Latinoamérica, pero la existencia de
regímenes gemelos articulados como un frente internacional diríase que ha
terminado.
Una
Unasur ideologizada
La
constitución de Unasur, negociada desde 2004, se firmó en 2008 y entró en vigor
en 2011. Inicialmente fue fruto de la estrategia
de Lula da Silva para que Brasil tuviera un peso dominante en el
subcontinente (en un marco en el que Estados Unidos y México quedaban fuera).
Coprotagonista del esfuerzo fue Hugo Chávez,
quien pronto logró convertir la iniciativa en un propagador de sus intereses,
con la ayuda de Rafael Correa (Ecuador), Evo Morales (Bolivia) y los Kirchner
(Argentina).
En
su corta vida, Unasur ha servido ciertamente de foro de intercambio y
coordinación, pero su principal resultado
geopolítico no ha sido un avance en la integración regional, sino el apuntalamiento del autoritarismo en Venezuela.
Nicolás Maduro ha contado hasta hace bien poco con el apoyo formal de Unasur
cada vez que la oposición interna o el resto de la comunidad internacional le
ponía contra las cuerdas.
El
cambio político operado en varios países en los últimos años ha dejado a
Venezuela en Unasur con el único apoyo férreo de Bolivia (también, aunque menos
incondicional, de Surinam y Guyana). La falta
de consenso interno ha impedido elegir un secretario general, después de
que hace año y medio terminara el mandato de Ernesto Samper. Argentina propone
a su diplomático José Octavio Bordón, pero Venezuela y Bolivia se oponen.
Así
las cosas, la semana pasada los ministros de Exteriores de las seis naciones
críticas con la situación enviaron una
carta a su colega de Bolivia, país que acaba de acoger la presidencia
pro tempore de la organización, anunciando su «no participación en las
distintas instancias» de Unasur mientras no se garantice su «funcionamiento
adecuado».
Maduro
acogió el anuncio advirtiendo a esos países que «si algún gobierno de la
derecha trata de meterle una puñalada [a
Unasur] para desangrarla, los movimientos sociales y los revolucionarios de
América del Sur» saldrán en su defensa. Eran unas manifestaciones que mostraban
bien el tono ideologizado y de confrontación que el bolivarianismo siempre ha
propagado en el seno de Unasur.
Dos
visiones y un posible mediador
El
bolivarianismo ya desnaturalizó el carácter de integración económica de Mercosur. Los procesos de adhesión de
Venezuela y Bolivia al mercado común formado por Brasil, Argentina, Uruguay y
Paraguay significaron la ideologización de una alianza que entonces perdió su norte económico. En el plan
chavista, Unasur también podía servir para desincentivar la integración que por
su cuenta están llevando a cabo los países de la Alianza del Pacífico (en vigor desde 2012), con una clara apuesta
por la economía de mercado (los sudamericanos Chile, Perú y Colombia, más
México).
Los
cambios políticos en Brasil y Argentina, por un lado, y en Perú y Chile,
por otro, han reforzado los proyectos económicos de Mercosur y de la Alianza
del Pacífico, respectivamente. Una organización como Unasur puede servir de
puente y de acercamiento entre ambas instancias –aunque no llegue a producirse
una plena confluencia–, siempre que
impere el pragmatismo y se deseche la obsesión ideológica. Un
atrincheramiento de Venezuela y Bolivia en su retórica anticapitalista haría
inservible Unasur y abocaría a su sustitución.
El
país que probablemente mejor puede mediar para relanzar Unasur es Ecuador, porque en estos momentos se
encuentra entre los dos bandos. Tras la llegada de Lenín Moreno a la
presidencia, en sustitución de Rafael Correa, Ecuador está marcando distancias
respecto a Venezuela y sus socios, pero sin pasarse del todo al otro
lado, dada la base social sobre la que se asienta el gobierno ecuatoriano.
Ecuador penas ya acude a reuniones del Alba –la «internacional» bolivariana–,
pero tampoco ha mostrado interés en asociarse a la Alianza del Pacífico.
En
Quito está la sede permanente de Unasur,
por lo que salvar la organización es una prioridad estratégica nacional. Eso
explica la rápida reacción de la Cancillería ecuatoriana al anuncio de
«retirada» de la mitad de los miembros de la organización: «Es indispensable la existencia de Unasur
porque constituye un esquema de integración que atiende las necesidades de la
gente (...) Puede, de común acuerdo con sus miembros, ser renovada y
actualizada a las necesidades de la actual coyuntura».
EL BOICOT A
UNASUR: RIESGO A LA PAZ REGIONAL
Sputnik News
de Rusia (www.mundo.sputniknews.com)
La
politóloga Sonia Winer aseguró que la decisión de seis países de retirarse
temporalmente del bloque Unasur pone en peligro la integración regional,
incentiva los conflictos interestatales y, por orientación de EEUU, se
inclinaría por las soluciones militares y no diplomáticas. También pone en
riesgo la posesión de los recursos naturales.
La
decisión de
seis países de salirse "temporalmente" del bloque regional
sucedió inmediatamente después de que los presidentes sudamericanos se
encontraron en Lima con el vicepresidente
norteamericano, Mike Pence, en el marco de la Cumbre de las
Américas.
"No
es casual que se decida esto cuando Bolivia asume la presidencia", aseguró
Sonia Winer, doctora por la Universidad de Buenos Aires.
"Quieren
debilitar el proceso de colaboración entre nuestros países y de esta manera
habilitar las injerencias extranjeras como colaboración de agencias
imperiales". Winer recordó que "Unasur no sólo tenía el criterio de
no militarizar la región sino además de buscar alternativas propias para los
conflictos, cosa que hizo en el pasado con mucho éxito". La especialista
teme que "EEUU reactive conflictos interestatales y proponga salidas
militares porque la guerra es un negocio".
Por
otra parte, Winer analizó el resultado
electoral en Paraguay.
"Triunfó
Mario Abdo
Benítez, del Partido Colorado, un hombre que reivindica al dictador
Alfredo Stroessner y que es, por otro lado, un empresario que, como sucede con
otros gobiernos de la región, comulga con las corporaciones transnacionales. Lo
se puede esperar con este nuevo gobierno es un mayor endeudamiento y un
peligroso cambio de la ley de seguridad y defensa apuntando al enemigo
interno", dijo.
En
'Voces del Mundo' se analizó también la actual protesta social en Nicaragua.
Según Javier Calderón, investigador de la Universidad de Buenos Aires, los
saqueos y acciones violentas que continuar incluso después de que el gobierno anulara la
medida que provocara el enojo, revela que se trata de un intento de
desestabilización contra el gobierno de Daniel Ortega. Según él, los
sindicatos, las Fuerzas Armadas, los campesinos y profesores han salido a
apoyar al gobierno.
"Quiero
subrayar que Nicaragua es el país más tranquilo de Centroamérica. Ha logrado
detener el narcotráfico. Pero en este momento está en marcha un canal
bioceánico que ha sido objeto del debate propuesto desde EEUU y aliados. Ortega
tiene un escenario complejo", dijo Calderón.
DESINTEGRACIÓN
La Diaria de
Uruguay (www.ladiaria.com.uy)
Gerardo
Caetano analiza el quiebre de la Unasur y su impacto negativo para los
intereses urgentes de América Latina.
A
fines de la semana pasada, Brasil, Argentina, Chile, Colombia, Perú y Paraguay
anunciaron la voluntad de suspender su participación en la Unión de Naciones
Suramericanas (Unasur). Sobre el significado de este hecho para el continente la
diaria conversó con el historiador Gerardo Caetano.
¿Cómo
nació la Unasur y qué significa su quiebre para la región?
Creo
en verdad que es una mala noticia para el continente. Y no porque estuviera
funcionando bien. Nada de eso. Como viene diciendo desde hace mucho su último
secretario general [el colombiano Ernesto Samper], se sospechaba que esta
última parálisis y acefalía de la Unasur, que venía ocurriendo desde fines de
enero de 2017, podía ser el preámbulo de su quiebre o de su disolución. Era un
“hospital cerrado” y ahora lo han terminado de explotar, ha dicho en estos días
Samper. Pero para entender la significación de lo ocurrido hay que hacer un
poco de historia.
Hay
una prehistoria de Unasur que se remonta a 2004. Fue entonces que, por
iniciativa fundamentalmente de [Luiz Inácio] Lula [da Silva], que por entonces
era presidente de Brasil, se conformó la Comunidad Sudamericana de Naciones en
la ciudad de Cuzco. Su primer secretario general fue el ex presidente argentino
Eduardo Duhalde, quien, convencido por Lula, asumió la conducción de un
proyecto que fundamentalmente expresaba la visión geopolítica brasileña, que
desde los tiempos del barón de Río Branco siempre ha sido sudamericana antes
que latinoamericana. Basta ver el mapa para entender esa posición: el gigante
norteño tiene fronteras con todos los países sudamericanos menos con Ecuador y
Chile. Por otra parte, el afincamiento sudamericano afirmaba una región
distante de Estados Unidos y un liderazgo brasileño sin el reto del único otro
país latinoamericano que podía disputarle la hegemonía: México.
Fue
sin embargo en 2008 que terminó de confirmarse la Unasur como institución
regional, y Brasil tuvo tres grandes socios en ese emprendimiento: el Chile del
primer gobierno de Michelle Bachelet, el Ecuador ya gobernado por Rafael Correa
y la Venezuela de Hugo Chávez. Pero presuponer que la Unasur nació como “un
club de amigos” entre los gobiernos progresistas es desconocer la historia. La
iniciativa y la propuesta siempre respondieron a esa visión geopolítica
brasileña, punto central de afincamiento regional para proyectarse al mundo
como actor global. Esa visión, repito, ya estaba mucho antes de Lula y de su
Partido de los Trabajadores, mucho antes del ciclo progresista.
¿Qué
efectos (en particular, geopolíticos) tendrá para la región el apartamiento de
la Unasur de seis países, entre ellos los mayores?
Resulta
muy expresivo del nuevo contexto del continente que Brasil sea el principal
promotor de esta salida. No hay instrumento de integración o de regionalismo
sudamericano que pueda sobrevivir sin Brasil, y aun menos sin Brasil ni
Argentina. Que se haya sumado Paraguay deja a Uruguay en una situación de
aislamiento dentro del Mercosur, aunque se pueda decir que son dos escenarios
diferentes y que Uruguay no tiene mayores diferencias, en el Mercosur, con esos
tres socios. Tampoco el gobierno uruguayo tiene diferencias con los tres países
del Pacífico que completan el sexteto de los que se han apartado de la Unasur:
Colombia, Perú y Chile. Precisamente, se trata de los tres países sudamericanos
de la Alianza del Pacífico, y el gobierno de Uruguay está empujando, de varias
formas y maneras, la convergencia del Mercosur con esa Alianza. Hay que mirar
más alto y ver el fuerte impacto geopolítico que supone esta suerte de
disolución de la Unasur, en un continente pleno de inestabilidad y de desafíos
de toda índole, donde una de las cosas que más se necesitan son plataformas
diplomáticas para buscar acuerdos, que presionen por un retorno a la legalidad
democrática hoy interrumpida en Venezuela pero que no estimulen las peores derivas,
como la guerra civil o la intervención extranjera –es decir, estadounidense–.
Por eso tiendo a pensar que, en un contexto demasiado ideologizante e
irresponsable, el gobierno uruguayo y su cancillería están actuando en este
caso con racionalidad y acierto al no acompañar el alejamiento intempestivo de
la Unasur, con el compromiso, además, de buscar la reconstitución del bloque.
¿Por
qué?
Porque
si Uruguay acompañara a quienes se van, estaría contribuyendo a algo muy grave,
particularmente en este momento de América Latina y de América del Sur, que es
el desbordamiento de casi todas las institucionalidades integracionistas en el
continente. Todo parece haber quedado en una “sopa de letras”, han vuelto a
perder legitimidad la OEA [Organización de Estados Americanos], la Celac
[Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños] es una sigla que no termina
de legitimarse, y ahora la Unasur se quiebra. En su lugar aparece,
autoconvocado y excluyente, el llamado “Grupo de Lima”, que se pronuncia contra
la Venezuela de Nicolás Maduro pero nada dice ni hace frente al presidente de
Honduras, Juan Orlando Hernández, de legitimidad cuestionada tras su
controvertida reelección. Si se reivindica un lugar institucional de los países
del continente para mediar y contribuir a una salida mínimamente negociada ante
la tragedia venezolana, ¿es razonable irse y dinamitar la Unasur? ¿Dónde queda
aquello –que siempre he compartido y defendido– de que no puede haber
integración genuina entre democracias desde la afinidad ideológica de los
gobiernos? Como es sabido, tengo la peor opinión de la deriva del régimen
chavista, y mucho más de esta Venezuela indescifrable gobernada en forma
dictatorial por Maduro. Pero si no se quiere que esto termine en un baño de
sangre, en un pronunciamiento militar o en una intervención estadounidense en
el territorio, ¿es razonable dinamitar las instituciones regionales en este
preciso momento? Se ha dicho, y es verdad, que desde el primer momento de la
Unasur el imperativo de la regla del consenso planteaba muy previsibles
bloqueos cuando emergieran las diferencias. Hay que recordar, sin embargo que,
en el origen, los países que más reclamaron esta regla fueron Chile y Colombia.
¿No hay otro camino más pragmático, más diplomático para alcanzar posturas que
ayuden a una salida genuina en Venezuela que dinamitar la Unasur? ¿Y dónde
quedaron los otros proyectos del bloque, como el Consejo de Defensa, la
construcción de espacios de concertación política, los otros consejos como el
de Salud, la aspiración de promover políticas públicas regionales o grandes
proyectos de infraestructura en común? ¿No se recuerda cómo la Unasur pudo
actuar en otros momentos muy difíciles con celeridad y sensatez, por ejemplo
ante la masacre de 2008 en Pando [Bolivia], que amenazó con provocar una
escisión entre la Bolivia rica y blanca del este y la pobre e india del oeste,
una de las peores tragedias imaginables para el continente? ¿No se recuerda
cómo la Unasur colaboró en forma decisiva para evitar la guerra entre la Colombia
de [Álvaro] Uribe y la Venezuela de Chávez, o que prosperara el motín policial
contra Correa? Creo que la actitud del gobierno uruguayo puede ser leída en esa
clave de la responsabilidad, de preservar institucionalidad integracionista, y
no, como lo ha hecho llamativamente toda la oposición sin excepciones, como una
genuflexión ante Maduro. Pero ya todo, hasta la actividad diplomática y las
visiones geopolíticas, se lee con los ojos pequeños de la confrontación
electoral interna, sin la densidad de un pensamiento más largo e integral.
¿Puede
haber habido injerencia de Estados Unidos en este proceso? ¿Se está
fortaleciendo el papel de Washington en el continente?
Como
tantas veces se ha dicho, a ningún gobierno de Estados Unidos, demócrata o
republicano, y mucho menos a esta ya difícil de calificar administración de
Donald Trump, le ha complacido o agradado ninguna iniciativa regionalista o
integracionista en América Latina. Su preferencia siempre ha sido por las
relaciones bilaterales asimétricas o las del espacio interamericano, el
“panamericanismo”, que como un día me dijeron en Panamá, “es un pan que se
comen los norteamericanos”. El America First de Trump por cierto que no incluye
a América Latina, y no se necesita ser antiimperialista para advertirlo, tal
vez hoy más que nunca. Cuando Rex Tillerson era secretario de Estado y realizó
su primera recorrida por América Latina, que fue también la última, comenzó a
hablarse (con ese esnobismo tan frecuente en los análisis internacionales) de
la “doctrina Tillerson”. ¿En qué consistía esta? En persuadir a los gobiernos
latinoamericanos de que la creciente presencia de China y de Rusia en el
continente no era algo favorable para América Latina. La pregunta que habría
que hacer es si la agresividad y el avasallamiento del gobierno de Trump frente
a México era una buena vía de persuasión en esa dirección. Claro que hay una
política estadounidense hacia América Latina. En verdad, no veo en ella nada
positivo ni auspicioso para los latinoamericanos. Ni en política ni en
comercio. ¿Qué sentido puede tener la interrupción del proceso de normalización
de relaciones con Cuba iniciado por Barack Obama, cuando con la mediación de
China ahora parece que se va a una suerte de entente con Corea del Norte? Pero
una vez más cabe preguntarse si lo que ocurre, por ejemplo esta suerte de
quiebra de la Unasur, responde a la fuerza de la presión y la injerencia de
Estados Unidos o se debe, sobre todo, a excesos de obsecuencia, sumamente
ideológicos y poco acertados, de estos nuevos gobiernos sudamericanos,
empezando por los más grandes (Brasil y Argentina), que sin duda son los más
responsables. Con seguridad hay de ambas cosas. Pero lo más terrible es que lo
segundo no les traerá las ventajas que esperan con el Estados Unidos de Trump.
¿Cómo
queda configurado el mapa de la integración regional después de esto?
Es
un momento muy penoso para América Latina. Sus sistemas de integración están
más débiles que nunca, lo que es mucho decir. Aquello del “regionalismo
posneoliberal” fue mucho más retórico que real. Y mucha de la responsabilidad
de su fracaso la tuvieron los gobiernos progresistas, que fueron mucho más
integracionistas en la oposición que en el gobierno. Ahora les toca el turno a
estos gobiernos de derecha, que por supuesto no creen en la integración, que
tienen una visión muy equivocada de las consecuencias de este “hiperglobalismo
extremo” y de sus contradicciones, que vuelven a creer con insólita ingenuidad
en el “libre comercio” frente a los impulsos proteccionistas dominantes en
Estados Unidos y Europa. Son mucho más ideológicos y provincianos de lo que
suponen. Aunque suene muy personal: ¡cuánto se extraña en este campo del
pensamiento internacional a Luis Alberto de Herrera o al Tucho [Alberto] Methol
Ferré!
LA UNASUR
AMENAZADA
La Diaria de
Uruguay (www.ladiaria.com.uy)
Brasil,
junto con los gobiernos de Argentina, Chile, Colombia, Paraguay y Perú, está
empeñado en debilitar a la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). Los
gobiernos de estos seis países pretenden suspender su participación en este
bloque regional creado en julio de 2010.
La
Unasur es un factor esencial tanto para la integración regional como para la
viabilidad de estrategias de soberanía y defensa de este continente, que es un
proveedor estratégico para el mundo de energía, agua, alimentos, minerales y
materias primas. Además de esto, la Unasur fue determinante para encontrar
soluciones pacíficas y negociadas a los conflictos surgidos entre las naciones
sudamericanas, por ejemplo, el que se produjo entre Colombia y Venezuela, e
incluso para solucionar conflictos internos en los países.
En
este sentido, el debilitamiento de la Unasur es una decisión que se toma en
perjuicio de la democracia y de la paz regionales, de los intereses de cada
país individualmente y del conjunto de la región; en cambio, está en línea con
los intereses geopolíticos extranjeros, en particular, con los de Estados
Unidos.
Los
pretextos en los que se basa esta decisión son frágiles. Todavía no hay un
pronunciamiento formal; de todos modos, lo que fue divulgado señala asuntos que
serían fácilmente solucionables en un ambiente de cooperación y, sobre todo, de
diálogo diplomático de buena fe.
Aspectos
como la acefalía de la secretaría general y los costos de mantenimiento de la
entidad no pueden ser razones suficientes para destruir un emprendimiento de un
enorme valor geopolítico y geoestratégico para cada país y la región.
Para
Brasil, en particular, el fortalecimiento de la Unasur tiene una relevancia aun
mayor, ya que comparte frontera terrestre con diez de las 12 naciones
sudamericanas (las excepciones son Chile y Ecuador).
Por
más importantes que sean las diferencias políticas e ideológicas entre los
actuales gobernantes -diferencias que, en menor medida, también estaban presentes
en la época de fundación del bloque- los intereses estratégicos de la región no
pueden verse perjudicados por el dogmatismo y el preconcepto
antiintegracionista de la derecha continental.
El
gobierno brasileño, ilegítimo por originarse en un golpe de Estado, no tiene
legitimidad para copatrocinar este retroceso en el ámbito regional. Además,
estaría otra vez violando la Constitución brasileña, cuyo espíritu
integracionista está consagrado en el artículo 4º: “La República Federativa del
Brasil buscará la integración económica, política, social y cultural de los
pueblos de América Latina, buscando la conformación de una comunidad
latinoamericana de naciones”.
Jeferson
Miola es integrante del Instituto de Debates, Estudios y Alternativas de Porto
Alegre (Idea),
fue coordinador ejecutivo del V Foro Social Mundial.
UNASUR
VACIADA. DIVIDE Y REINARÁN
Ecuador
Inmediato (www.ecuadorinmediato.com)
Ya
lo sabe Evo Morales, mandatario de Bolivia y en este momento presidente de la
Unasur: seis países se irán de la Unión Suramericana de Naciones. Son la
Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú y Paraguay. Quedan Venezuela, Bolivia,
Ecuador, Uruguay, Guayana y Surinam. Es decir, chau Unasur. No es posible que
exista un organismo representativo de Sudamérica sin los dos países mayores,
Brasil y la Argentina.
Una
carta reservada que trascendió por información de las agencias de noticias EFE
y Reuters indica que funcionarios de los seis países le anunciaron al canciller
boliviano Fernando Huanacuni que suspenderían su participación en Unasur “por
la urgente necesidad de resolver la situación de acefalía de la organización”.
Unasur está sin secretario ejecutivo desde que terminó el mandato del ex
presidente colombiano Ernesto Samper. Hace tres días Samper definió a la Unasur
actual como “un hospital cerrado”. Los seis países parecen haber resuelto,
además, dinamitarlo.
Si
la Unasur queda destruida se esfumará con ella el Consejo de Defensa
Suramericano, creado en 2008 para “cconsolidar una zona de paz suramericana”,
“construir una visión común en materia de defensa”, “articular posiciones
regionales en foros multilaterales sobre defensa”, “cooperar regionalmente en
materia de defensa” y apoyar “acciones de desminado, prevención, mitigación y
asistencia a víctimas de desastres naturales”. No eran solo palabras. El CDS
funcionó hasta la asunción de Mauricio Macri en la Argentina, en 2015, y la
toma del gobierno por parte de Michel Temer en Brasil mediante un golpe, en
2016.
También
quedarán archivados sin Unasur los planes para crear una plataforma informática
única.
En
caso de que, como parece, la suspensión efectivamente se mantenga en el tiempo
y la Unasur quede vaciada, se confirmarán seis pistas.
Primera
pista: el boicot a un organismo existente es un paso más en el aislamiento de
Venezuela, que marcha a sus elecciones del 20 de mayo bajo la conducción de
Nicolás Maduro, quien viene sobreviviendo en la Presidencia contra los augurios
en contra.
Segunda
pista: es un castigo a Bolivia, que a la vez respeta el equilibrio fiscal y no
abandona el camino de nacionalizar sus recursos y explotarlos. Esta misma
semana descubrió una nueva reserva gasífera.
Tercera
pista: es otra escalada hacia la autodisolución de Sudamérica como espacio
plural y características relativamente homogéneas en cuanto a recursos
naturales, complementariedad y potencial integrador en energía, conectividad de
Internet e infraestructura.
Cuarta
pista: a mayor dilución, mayor cercanía respecto de un ALCA de hecho, un Área
de Libre Comercio de las Américas bajo la conducción de los Estados Unidos. Y
ello sin que Washington haya necesitado hacer el mínimo gasto de energía.
Quinta
pista, con pregunta incluida: si los países de Sudamérica se regalan, ¿habrá
alguien que los acepte? El interrogante es si habrá alguien que los acepte como
Estados. Los recursos, claro, siempre serán bienvenidos para las
transnacionales, que sin Unasur habrán removido un obstáculo más en la
continuidad de sus cadenas globales de valor.
Sexta
pista: es una advertencia de hecho contra Andrés Manuel López Obrador, el
candidato de centroizquierda favorito para las presidenciales mexicanas del 1°
de julio. Hoy lleva diez puntos de ventaja sobre el derechista Ricardo Anaya.
Para una eventual presidencia de AMLO, como lo conocen los mexicanos, una
Unasur fulminada sería un resorte menos en las negociaciones con los Estados
Unidos.
Las
seis interpretaciones no son contradictorias entre si. Habrá que ver qué sucede
en el futuro, pero el primer análisis arroja una fragmentación voluntaria.
El
viejo “divide y reinarás”.
O
reinarán.
El
diario El Comercio de Lima atribuyó a una autoridad peruana este comentario:
“Unasur funciona por consenso y dentro de Unasur hay tales discrepancias entre
los miembros sobre las visiones políticas y económicas que hacen inoperante al
organismo”.
En
realidad la Unasur fue siempre plural. En su momento de oro, después de su
puesta en funciones en 2010 con Néstor Kirchner de primer secretario ejecutivo,
convivieron gobiernos como los de la Argentina de Cristina Fernández de
Kirchner, el Brasil de Lula y la Venezuela de Hugo Chávez con la Colombia de
Juan Manuel Santos y el Chile de Sebastián Piñera.
Sudamérica
como espacio geopolítico es una antigua idea de Itamaraty, la cancillería
brasileña, que recién pudo ponerse en práctica después de la asunción de la
presidencia por parte de Lula, el 1° de enero de 2003.
Lula
llegó incluso a un acuerdo con Eduardo Duhalde cuando el banfileño era
presidente de la Argentina. El proyecto se llamaba entonces Comunidad
Sudamericana de Naciones. Tras una negociación trabajosa, se estrenó el 8 de
diciembre de 2004 en el Coricancha del Cusco, el viejo templo del sol de los
incas sobre el que los españoles construyeron la iglesia de Santo Domingo.
Néstor Kirchner no estuvo ese día entre los 12 presidentes. Por un lado le
fastidiaba la altura cusqueña y por otro le molestaba la participación inicial
de Duhalde. Después Brasil, la Argentina y Venezuela terminaron relanzando un
organismo regional el 23 de mayo de 2008. Así nació, en Brasilia, la Unión de
Naciones Suramericanas. Como la Argentina y Uruguay aún mantenían vivo el
conflicto por las plantas procesadoras de papel, no hubo consenso para designar
una cabeza. Recién fue posible hacerlo cuando José Pepe Mujica asumió en
Uruguay, en 2010, y le prometió a CFK que no le pondría bolilla negra al
candidato a secretario, Néstor Kirchner, que había dejado la presidencia de la
Argentina el 10 de diciembre de 2007.
Kirchner
dedicó ese 2010 que no terminaría con vida (murió el 27 de octubre) a dos
actividades. A nivel interno se esforzó para que el Congreso aprobara la Ley de
Matrimonio Igualitario. Quedó sancionada y Cristina la promulgó. A nivel
externo puso la Unasur como un bombero regional para apagar incendios. El más
extremo fue el que estaba derritiendo los nexos entre la Venezuela de Chávez y
la Colombia de Santos. No bien asumió la presidencia, en agosto de 2010, un
Santos entonces más realista aceptó la mediación de Kirchner, que trabajaba en
tándem con Lula, y la crisis quedó desarmada.
Sin
Unasur, la región tendrá una herramienta común menos. Y la integración quedará
más lejos. Es otro logro de Temer y Macri.
LA DESUNIÓN
DE UN ORGANISMO INSERVIBLE
Informe 21 de
España (www.informe21.com)
Existen
mancomunidades e instituciones internacionales que tienen la mala idea de no
servir para nada. No hacen falta ingenios superdotados para comprender que por
variados intereses, pueden crearse organismos con la estampa detestable de sólo
ser útiles, cuando se requiere de un apoyo para hacer daño a uno u otro bando,
sin lograr apaciguar los problemas trascendentales.
Entre
esos parapetos improductivos y desafortunados se encuentra Unasur. Su objetivo
inicial fue el de construir una identidad y ciudadanía suramericana, al igual
que desarrollar un espacio regional integrado, pero a la larga sólo sirvió como
la trinchera insípida en la que siempre se refugió Chávez y el régimen, para
defender las fechorías de siempre.
Por
eso no sorprendió a nadie cuando se efectuó el anunció sin evasivas de la
separación del boque, por parte de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay
y Perú.
Aunque
se aferraron a la excusa valedera, de no estar garantizado el funcionamiento
adecuado de la organización y de que ha estado a la deriva, bajo la actual
presidencia pro témpore de Bolivia, las auténticas razones se fundamentan es
que este organismo sólo ha intervenido en el pasado, en el instante en que las
críticas llueven en contra del Gobierno venezolano y su sistema anárquico.
Para
explicar los motivos de esta estampida indefinida -de unas naciones que a bien,
forman la mitad de un bloque tan diverso como extraño- , se envió una misiva
remitida por los seis ministros de Relaciones Exteriores, quienes más allá de
aclarar que no comparten la posición política de la otra mitad, prefirieron
precisar que no pagarían sus cuotas a la institución.
Esta
ineludible más que tumultuosa decisión, pareciera ser el acta de defunción de
una unión, más desligada por sus discrepancias irreconciliables como naciones,
que unida por alguna convicción momentánea que nunca tuvo una buena memoria
política y, tal vez, tampoco contó con verdaderas buenas intenciones.
Realmente
se le echaría el pestillo a las puertas de la institución. Dudo que pueda durar
con sólo Venezuela, Boliva, Guyana, Surinam, Uruguay y Ecuador, siendo estos
dos últimos posiblemente, los próximos en sacar sus maletas de la mancillada
Unión de Naciones Suramericanas.
Inmediatamente,
el Presidente de Venezuela pidió con un tono de rogativa soberbia y con una
sensación de abandono, un poco de “conciencia suramericana a los líderes de la
derecha”. Y dijo con una frase incrédula, que “estoy seguro, total y
absolutamente, que bajo la presidencia de Evo (Morales), Unasur va a tomar el
ritmo que necesita para la integración y el desarrollo de América Latina”,
cuando lo único desarrollado en realidad es la posible desintegración del
bloque.
Mientras,
un organismo que trata de servir para algo, se pronunció también la semana
pasada, ante el hecho de existir más de un millón 600 mil venezolanos viviendo
fuera del país, con la posibilidad de sobrepasar este año los tres millones. El
secretario general de la OEA, Luis Almagro, catalogó al “éxodo involuntario”
venezolano como una “crisis humanitaria de proporciones nunca vistas antes en
las Américas”, ofreciendo a la vez su solidaridad.
Posiblemente
los países que dimitieron de esta Unasur sin sentido, tomen otro tipo de
iniciativa y hagan causa común, unidos por otros motivos y certezas, para
evitar en mayo la realización de las elecciones presidenciales de fantasía en
el país y sea otro el desenlace de los quebrantos de nuestra amada Venezuela.
BOLIVIA
DEFENDERÁ VITALIDAD DE LOS PROCESOS DE INTEGRACIÓN
El presidente
boliviano, Evo Morales, afirmó que hará todo lo posible para mantener vivos los
procesos de integración en Latinoamérica y el Caribe.
Escambray de
Cuba (www.escambray.cu)
En
declaraciones a Prensa Latina en La Habana, el mandatario abordó la situación
creada en la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), bloque cuya presidencia
pro tempore la ejerce Bolivia, tras la decisión de Argentina, Brasil, Colombia,
Chile, Perú y Paraguay de suspender sus actividades en la organización.
Vamos
a conversar con los presidentes de esos seis países que momentáneamente
suspenden su participación, no se retiran, precisó en un encuentro con
periodistas para poner fin a una intensa agenda de trabajo de un día en Cuba,
que incluyó una reunión con el recién electo jefe de Estado, Miguel Díaz-Canel.
De
acuerdo con Morales, su batalla por la unidad en América Latina se basa en la
convicción de que una cosa son los presidentes y otra los pueblos, ‘que
seguimos luchando por la integración’.
En
ese sentido -agregó- vamos a hacer todos los esfuerzos para en el caso de la
Unasur llegar a un consenso y superar los problemas, entre ellos los
relacionados con el nombramiento del secretario general del bloque de 12
miembros, cuyo tratado constitutivo entró en vigor en 2011.
Para
Morales, son muchas las razones para la integración entre los latinoamericanos
y caribeños, región que ha visto nacer otros mecanismos, como la Celac y la
Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA).
Estoy
casi convencido de que vamos a entendernos, no pensando solamente en
presidentes o partidos, sino en los pueblos, dijo.
El
presidente boliviano valoró la importancia de la unidad regional en un
escenario complejo, en el que Estados Unidos retoma sus planes de dominación y
saqueo.
Cuando
no pueden con golpes de Estado, lo hacen con golpes políticos o con agresiones económicas,
denunció.
Respecto
a su estancia en Cuba, resaltó su encuentro de hoy con Díaz-Canel y el
propósito común de fortalecer los vínculos La Habana-La Paz en función del
bienestar de los pueblos.
Morales
deseó éxitos en su gestión al recién electo jefe de Estado y de Gobierno en la
isla.
El canciller
Huanacuni dijo que su país resolverá la crisis
BOLIVIA
CONFIADA EN RESOLVER LA SITUACIÓN PLANTEADA EN UNASUR
La República
de Uruguay (www.republica.com.uy)
El
canciller boliviano, Fernando Huanacuni, afirmó que Bolivia está lista para
resolver la situación heredada al asumir el 17 de abril la presidencia por
tempore de la Unasur. Entrevistado por BoliviaTv, Huanacuni afirmó que “Bolivia
está lista, tiene la responsabilidad de resolver, de acudir y de generar el
espacio” para solucionar problemas heredados de la administración de Mauricio
Macri al frente de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) entre el 18 de
abril de 2017 y el 17 de abril de 2018.
Destacó
que los principales puntos en la agenda son la designación del Secretario
General y la renovación de la parte administrativa. Para resolver esta
situación Bolivia convocó a una reunión extraordinaria de cancilleres de la
Unasur que, según comunicó el ministro de Relaciones Exteriores, sería para la
segunda quincena de mayo, “pero si se da la posibilidad de reunirse antes,
vamos a acudir”, subrayó.
Informó
que se encuentran en la etapa de consultas para fechar esta reunión de acuerdo
con las agendas dinámicas de los 12 cancilleres de las naciones que integran
este organismo regional. “Nosotros asumimos el 17 de abril, hace seis días y
estamos asumiendo estas tareas; ya Perú se manifestó y ha dicho que esta es
justamente la respuesta que estaban esperando de una reunión urgente para
resolver este problema entre varios”, puntualizó.
Argentina,
Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú hicieron conocer el viernes pasado la
suspensión de su participación en las labores del grupo de países suramericanos
justamente hasta tanto no sean resueltos temas como la designación de la
Secretaría General.
De
acuerdo con un documento mostrado por Huanacuni “ellos no hablan de abandono,
ni que se retiran, para ello hay otros protocolos y mecanismos en base al
Derecho Internacional”, sentenció. En contraste, plantean que dejan de
participar en las instancias correspondientes -diferentes consejos y reuniones-
mientras no se resuelvan los temas pendientes.
“Este
es el único documento que ha llegado a la presidencia pro tempore de Bolivia,
por lo tanto en esto hay que ser responsables y en ese horizonte nosotros
estamos planteando esta reunión extraordinaria de cancilleres, porque ese es el
nivel político que debe resolver la designación del secretario general y
elevarlo a nivel de presidentes”, precisó. Ese “es el mecanismo que faltó en la
presidencia pro tempore de Argentina; los otros consejos estaban funcionando de
manera normal, pero no se acudió al espacio que podía haber resuelto el
problema, que es el de acudir al alto nivel”.
¿LA BATALLA
DE CANCHAS BLANCAS REALMENTE SUCEDIÓ?
El relato
alrededor de una batalla entre Chile y Bolivia durante la Guerra del Pacífico.
El Comercio
de Perú (www.elcomercio.pe)
Antes
de la reciente controversia sobre la batalla de Canchas Blancas, supuestamente
librada el 12 de noviembre de 1879 en un paraje del departamento de Potosí, no
se sabía mucho de un enfrentamiento entre chilenos y bolivianos distinto a los
que tuvieron lugar en la provincia de Atacama, y a la batalla del Alto de la
Alianza, el 26 de mayo de 1880. Aquella vez el ejército de Chile derrotó a sus
homólogos del Perú y Bolivia en el combate más cruento y decisivo de la fase
terrestre de la Guerra del Pacífico.
Revisé
algunos títulos de mi biblioteca y acudí a buscadores de internet para indagar
desde cuándo las webs dan cuenta del enfrentamiento de Canchas Blancas. Al
respecto, me llamó la atención que Wikipedia, fuente de divulgación (no
académica) mundialmente conocida, recién dedicara una página a este conflicto
el 28 de marzo de 2018. Es decir, el mismo día en el cual, con su
escenificación, Bolivia celebró el fin de la fase oral del litigio que le sigue
a Chile en la corte de la Haya. En los días siguientes, la página ha sido
actualizada decenas de veces.
Luego,
resulta complejo validar la veracidad de la batalla que hoy se conmemora en
Bolivia y se niega en Chile. La información no es concluyente. Lo que está
demostrado es que durante la Guerra del Pacífico hubo algunas avanzadas
chilenas a los territorios bolivianos para apropiarse de ganado y, eventualmente,
cortar una ruta de abastecimiento aliado desde Argentina, vía Tarija. En ese
contexto, es posible que se haya producido alguna refriega, escaramuza o
emboscada, pero difícilmente con las dimensiones de una batalla que habrían
librado dos mil hombres, como sostiene la parte boliviana.
Las
fuentes bolivianas remiten a dos diarios de oficiales combatientes, el segundo
publicado el 2017 por su Ministerio de Defensa y titulado Memorias del coronel
Ezequiel Apodaca. En dicho diario, se relatan las andanzas del ejército
altiplánico comandado por el general Narciso Campero hasta producirse una
emboscada en Canchas Blancas que obligó a una división chilena de 1.500 hombres
a emprender la retirada hasta Atacama, provincia litoral ocupada por Chile
desde el desembarco de sus fuerzas en Antofagasta el 14 de febrero de 1879.
A
su turno, las fuentes chilenas remiten al Boletín de la Guerra del Pacífico,
creado por el presidente Aníbal Pinto el 1 de abril de 1879, y que publicó
sistemáticamente los partes e informes del conflicto generados por su
oficialidad. En dicho boletín, no se menciona la batalla de Canchas Blancas,
más sí algunas pequeñas avanzadas de la caballería chilena sobre Oruro y
Potosí, en número nunca superior a las 30 unidades.
Al
respecto, el historiador boliviano Roberto Querejazu dedica solo un párrafo de
su clásico Guano, salitre y sangre a un “encuentro con los chilenos” en la
zona, por lo que, de haberse producido, difícilmente pudo tratarse de un choque
de gran magnitud. Finalmente, un detalle no menor es que, hasta ahora, no se ha
encontrado el “sitio arqueológico” de la batalla, es decir, cuando un
enfrentamiento importante deja huellas tales como restos óseos, trozos de
uniformes, armas, balas etc.
Conscientes
de que sobre la materia no alcanzaremos un rápido consenso, detengámonos a
analizar sus soportes metatextuales. Lo primero que salta a la vista es que los
sudamericanos seguimos aferrados al positivismo histórico y buscamos en los
historiadores a los “jueces del pasado” quienes, con documentos, pugnan por
demostrar la verdad o falsedad del acontecimiento. Al respecto, la batalla de
Canchas Blancas es prototípica y nos muestra a académicos de uno y otro país
librando su propio combate por la historia1 por defender la postura de su país.
Lo
segundo remite a la mirada nacionalista del siglo XIX, cuando resultaba heroico
entregar la vida por la defensa del último centímetro del territorio nacional.
Y este es el escenario que ha montado Evo Morales al escenificar una supuesta
victoria militar de Bolivia sobre Chile, como colofón simbólico de la
participación de su país en la fase oral del litigio en La Haya. Es en este
sentido que defino la batalla de Canchas Blancas como una “tradición
inventada”, como diría Eric Hobsbawm, pues su recordación persigue la finalidad
de unificar la nación a través de la creación de un imaginario victorioso
—novísimo en tanto que conmemoración— y establecer su analogía con la causa de
su país en la Corte Internacional de Justicia, independientemente de si la
batalla tuvo o no lugar.
Sobre
el juicio de Bolivia a Chile en La Haya: si las partes le quitasen al concepto
de soberanía la enorme carga nacionalista que depositan sobre él, la cuestión
se reduciría a un puerto. En todo caso, la exaltación de una batalla, real o
imaginaria, de la Guerra del Pacífico, no parece el mejor camino para acercar a
Bolivia al mar, máxime si, eventualmente, tendría que concertar con Chile dicha
posibilidad.
DÍAZ-CANEL
RATIFICA APOYO DE CUBA A BOLIVIA
Prensa Latina
de Cuba (www.prensa-latina.cu)
El
presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, ratificó hoy el apoyo de este país a
Bolivia durante un encuentro con su homólogo, Evo Morales, quien cumple una
visita oficial a la isla caribeña. Durante
el recibimiento en La Habana, el mandatario suramericano reiteró las
felicitaciones a Díaz-Canel por su reciente elección como presidente de los
consejos de Estado y de Ministros, cargos en los que sustituyó al líder
revolucionario Raúl Castro.
También
envió saludos a Raúl Castro, quien, tras culminar la semana pasada su segundo
período como jefe de Estado y de Gobierno de la nación caribeña, continuará
como primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba hasta
2021.
En
el encuentro Díaz-Canel y Morales expresaron su satisfacción por el excelente
estado de las relaciones entre los dos países. Igualmente coincidieron en la
pertinencia de fortalecer los lazos y ampliar la cooperación en diversas áreas.
Morales es el segundo mandatario que visita Cuba desde la elección de
Díaz-Canel el pasado día 19.
Presidente
de Bolivia ratifica alianza con Cuba
El
nuevo presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, se reunió con su homólogo
boliviano, Evo Morales, de visita en La Habana, para ratificar la alianza entre
ambos países en la nueva etapa del Gobierno en la isla.
Después
de la visita del presidente venezolano, Nicolás Maduro, el pasado sábado,
Morales es el segundo jefe de Estado que llega a la mayor de las Antillas tras
la designación de Díaz-Canel, el pasado 19 de abril.
En
declaraciones a los medios oficiales, el presidente boliviano explicó que el
propósito de su visita es tratar con Díaz-Canel la nueva agenda bilateral que
‘continúe con el legado de Fidel Castro', así como abordar temas comerciales y
de integración regional.
Evo
Morales dijo que su visita es también una oportunidad para retomar la agenda de
la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América y la Comunidad de
Estados Latinoamericanos y Caribeños.
Cuba
es uno de los principales socios de Bolivia, donde miles de profesionales
médicos de la isla prestan sus servicios.
EL RECTOR DE
LA UNLAR, FABIÁN CALDERÓN, VIAJARÁ A BOLIVIA SE REUNIRÁ CON ACADÉMICOS Y
LEGISLADORES
El rector de
la Universidad Nacional de La Rioja, Fabián Calderón, viajará al país vecino,
donde se reunirá con académicos y legisladores. La agenda también incluye un
encuentro con el presidente Evo Morales.
Radio Fenix
de Argentina (www.fenix951.com.ar)
El
rector de la UNLaR, Fabián Calderón arribará, este martes, a la ciudad de La
Paz, Bolivia, donde desarrollará una serie de actividades institucionales.
Estará acompañado por la subsecretaria de Relaciones Internacionales de esta
Casa, Alcira Valbuena.
La
agenda prevé una reunión con el presidente boliviano, Evo Morales Ayma, en la
mañana de dicha jornada.
Además,
Calderón tiene previsto mantener una reunión bilateral y de coordinación con
diputados locales, con el senador José Alberto Gonzáles -Presidente de la
Cámara de Senadores- y la diputada Gabriela Montaño -Presidenta de la Cámara de
Diputados-.
Para
la intensa jornada también se programaron las visitas a la plaza Murillo, al
Museo de Etnografía y Folclore, al Palacio de Gobierno y a la Vicepresidencia
del Estado Plurinacional.
CAN DA 10
DÍAS A ECUADOR PARA ELIMINAR ARANCELES DE IMPORTACIÓN
Se trata de
los productos que Ecuador importa del Perú, Colombia y Bolivia.
Expreso de
Ecuador (www.expreso.com.pe)
La
Comunidad Andina (CAN) otorgó diez días a Ecuador para que elimine los
aranceles aplicados a productos importados desde Bolivia, Colombia y Perú,
informaron este lunes fuentes oficiales.
La
decisión la tomó la Secretaría General de la Comunidad, que aseguró “se trata
de un impuesto que vulnera el Programa de Liberación (libre comercio) pactado
entre los socios de este bloque por medio del Acuerdo de Cartagena”, manifestó
el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo (Mincit) colombiano en un
comunicado.
La
CAN dio este ultimátum después de una investigación iniciada en enero pasado
ante la denuncia presentada por el Mincit y el Perú, que activó “los mecanismos
de solución de controversias”.
Durante
la indagación, la Comunidad Andina encontró que ese impuesto no se aplica por
los “servicios aduaneros prestados” a importadores para agilizar el comercio,
como argumentaba Ecuador.
La
ministra de Comercio colombiana, María Lorena Gutiérrez, afirmó que con el
arancel los productos más afectados son los automóviles, cosméticos y productos
de aseo, agregó la información.
Ecuador
puede pedir en los próximos 45 días una revisión del fallo, la cual debería ser
contestada por la CAN en menos de un mes.
“Solamente
en el caso en que este país logre demostrar ante la Secretaría que con la
derogatoria de la resolución se generaría un daño irreparable, se podría
autorizar a este país a mantener la tasa aduanera mientras se estudia a fondo
el recurso”, concluyó la CAN.
TEORÍA DE LA
REVOLUCIÓN EN ÁLVARO GARCÍA LINERA: CENTRALIZACIÓN ESTATAL Y ELOGIO DE LA
DERROTA
La Haine de
España (www.lahaine.org)
El
último libro de Álvaro García Linera (1), publicado en 2017 por la
vicepresidencia de Bolivia y también como artículo en una colección por los 100
años de la Revolución Rusa, en España (García Linera 2017), presenta un
compendio de trabajos o intervenciones públicas anteriores del autor,
organizadas aquí junto con una lectura del proceso de establecimiento del poder
soviético. García Linera busca en este texto acercarse a una definición sobre
lo que es una revolución; abriendo un debate sobre las tareas de los
revolucionarios en tiempos sin revolución.
Entre
las frecuentes publicaciones del vicepresidente orientadas a intervenir en el
debate político boliviano, este texto se destaca por explorar una dimensión más
distante de la coyuntura y con pretensiones de diálogo con la izquierda
mundial. La discusión contribuye, de hecho, como justificación clara de una
posición que muchas veces la izquierda acaba asumiendo de forma un poco
avergonzada: la resignación frente a las leyes de la economía capitalista y el
refugio en el Estado liberal; el abandono de la tarea de crear nuevas
instituciones; de construir poder de abajo; o cualquier otro objetivo que se
contraponga al de mantener el statu quo de los grupos de poder y
promover la expansión del capitalismo, de la mercantilización de las relaciones
y la vida.
El
texto se organiza como un "Qué hacer" para situaciones en que no
exista un proceso de movilización en curso. Y la propuesta es simple: el
Estado, como ámbito que se constituye en centro de actuación después del asalto
revolucionario, avanzando en la estabilización del poder político en una
gestión sin rupturas en el plano económico. De lo que se trata es, básicamente,
controlar y neutralizar el conflicto entre fuerzas políticas y sociales para
"esperar" condiciones favorables que permitan avanzar nuevamente, en un
momento futuro fuera del alcance del Estado, con nuevos actores, en un futuro
indefinido que alguna vez vendrá. El avance tardará años o décadas en
reactivarse, en la argumentación de García Linera, sólo cabe entonces
administrar una situación política sin más beligerancia entre sectores.
Mientras una ola revolucionaria de movilización no suceda, se trata de
administrar el capitalismo favoreciendo y buscando obtener lo mejor posible de
las relaciones económicas existentes, frente a las que no habrá más oposición o
resistencia.
Las
características del proceso de la revolución rusa narrado por García Linera
forman parte del consenso historiográfico sobre el asunto. El autor se refiere
al mismo citando autores clásicos de referencia, incluso algunos bien cuestionados
por el sesgo conservador e interesado en una descripción trágica y negativa del
proceso que sucedió a la llegada al poder por parte de los bolcheviques (Liz,
2017). García Linera busca apartarse también de ese periodo inicial,
descartando rápidamente estas medidas para dar lugar a un elogio acrítico de lo
que vendría después. Es en la mirada interpretativa del proceso político donde
encontramos la contribución de García Linera, ensayando una lectura con
pretensiones teóricas por la cual el control férreo de la autoridad estatal se
vuelve inevitable y, así, el proceso de burocratización y centralización
autoritaria del poder en Rusia se describe como inexorable.
Dejando
de lado una búsqueda anticapitalista que aparece como no posible en la escala
nacional, para García Linera el objetivo de los revolucionarios debería ser
prioritariamente el de garantizar el control centralizado y monopólico del
Estado. Después de hacer la revolución, no debemos pensar en retomarla,
continuarla, ni en la búsqueda de la revolución dentro de la revolución, en un
trabajo dedicado a su expansión. No se trata de llevar adelante un proceso de
cambios. En la base de la nueva hegemonía, el revolucionario espera, en
un proceso que ya no está a su alcance, y que exige de él priorizar la
economía, factor clave para garantizar el control político. La fórmula para un
revolucionario después de la revolución, será control político estatal y libre
mercado, no muy diferente de las prioridades de cualquier régimen político,
cualquiera sea su horizonte.
El
centro y la mayor parte del texto de García Linera es una relectura de la
posición de Lenin en 1921, cuando después del período conocido como
"comunismo de guerra", el gobierno bolchevique adopta la NEP (Nueva
Política Económica). La NEP, en aquel momento, fue el resultado de una
coyuntura compleja donde el gobierno de los bolcheviques se encontraba
presionado por la situación política que exigía ceder posiciones frente a la
reacción. Las ciudades y el campo se estaban levantando contra la revolución,
además de persistir el acoso de las potencias occidentales, entre otras
innumerables dificultades, incluyendo el boicot económico de la burguesía
nacional. En la lectura de García Linera, sin embargo, el elogio de la NEP se
eleva a la de modelo para pensar la revolución en cualquier época, criticando
como ingenuos los intentos anteriores de los bolcheviques, cuando se intentó
una intervención vigorosa contra la lógica capitalista de valorización y
organización de la producción, en la industria y en el campo.
Para
García Linera, la NEP no habría sido un "retroceso", y menos aún una
política fracasada, como el propio Lenin la definió en diferentes momentos
(Carr 1981: 58). Ella sería una medida necesaria e inevitable. La elección del
gesto centralizador de Lenin, en lugar de otros posibles del revolucionario
ruso, democratizadores o de ruptura con las estructuras existentes, tiene
sentido como justificación de la política adoptada por el gobierno de Bolivia.
Pero veremos abajo cómo la analogía, implícita en el libro de García Linera,
carece de sentido en la forma en que es presentada.
García
Linera concede en la argumentación que, aunque sea fundamental controlar el
Estado, y eso es lo que Lenin habría posibilitado con la decisión estratégica
de adoptar la NEP, no es el Estado quien hace la revolución. La NEP, en ese
sentido, no es una política de orden revolucionaria, sino la medida táctica que
permite a los revolucionarios que sustituyeron a la burguesía en el mando
político, mantenerse en el poder. También la toma del Estado en octubre no
sería la revolución, para García Linera. La revolución sólo puede ser entendida
en un proceso más amplio, donde además de reorganización del poder entre
bloques de clases, es necesaria una modificación de las estructuras del poder
moral e ideas dominantes que circulan entre ellas.
La
revolución se hace en un proceso lento, explica García Linera, como disputa que
se dirime en el mundo plebeyo, antes de la toma del poder estatal, y que tiene
una importante dimensión simbólica y cultural. García Linera piensa con el
Gramsci de la disputa hegemónica, aunque el pensamiento del autor sardo no
pueda ser recuperado plenamente, si pensamos en el concepto de revolución
pasiva, por ejemplo. Para García Linera, la revolución se interrumpe totalmente
en el momento de reflujo de la oleada de movilización desde abajo, cuando se
justifica pasar a la táctica de control del poder estatal e intervención
centralizada en las instituciones.
Lo
que García Linera retoma de Gramsci es la idea de batalla cultural en un campo
político que involucra a la sociedad, y que sería previo al asalto
revolucionario. Pero también las críticas que Gramsci hace al economicismo de
la ortodoxia marxista no son válidas en la recuperación que García Linera hace
del planteamiento hegemonista. García Linera piensa el Estado con Hegel (y
Bourdieu) antes que con Marx, entendiendo el poder y la economía de forma
idealista, en un campo de disputa simbólica considerado aparte de las
relaciones económicas materiales. Las ideas, deben ser disputadas como
principios que son socialmente aceptados, por ejemplo, en el neoliberalismo. Al
mismo tiempo, sin embargo, para un revolucionario sin proceso de movilización
en curso, no hay nada que hacer más allá de administrar las relaciones
económicas establecidas. Es esa concepción que llevaría el proceso a cerrarse
en la administración del Estado y de la economía existente.
El
idealismo que Marx criticaba, que podemos asociar a las teorías contemporáneas
de la izquierda populista, con primacía para el discurso y la política como
esfera autónoma, aparece combinado, en García Linera, con un determinismo
económico como resabio de la ortodoxia marxista; y además con la aceptación de
la institucionalidad burguesa como campo de actuación, de un progresismo que se
encuentra con el camino histórico de la socialdemocracia y el reformismo. Estas
son las coordenadas de una teoría de la revolución nace del intento de
justificar el rumbo del progresismo latinoamericano y el del gobierno de Bolivia,
desde una perspectiva que busca mantener una asociación con el legado de la
Revolución Rusa.
García
Linera también lleva la reflexión sobre el Estado para pensar la diferencia
propuesta por Gramsci a la hora de pensar sociedades centrales y periféricas.
Son las sociedades "orientales" con menos interiorización de la ley y
con un Estado menos enraizado, donde la guerra de posiciones sería más
apropiada, y sería en las sociedades "occidentales" donde el poder se
estructura de forma más férrea. Invirtiendo el análisis de Gramsci, García
Linera ve el Estado más lejano, "gelatinoso" y ausente en las
sociedades "orientales", como Bolivia y Rusia, resultando en menos
obediencia y conformismo. Sin un Estado sostenido de forma más consolidad y
estructural, las sociedades periféricas serían más plurales y diversas. Por la
estela del Gramsci, ese punto encuentra a García Linera con René Zavaleta y
toda la generación intelectual de la que él forma, con una discusión que extrae
reflexiones de la lucha del movimiento campesino e indianista de Bolivia, dando
soporte a la idea del Estado Plurinacional (Multi-Nacional, en trabajos
anteriores de García Linera) como forma política que busca aproximarse al
pluralismo social de la sociedad abigarrada. En la teoría del Estado y
de la Revolución de García Linera, sin embargo, la lucha de las nacionalidades
indígenas por autogobierno y descolonización se transforma en un proceso
estatal[2] .
Esta
lucha en el campo social y de la cultura, es previa y más importante que el
asalto para la conquista de un Estado decadente que cuando la ola
revolucionaria se levanta, dice García Linera, ya estaría muerto. Bourdieu es
un autor con el que García Linera piensa estos problemas, en la relevancia para
los aspectos simbólicos del poder, y en la definición de un lugar social para
grupos a ser representados por un nuevo Estado. En el libro también menciona al
sociólogo Erving Goffman, sobre la interiorización de la ley en las sociedades
"occidentales", y a Durkheim, sobre la necesidad de alterar las
estructuras mentales morales y lógicas de la sociedad, parte de la fase
"gramsciana" de la lucha por el poder. Pero la propuesta teórica
propone la necesidad de un complemento de ese pensamiento sociológico y
gramsciano, útil para pensar especialmente la fase previa al control del poder,
con el pensamiento de Lenin, necesario para entender la conquista del poder
político e imprescindible centralización estatal.
En
la argumentación de García Linera, la guerra de posiciones y consolidación de
condiciones culturales hegemónicas en Rusia habrían ocurrido de forma muy
acelerada en un recorrido que luego fue completado por los bolcheviques en el
plano de la dirección política, en un momento jacobino o "punto de
bifurcación de la revolución". Este momento leninista es una tarea
separada y posterior a la fase de lucha por la hegemonía, y tampoco tendría
como objetivo el control de las instituciones, sino especialmente una lucha por
el poder político y de definición del proyecto de poder. Es después de la
revolución, en la doble victoria cultural y política, gramsciana y leninista,
cuando se establece una nueva "dirección general de la sociedad para todo
un largo ciclo estatal". En este punto, García Linera ve un congelamiento
político que abre paso para que los jacobinos, sean socialistas, republicanos o
progresistas, pasen a concentrarse en la administración del poder político
aparentemente, ahora sí, de forma "oriental", despótica.
En
el libro, García Linera rápidamente abandona al Lenin del asalto al poder, de Octubre,
y también de la disputa hegemónica previa, gramsciana. Lo que le interesa a
García Linera es el Lenin del Estado, de después de la revolución. No es
también el Lenin del Estado y la Revolución, escrito en 1917, ni del Imperialismo,
fase superior del capitalismo. Es el Lenin del Estado sin revolución, y de
una política enfocada en el Estado nación que contrasta con la mirada
internacionalista interceptándose con posiciones más comunes en tradiciones
políticas nacionalistas, bonapartistas y populistas.
El
título de la edición boliviana del libro es "¿Qué es una
revolución?", pero el contenido se refiere a una lectura en que la misma
se sitúa fuera del alcance del revolucionario, en una visión que recuerda mucho
el etapismo y el mecanicismo del marxismo ortodoxo, en la medida en que
el Estado no sólo es lugar prioritario de intervención política sino
especialmente porque García Linera afirma que en ese lugar, se espera, no hay
nada para hacer en un lugar de resignación y asilo para el revolucionario, que
no tendría a su alcance influir en el retorno de una nueva ola revolucionaria,
o de una revolución mundial.
La
revolución permanece como posibilidad dormida o referencia a las luchas del
pasado. Fuera de los momentos de explosión y movimiento, se necesita un poder
unificado que se expresa en el Estado. Toda lucha que ocurra fuera de esos
momentos fundacionales, mitologizados, distantes, se tratará de luchas locales,
incompletas, no universales, y que, si no son controladas por el Estado bajo el
mando revolucionario, jacobino, progresista, deberán cesar. Así, después de la
revolución es preciso establecer una autoridad, que tenderá a buscar un control
monopólico del territorio y el poder.
Un
momento estatal, de consolidación del poder, resulta de la combinación del
momento jacobino leninista, como el momento gramsciano hegemónico que le sirve
de base. Así se define el monopolio territorial de la coerción y el monopolio
nacional de la legitimidad, dice García Linera, "para todo un largo ciclo
estatal". Este momento se define en la Revolución Rusa con la adopción de
la NEP, superando el intento que sería ingenuo e ilusorio de abolir las
relaciones de mercado, además de la escala salarial, en el comunismo de guerra.
Sólo la NEP encuentra un desenlace para la disputa con las antiguas clases
dominantes. En términos de teoría revolucionaria, cabe señalar, con la idea del
monopolio nacional de la coerción y de la legitimidad, García Linera se
aproxima a la tendencia que se conoció como Socialismo en un Sólo País,
en el proceso soviético, y también a procesos caudillistas similares en otros
países.
Sin
capacidad para intervenir en un proceso que necesariamente se produce fuera del
Estado, dice García Linera, el revolucionario debe consolidar el poder político
evitando el retorno de las antiguas clases dominantes. Entre el pasado ominoso,
interrumpido por una revolución, y el futuro donde ella puede ser continuada,
se impone un presente desencantado de administración de lo posible. Un presente
muerto, en términos de política revolucionaria (o revolución pasiva), que
conjura el futuro al mismo tiempo en que delega todo en él. Si en otro lugar
García Linera (2016) acusa a los que constatan un final de ciclo para el
progresismo latinoamericano, como si estuvieran emulando el fin de la historia
de Fukuyama, aquí es García Linera quien, para justificar la administración del
Estado burgués sin interferencias en la economía de mercado, propone esperar.
Esperanza en el futuro, inmovilismo en el presente. Se encuentra lejos de entender
la historia como lucha de clases, de la urgencia en encontrar caminos de cambio
de los que tienen la vida empeñada por el capital, o de los que ven los límites
de la civilización y del capitalismo para vivir bien.
La
importancia del libro de García Linera, es así explicitar el pensamiento de una
izquierda estatal, hoy en retirada de los gobiernos latinoamericanos, donde
tanto la búsqueda de formas políticas no centralizadas, como de alternativas al
capitalismo y la lógica mercantil en todo lugar, son canceladas.
García
Linera compara el momento de la adopción de la NEP en Rusia con la resistencia
a la invasión en Bahía de Cochinos, en la revolución cubana; la huelga de PDVSA
y golpe de 2002, en Venezuela y, en Bolivia, con la victoria contra el
"golpe de Estado cívico-prefectural" (de los comités cívicos y
gobiernos departamentales), en septiembre de 2008. En ese momento, cuando aún
la resolución del proceso constituyente boliviano estaba abierta, el MAS de Evo
Morales logra vencer definitivamente lo que había sido una importante
resistencia al nuevo gobierno. Con apoyo social en la Media Luna y llegando a
declarar la autonomía política de facto, la oposición desafiaba el monopolio
estatal con la realización de referendos masivos y ocupación de instituciones.
El MAS retomaba la iniciativa política que incluso una victoria electoral del
67% en un referéndum revocatorio reciente parecía no haber garantizado. Sólo
después de reconocer la autonomía regional en mesas de negociación con la
oposición, permitiendo la revisión del proyecto de constitución en el congreso
nacional, el proceso que se encaminaría hacia la aprobación de la nueva
Constitución y un nuevo ciclo de poder estatal se iniciaba (Schavelzon 2012).
¿Una
NEP en Bolivia?
El
libro de García Linera tiene el sentido claro de intentar justificar el rumbo
tomado por el proceso boliviano, considerado aquí como camino que avanza en la
misma dirección que el de la adopción de la NEP. Como demuestra la inclusión en
el libro de frases textuales de otras intervenciones dedicadas originalmente a
discutir con los críticos del progresismo, la defensa del Estado como espacio
de interrupción no deja de ser una crítica a los que piden más del proceso
boliviano; a los que critican un desvío del rumbo inicial; o consideran el fin
de un proceso de descolonización y cambio. Es para esas críticas que García
Linera responde que hay que esperar, y que para los revolucionarios sólo cabe
la tarea de controlar el poder de la forma más consolidada posible, a cualquier
costo.
La
definición de la permanencia al mando del gobierno como prioridad, que incluso
viene acompañada de una relajación de las tensiones con el poder económico,
sirve para entender también la coyuntura boliviana, con frecuentes
manifestaciones contrarias al gobierno, incluyendo sectores indígenas,
cocaleros, moradores de antiguos bastiones de apoyo, con un retroceso electoral
en el país entero. En este contexto fue aprobada la posibilidad de
"repostulación" de Evo Morales para una nueva reelección, a partir de
una polémica sentencia del Tribunal Constitucional, controlado por el gobierno,
contradiciendo lo establecido expresamente en la Constitución aprobada por el
MAS, y también por la victoria del "No" en un referéndum que
consultaba la posibilidad de que Evo Morales y García Linera disputaran una
nueva reelección. La permanencia en el control del Estado se muestra
prioritaria, a cualquier costo[3] .
En
diferentes intervenciones fuera de Bolivia, García Linera postula una visión
matizada de lo afirmado en este libro, donde la centralización estatal se
complementaría de modo paradójico con formas que democraticen el poder. El
Estado Plurinacional de Bolivia sería ejemplo de ello, con movimientos sociales
en el poder (García Linera 2015)[4] . Pero el efecto del elogio de la adopción
de la NEP en Rusia, y sus consecuencias políticas, permite que discutamos con
un García Linera más honesto. Sin necesidad de referirse por extenso al proceso
boliviano, donde la centralización política tuvo como consecuencia el alejamiento
de los movimientos sociales de la base del MAS de la dinámica del gobierno,
García Linera está libre para destacar lo que realmente ve como política
necesaria en un proceso político: centralización, monopolio estatal de la
acción, y represión de conflicto disidente o fuera de control. Es verdad que en
Bolivia las dinámicas comunitarias y de participación política están vivas.
Pero es contra ellas que la política adoptada por el MAS viene desarrollándose.
Lejos
de destacar la democratización que los bolcheviques impulsaron en la
determinación de los soviets como espacio que debería controlar el poder, vemos
que lo que le interesa a García Linera para pensar la revolución es el Estado,
y la dirección política del proceso dentro del Palacio. En este proceso, las
bases movilizadas dejan de controlar el poder y pasan a ser controladas por él,
al igual que los sectores de poder desplazados, sujetos todos de un poder
trascendente que se postula como universal. En una crítica que también cabe
para los bolcheviques, cuando se postula el control estatal en términos
unificados y monopólicos, difícilmente eso pueda ser conciliado con sujetos
sociales no estatales al mando del proceso político. Esa es la orientación del
proceso que García Linera está discutiendo, independientemente de que cualquier
Estado, y él mismo, declaren que las acciones del gobierno responden a la
voluntad general, a los movimientos sociales, o algunos de sus miembros que se
convierten en cuadros administrativos.
Sin
recursos políticos para intervenir en las fuerzas económicas que se muestran
inalcanzables, que sólo un proceso revolucionario emergente en la sociedad,
además de internacional, podría alterar, para García Linera cabe al
revolucionario apenas mejorar las condiciones de vida de la población a través
de políticas de Estado. En una frase dirigida a los críticos de izquierda,
García Linera dice en el libro "Uno desearía hacer muchas cosas en la
vida, pero la vida nos habilita simplemente a hacer algunas" (2017: 61).
Así, en diálogo con la Revolución Rusa, vemos que el revolucionario ideal de
García Linera deja de ser el agente que se organiza para crear un poder
paralelo, de abajo, y destruir al Estado burgués, para pasar a administrar este
último.
Así,
la Revolución Rusa que García Linera rescata, no es la de los bolcheviques que
niegan colaboración al gobierno provisional progresista o de tendencia
republicana de Kerensky. La identificación con Lenin es en su dimensión
jacobina, de vanguardia de mando, y no de democratización del poder, que se
pone al servicio de la clase trabajadora en la construcción de nuevas
instituciones y en la interrupción del control económico de la burguesía.
Después de la conquista del poder político, así, sólo será posible cosechar los
frutos de lo que una lucha cultural previa hizo posible. No habrá espacio para
la tantas veces evocada "participación", ni para disputas internas
por el destino del proceso político. Una paz controlada que no permite resolver
los antagonismos sociales ni reabrir una disputa por el poder político cuando
sus nuevos ocupantes le dan la espalda al proceso iniciado por los de abajo.
El
verdadero aspecto heroico y romántico de la revolución, para García Linera, se
sitúa en esa fase post-conflicto, o que niega el conflicto, de poca épica y problemas
de gobierno. El intento del libro es reconocer positivamente el curso que el
proceso político tomaría en Rusia y en Bolivia, comenzando con la fusión de los
soviets con el partido y el Estado; para luego avanzar en la prohibición del
conflicto y disidencia interna; y finalmente consolidar una burocracia
autoritaria que terminaría constituyéndose en la propia derrota de la
revolución.
Para
García Linera la toma del poder puede ser violenta o no, justificando la lucha
armada para situaciones donde la definición del control del poder esté aún
abierta en un momento jacobino que lo exija. En algunas situaciones puede
utilizarse la vía electoral, u otras, pero el curso posterior de la revolución
es sí, para García Linera, un proceso que necesita de mano firme y rectora.
Este poder en pocas manos, cada vez más lejano, ocurre en Rusia después de 1921
y en Bolivia después de 2009, aunque estamos hablando de un proceso que respeta
las instituciones anteriores y otro que las demuele y debe pasar por un periodo
de guerra civil. En el momento en que se sitúa el corazón de un proceso, con
centralización y verticalización que se realiza, dice García Linera, como
paradoja, y "contra la revolución" (2017: 52).
La
revolución debe avanzar contra la revolución, la democracia y la
descentralización del poder de soviets de campesinos, soldados y obreros que en
el momento jacobino de ruptura del orden antiguo, se convirtieron en espacios
de democracia directa. En Bolivia, podemos hacer un paralelo con el avance del
proceso de cambio contra la autonomía de las organizaciones indígenas
históricas que propusieron el Estado Plurinacional en la Asamblea
Constituyente, con las que el gobierno del MAS rompe después de 2009. Es
necesario que el Estado imponga orden a escala nacional, dice García Linera,
contra la fragmentación de los trabajadores y el acoso de la contrarrevolución.
La democracia comunitaria, la representación directa de las nacionalidades
indígenas y la descolonización del Estado quedarían como frases decorativas de la
Constitución, con el gobierno del MAS operando para que ellas se mantengan al
margen de las nuevas instituciones, a riesgo de cuestionar la unicidad y
concentración del poder monopólico anhelado.
No
es difícil imaginar el lugar del García Linera en la represión que a partir de
1921 el Estado Soviético orientaría contra opositores de izquierda, soviets
rebeldes, el ejército de campesinos revolucionarios de Ucrania y después de los
propios miembros del partido bolchevique que no se adhieran a la línea dominante.
Aunque no se desencadenó un proceso represivo a gran escala, hubo
criminalización de protestas y de ONGs críticas; intervención gubernamental en
organizaciones sociales; difamación de adversarios en los medios de
comunicación; marcando un camino claro que viene acompañado también del
favorecimiento del "buen clima de negocios", la proximidad a una
nueva burguesía local; y alianza con sectores poderosos de la economía antes
resistentes al nuevo gobierno. Después de un momento inicial con fricciones y
medidas fuertes, el poder gubernamental se consolidaba en manos del partido de
gobierno, con la economía marcando el rumbo mientras el gobierno buscaba
garantizar inversiones estatales, y la libertad para los actores económicos
dominantes.
García
Linera menciona el episodio de Kronstadt, en el que Lenin y Trotsky comandan
una represión violenta contra marineros que eran héroes de la reciente
revolución. Se trata para García Linera de un "producto de la arriesgada
modificación de la correlación de fuerzas al interior del bloque popular"
(90). Esto ocurrió junto con la discusión de la NEP en el congreso del Partido,
cuando también se constataría un giro a respecto de las libertades de expresión
y organización política en el país. García Linera no menciona ese proceso que
acompañó a la adopción de la NEP, pero se entiende como efecto necesario del
afianzamiento del control político vertical, evitando el establecimiento de un
juego de correlación de fuerzas políticas en el interior del bloque popular.
Además
del inicio de la censura a gran escala practicada por los bolcheviques, dejando
atrás el momento en que ellos la sufrían, junto con la NEP se prohibía la
disidencia interna en el partido, aunque no se organice como tendencia o
facción, que ya anteriormente no estaba permitida. Simultáneamente, miles de
mencheviques fueron arrestados, exiliados o tuvieron pena de muerte decretada,
aunque no ejecutada (Fitzpatrick 2005) y los bolcheviques sustituían a miembros
de otras organizaciones en el interior de los soviets (Machajski 2018).
García
Linera define la práctica revolucionaria en base a algunas definiciones como
"referentes universales que van revelando la naturaleza social de un
proceso revolucionario en curso" (2017: 66). Estos referentes son el modo
en que la sociedad se constituye (como clase), se organiza (en la acción
política colectiva, con participación), y se proyecta (como objetivos del
proceso político). Con las clases plebeyas movilizadas, en esta definición,
existen posibilidades de lucha anticapitalista. También se supera la democracia
representativa y, en el plano material de la economía, los objetivos de la
lucha buscan abrir espacios a la lógica del valor de cambio como orden
planetario, a partir del valor de uso, en un régimen de relación entre las personas
y las cosas no mediado por la relación capitalista (2017:66-7).
Ahora
bien, la hermosa definición, radical en la medida en que define una verdadera
revolución a partir de la alteración efectiva del Estado burgués y de la
economía capitalista a partir de un sujeto político de abajo queda suspendida,
por largos períodos, cuando una incidencia política efectiva en esos los planes
se define, por García Linera, como no posible. En ese punto una nueva
definición se impone donde de forma cínica lo que acaba de ser determinado como
rasgos característicos de una revolución, quedan descartados. La tarea del
revolucionario no implica formas democráticas y colectivas, se impone como
gobierno de pocos, aunque se diga en nombre de la clase o el grupo de fusión
de los pobres y plebe subsumida a la acumulación ampliada del capital. En lugar
de eso, una élite jacobina que tampoco alterará la ley del valor creará
condiciones para que el capitalismo se expanda y haga su plaza del espacio
políticamente controlado por anticapitalistas.
Es
en este punto, con un nuevo gobierno que administra el estado y la economía
capitalista, y decreta que el momento del conflicto terminó, cuando aparecen
dos aspectos identificables como esencia del nuevo momento: espera y control.
No siendo posible una revolución socialista, la energía del proceso se apaga o
se vuelve hacia adentro, descuidando justamente lo que los bolcheviques
enseñaron: una revolución realizada donde la teoría no la consideraba posible,
en las posiciones del Lenin en 1917 contra el propio partido. Destacando los
caracteres tácticos y situados de la acción y pensamiento leninista, hoy nos
preguntamos por caminos concretos para una revolución que no pasará
necesariamente por la aceptación de lo existente, ni por la promesa de un
control político que posterga el mundo nuevo lejos y más allá del presente.
Garcia
Linera postula un paralelo entre el Estado, como espacio de lo universal, y el
dinero. En los dos espacios se encuentra un limite que exige entender que el
movimento revolucionário ha cesado. A partir de ahi es contra los interesses de
la revolucion, esto es, de su permanência, modificar impositivamente las leyes
del mercado, y tambien cuestionar la nueva autoridade estatal. De este modo,
junto con el control politico, existe uma apertura economica, con efectos en la
politica internacional, en un processo que podemos ver yendo en la direccion
del entierro de todo posible foco revolucionario, por caminos diferentes a los
que, por exemplo, el Che Guevara siguió a partir de premisas y situaciones
políticas comparables (Sztulwark 2017).
Al
mismo tiempo que la NEP era presentada en el congreso del Partido, y la
represión política avanzaba, la Rusia de los bolcheviques también reabrió
relaciones comerciales con Inglaterra y firmaba acuerdos secretos con Alemania
para albergar fábricas alemanas de armas, prohibidas de funcionar en aquel país
debido al tratado de Versalles (Carr, 2017). Lejos de la época en que los
bolcheviques ordenaron la publicación de los tratados ocultos del zar, el
gobierno soviético gobernaba ahora un país con intereses que podían no ser los
del proceso revolucionario, ni contrarios al objetivo de acabar con el
capitalismo y democratizar el poder. Y eso es exactamente lo que identifica a
García Linera con ese momento.
La
ocasión y el tema del libro sirve a García Linera para generalizar un análisis
que suele aplicar al entendimiento del proceso boliviano: como Marx analizaría
1848 en Europa, las revoluciones en la historia suceden como sucesión de
oleadas. En esta constatación retrospectiva del argumento de García Linera, las
oleadas funcionan como esperanza futura, celebración de las rebeliones del
pasado, pero presente muerto. La revolución es un instante efímero que nos
llena de ilusión, pero que debemos entender como un momento muy diferente del
tiempo del reflujo, cuando el Estado cuidará de la situación y las luchas
necesariamente desaparecen.
García
Linera entiende el estado fluido de la sociedad producto de luchas, pero ellas
se circunscriben a una fase inicial, seguida necesariamente de un momento donde
la forma estatal reglamenta la sociedad por décadas, como estructura de poder
que es producto de esas luchas anteriores. El Estado Soviético, y ya no un
poder soviético contra el Estado, y el Estado Plurinacional, en Bolivia, son
una fortaleza donde antes que cualquier objetivo de la revolución -o de los
principios básicos de la izquierda- la prioridad es garantizar la permanencia
del comando político considerado revolucionario. El Estado Revolucionario es el
pasado de las luchas fortificado y consolidado como autoridad centralizadora y
autónoma de cualquier lealtad con los movimientos de los que es resultado.
Para
García Linera, las revoluciones se "enfrian", "se
solidifican" cuando las luchas se institucionalizan y dejan espacio para
estructuras estatales y económicas "que regirán y regularán la sociedad
bajo la forma de relaciones de poder y dominación durante las siguientes
décadas, hasta un nuevo estallido" (2018: 17). En una conferencia en
Buenos Aires, destinada a refutar la idea de que Bolivia y los gobiernos
progresistas de la región se encontrarían en un fin de ciclo, García Linera
conecta explícitamente los objetivos del gobierno de Bolivia con aquellos que
serían los de los bolcheviques después del "comunismo de guerra",
cuando la burguesía fue derrotada, pero con siete millones de personas muertas
de hambre, dice García LInera. Los objetivos serían "cuidar la economía,
ampliar los procesos de redistribución, aumentar el crecimiento". Lo que
Lenin hizo, según García Linera, fue "priorizar la economía [...]
reestablecer la confianza de los sectores populares, obreros y campesinos, en
su gobierno, a partir de la gestión económica, del desarrollo de la producción
[...] respetando iniciativas autónomas de campesinos, obreros y pequeños
empresarios -incluso empresarios- para garantizar una base económica con
estabilidad y bienestar para la población "(García Linera, 2016).
En
el momento en que el Lenin de García Linera comienza a parecer un líder europeo
de posguerra, un defensor del espíritu emprendedor o un ministro de Bachelet o
Rafael Correa, tal vez sea preciso reflexionar sobre si el paralelismo que
García Linera propone puede ser llevado adelante.
Independientemente
de lo justo de la evaluación de la NEP para Rusia, como medidas necesarias para
la consolidación de la revolución, o que dinamizarían la situación política,
revitalizando un proceso que encontraba una caída en la vitalidad de las nuevas
instituciones y energía de los revolucionarios, lo que estaba en juego en
Bolivia parece es muy diferente. Bolivia pasaría por un proceso de
centralización del mando, cerrando una de las experiencias más avanzadas de
partido-movimiento, donde el "mandar obedeciendo" y la decisión
política en manos de las bases era un elemento fundamental, y fue eliminado.
Este proceso, que García Linera justifica, aunque no puede ser considerado
responsable, como actor secundario en la organización del nuevo poder de
Bolivia, ocurrió en un momento de condiciones económicas excepcionales, con
precios altos de los commodities, estabilidad económica, y el ingreso
estatal más alto de la historia del Estado.
Bolivia
contó con condiciones políticas positivas a partir de 2009, con control
absoluto de los tres poderes de gobierno y oposición perdida y en dispersión.
Se trata de una situación opuesta a las condiciones en que la NEP es decidida,
con dolor para los revolucionarios, en la Rusia de 1921. Además del ciclo
positivo de bonanza económica regional, hubo decisiones políticas en Bolivia
que explican la capacidad de reducir la pobreza y sostener políticas "de
inclusión", pero también de no modificar la distribución del poder
económico, y que propone un modelo de desarrollo que no se diferencia del
adoptado por los países vecinos sin administracion progressista o de izquierda.
García
Linera destaca el ejemplo de la decisión de los bolcheviques en abrir la
explotación de recursos naturales a empresas extranjeras, con condiciones
privilegiadas que las empresas nacionales no tenían. Se trataba de una
necesidad prioritaria, debido a la falta de energía para la industria. Muy
diferente de la situación boliviana, aunque la decisión de los bolcheviques
aparezca en el texto de García Linera con un claro sentido justificador, en la
adopción de un modelo extractivista de tipo neo-colonial, favorecedor de
empresas extranjeras en contradicción del espíritu de octubre de 2003, cuando
las calles de Bolivia abrieron un momento con posibilidades revolucionarias,
oponiéndose a la privatización del gas, y que al inicio del gobierno de Morales
sería respetado en el aumento de impuestos para las empresas extranjeras que
explotaban hidrocarburos en el país, la llamada nacionalización de 2006.
Hasta
qué punto el carácter revolucionario del nuevo Estado ruso, que justificaría la
centralización autoritaria del poder, puede aplicarse al gobierno del MAS, es
una cuestión que nos lleva a la evaluación del proceso ruso, a la teoría de la
revolución no democrática y aprisionadora del García Linera, pero también a la
posible lectura equivocada de procesos políticos puntuales. La decisión de la
NEP, que en Rusia resultó de fuertes presiones venidas desde afuera, y de la
falta de acompañamiento internacional de la Revolución, con el fracaso de la
esperada revolución alemana, en Bolivia consistió en la elección de un camino
político, que en la argumentación del García Linera no aparece como una
elección difícil, sacrificada, de renuncia respecto de los objetivos y metas
anheladas. Esto lleva a pensar que, a diferencia de Rusia, fueron internas al
proceso de cambio, y no externas, las limitaciones políticas y presiones que
resultaron en la interrupción de una posible búsqueda anticapitalista, buscada
en Rusia pero no en Bolivia.
En
Bolivia, un proceso de movilización producto de una construcción de décadas,
derivó en un proceso que, si planteó posibilidades de alcance revolucionario,
estas fueron abortadas desde dentro y no por una derrota frente a fuerzas
externas. La pregunta que se abre en Bolivia, después de más de una década de
gobierno del MAS, es hasta qué punto, de hecho, los cambios en el sistema
político y la incorporación de miembros de organizaciones sociales en la
administración del Estado y el poder institucional constituyen la destitución
del antiguo poder. Más allá del simbolismo de un presidente campesino,
sindicalista e indígena, y de la aprobación de una Constitución que establece
cambios en la concepción del Estado, hasta qué punto hubo una ruptura con la
institucionalidad republicana y liberal anterior.
Por
otra parte, e incluso asumiendo que en un contexto como el boliviano puedan
plantearse problemas semejantes a los de la Revolución Rusa, en los últimos 100
años el pensamiento de izquierda ha cuestionado la idea de progreso, el lugar
del Estado como motor del desarrollo, el modelo económico que un proceso
revolucionario debe impulsar, además de cuestionado las formas políticas
clásicas de lucha y organización, en un intento de adecuarlas a un capitalismo
contemporáneo que no puede ser comparado con el de la Rusia de 1917 o 1921. El
trabajo, el sujeto político, la organización revolucionaria y las formas
institucionales son así rediscutidos. El salto temporal y político de García
Linera, de los bolcheviques a los progresistas de los gobiernos de América del
Sur a comienzos de la década, parece permanecer en el mismo lugar en que la
izquierda pensaba el poder en aquella época, sin entender cómo el mismo
produce, circula, y no aparece forma centralizada como objeto a ser poseído y
controlado por un grupo pequeño de iluminados.
Entre
el realismo pragmático, el izquierdismo y la ilusión
Una
crítica posible a García Linera sería la que se hace de un lugar de principios
y proximidad con el proyecto de la tradición de izquierda, contra un
pragmatismo que Lenin o cualquier otro revolucionario podrían haber ejercido en
determinado momento. Es el lugar que García Linera quería asumir en la
discusión, como buen comunicador del progresismo hoy en retirada: el lugar del
responsable hombre de Estado que sabe hasta qué punto los deseos pueden ser
llevados adelante, y hasta qué punto no. Así, el vicepresidente de Bolivia
reconoce que la revolución exige centralizar las decisiones y sacrificar el
flujo de creatividad del pueblo, como criticó Rosa Luxemburgo, y dice que "no
debemos adecuar la realidad a las ilusiones, sino al contrario; tenemos que
adecuar las ilusiones y las esperanzas a la realidad "(2018:61).
De
hecho, podemos ver al García Linera que se encontraría con Lenin contra las
críticas de Rosa Luxemburgo, por ejemplo, para quien las concesiones de la NEP
para los kulaks, campesinos ricos; o antes, la pérdida de democracia a
la hora de decidir, sin los soviets, la toma del poder, tendrían un costo
demasiado alto, con consecuencias futuras desastrosas, incluso en términos de
alcance de la revolución. Aceptando el lugar de lo imposible, podemos preferir
una lectura de la revolución rusa que demuestre cómo la historia y lo posible
fue desafiado, asaltando el cielo. Todo el poder para los soviets, y la
posibilidad de crear un Estado proletario tiene todavía un poder desafiante y
revolucionario que mostró cambios materiales y capacidad para crear un mundo
nuevo, transformando estructuras que parecían fijas para siempre y
contribuyendo a marcar el pulso de la energía revolucionaria en todo el mundo.
En
el contexto de un libro que rinde homenaje a los 100 años de la Revolución
Rusa, de este modo, podemos pensar como bastante fuera de lugar el esfuerzo de
García Linera en llevar la idea de revolución justamente al lugar donde se
apaga. Si recordamos 1917, porque difícilmente vamos a encontrar muchos
homenajes a la NEP en 2021, no es por la mesura, espera y capacidad de control
social de los bolcheviques que la revolución rusa es evocada. La desesperación
de Lenin en las cartas al partido para organizar de forma urgente la
insurrección, o incluso las críticas al final de su vida, dirigidas a la
burocracia y el monstruo que iba mostrando sus formas, muestran una idea
contraria de desmesura y poder subjetivo para contribuir en el alineamiento de
una crisis y movilización en una revolución.
Recordamos
a los bolcheviques por haber sido locos, en una apuesta sin precedentes, que la
teoría indicaba como imposible, y que a pesar de ello funcionó. Los
bolcheviques fueron inventivos, osados, conectando con la autoorganización y
disponibilidad para la lucha de los de abajo, pero también avanzando en un
salto hacia el vacío. Saltaron en un lugar que antes de ellos no existía. La
NEP fue volver a lo conocido de las relaciones capitalistas de comercio,
incentivo a la producción, propiedad y libre mercado.
Lo
que es realmente admirable es cómo Lenin entendió el movimiento de las fuerzas
políticas defendiendo con determinación una posición opuesta a la línea del
propio partido, y que abrió un tiempo nuevo donde no parecía que fuera posible.
Es ese el núcleo de la revolución, que en Bolivia probablemente se aproxime más
a la fuerza campesina y obrera en un devenir indígena que se propuso
descolonizar a las instituciones y pensar formas distribuidas de poder estatal,
en una apuesta para formas territoriales, reciprocas y comunitarias más allá
del Estado y conectada con vestigios que permiten discutir con otras
alternativas a la civilización occidental.
La
NEP puede haber sido una buena decisión de gobierno, o no. Y puede haber sido
una buena decisión de gobierno que, sin embargo, no fue un buen movimiento para
continuar la revolución y expandirla. Pero buenas decisiones de gobierno
tenemos en todos los países y en todas las épocas... estadistas y buenos
estrategas tenemos de cualquier lado del espectro ideológico. No es eso lo que
hace de la revolución rusa una experiencia útil para pensar cualquier
revolución o proceso de cambio. No necesitamos de Lenin ni de García Linera
para pensar el problema de la dificultad de llevar programas a su ejecución, o
de la izquierda que pasa a gobernar de la misma forma que antes combatía, con
objetivos a corto plazo y dejando para más adelante los objetivos de
transformación.
El
MAS, junto con la oposición política ligada al poder tradicional y empresario,
se ocuparon de fortalecer y restaurar el poder republicano de Bolivia con un
pensamiento que priorizaba la búsqueda de estabilidad política, consolidación
del poder de mando, y libre espacio para expansión capitalista, encontrándose
con formas políticas que antes otros caudillos o gobernantes nacionalistas
intentaron. En el caso de las mujeres, se trata de una crítica pertinente al
pragmatismo que encierra búsquedas políticas más radicales y exigentes, que
eran presentadas como izquierdistas, infantiles aliadas al imperialismo por
García Linera y otros constructores del relato progresista, mientras que el
poder político se alía al poder económico tradicional.
Pero
lejos de la crítica al pragmatismo gubernamental tenemos otra crítica también
posible, que muestra hasta qué punto la lectura de García Linera es
conservadora.
A
contramano de la organización que el propio García Linera hace de la discusión
política, contra los revolucionarios de café, podemos ver en el libro un alto
grado de retórica revolucionaria mistificadora e idealista, ajena a las fuerzas
materiales que de hecho orientan el proceso boliviano. García Linera mantiene
un tono lírico en su evocación de la revolución, y de la NEP, como momento de
avance y consolidación revolucionario. En ese punto su perspectiva contrasta
con la forma en que los propios bolcheviques se refirieron al nuevo plan
económico. Tanto Lenin como Trotsky (2008) la presentaron como única
alternativa, obligados por condiciones muy desfavorables. En una lectura no
romántica pero realista del proceso boliviano, urge apartarnos de la ilusión de
que la llegada al Estado de un gobierno "progresista" pueda ser
sugerida como revolución homologable con la Revolución Rusa, cuyas fases y
disputas puedan ser pensadas en términos de efectivo asalto al poder y victoria
en el campo de la hegemonía.
El
desencanto frente a las dificultades reales para efectuar cambios estructurales
en los distintos gobiernos del progresismo latinoamericano contrasta, en García
Linera y tantos otros, con la difusión de visiones totalmente fantasiosas y
mistificadoras sobre lo que se habría tratado de una auténtica revolución en la
región. García Linera, como buena parte de la base de clase media
intelectualizada del lulismo, del kirchnerismo, del correismo, son de hecho
generadores de una fundamentación con lenguaje de izquierda revolucionaria o
progresista, nacional popular o ciudadanista, congelada en su narrativa en la
época de oposición al neoliberalismo contra gobiernos de la década de los '90,
como si al final del ciclo hablaran aún al comienzo del mismo, sin haber
cambiado el lugar de habla después de haber sido gobierno por más de una
década. Es en este campo político donde tiene sentido la visión de la
Revolución Rusa concentrada en la apertura hacia las relaciones capitalistas,
el retroceso, la espera y el control político de los focos de conflicto y lucha
política autónoma.
La
retórica cargada, de poder indígena, soberanía nacional y antiimperialista, de
una revolución concreta en Bolivia en la reducción de la pobreza, expansión del
consumo y políticas de transferencia de renta para sectores populares, con una
nueva clase media que se vuelve principal sujeto político del nuevo país, se
traduce en el campo político polarizado con una derecha liberal o conservadora,
pero que, en lo referente al modelo económico, no presenta una impugnación o
divergencia. Además de la falta de horizonte socialista o comunitario, una
disputa limitada al plano de una esfera política de discursos y símbolos,
entendida como autónoma, difícilmente tiene algo que ver con el proceso
revolucionario ruso.
El
idealismo romántico de García Linera es el de tachar de gobierno revolucionario
un proceso que se siente en el derecho de cerrar alianzas con los enemigos de
las clases subalternas, los poderes económicos tradicionales, cuya proximidad
se constata en el proceso boliviano después de clausurado el conflicto por la
aprobación de la constitución. Entre mistificación, propaganda, y defensa de
privilegios; cinismo e ilusión; el interés y la falta de autocrítica, todo
poder estatal que se imponga como mediación que posterga el momento de la
implementación de los cambios, debe ser cuestionado como distante de la
revolución y no símbolo que se presenta en el lugar de la revolución, ocupando
como poder estatal el lugar imaginario de aquella, contra el fascismo, el
neoliberalismo, el colonialismo o cualquier otro antagonismo discursivo que el
marketing político encuentre apropiado.
A
falta de revolución, tenemos entonces una teoría de la revolución sin
revolución. En la imagen de García Linera, pretender alcanzar el socialismo a
partir del Estado, como en el "comunismo de guerra", sería como andar
con una linterna en la noche oscura. El control estatal sólo funcionará donde
conseguimos iluminar, mas alla se impondrá el mercado (2018:86). La impotencia
reconocida en esta afirmación, y coincidente con una atribución del Estado en
las sociedades periféricas apenas aparente y débil, contrasta con el postulado
de la necesidad de un poder político férreo, pero sólo para dejar la economía
actuar libremente regida por la inevitable lógica de valoración capitalista.
Asumiendo que el papel estatal se desarrolla de forma más eficiente como
administración del capitalismo, García Linera pretende así hacer de la fuerza
del capitalismo una virtud de los revolucionarios.
Nos
preguntamos por los efectos subjetivos, y de neutralización de energías
revolucionarias de ese tipo de visión política. El efecto de pensar la política
con el espíritu de la NEP, parece resultar en pasividad, en atribuirse a sí
mismo un papel de dirección y control estatal, más acorde con fuerzas políticas
que en lugar de militantes revolucionarios se dirigen a votantes de clase media
(nueva o vieja) en mensajes televisivos que sustituyen lo que en otro momento
fue un proceso político llevado adelante por la movilización. De las calles, a
la Asamblea Constituyente con movilizaciones y finalmente al Estado, nos
preguntamos hasta qué punto la espera de las oleadas futuras de la revolución
no se constituye en un muro que evita y obstaculiza la emergencia de
experiencias que puedan encontrar siempre otros caminos.
La
posición de García Linera, no parece distante de la de quien se atribuye el
papel de coordinar la revolución de otros, lugar conocido en la organización
del poder de las repúblicas coloniales. Se trata de una élite política que se
siente en el derecho, o en la responsabilidad, de asumir ese papel. Un
jacobinismo de mando que, sin capacidad de conducir un proceso de
transformaciones, gestiona y arbitra el poder repartido entre sectores viejos y
nuevos de la burguesía (Prada 2013). No es extraño que junto con ese
aislamiento de los procesos que dieron origen al nuevo momento estatal, se
coloque la culpa en la pasividad de los de abajo, que no tendrían preparación o
capacidad para ejercer un autogobierno, justificando el lugar de la nueva casta
burocrática, conductores de un proceso que se sostiene con propaganda e
imaginario revolucionario, pero que congela el conflicto social en un presente
eterno de control y resignación.
Un
Lenin para una revolucion comunitária?
Slavoj
Žižek menciona una desconocida preocupacion mantenida por Lenin, que permite
llamar la antencion sobre las posibilidades comunitárias del processo
boliviano, descuidadas mientras el sueño desarrollista y la clausura estatal
impedia al processo politico avanzar en la direccion buscada por las fuerzas
politicas fundamentales en la fase previa a la llegada de Evo Morales. En los
términos del analisis de Garcia Linera, se podria decir que el lugar adquirido
no solo por los indígenas, sino también por sus formas de justicia, democracia
y economía, obtuvieron una victoria cultural, pero fueron sepultadas despues
del punto de bifurcacion en que la consolidacion del poder estatal jacobino
tomo uma via que los negaba, que trabajo en pos de su neutralizacion, como hizo
siempre el poder politico en Bolivia.
En
un texto sobre Lenin, Žižek interpreta el lugar del revolucionário ruso en un
gesto de "excision sectária" recuperando el lugar de los bolcheviques
para pensar, en los tiempos actuales, uma necesaria fuga de Europa, de su
legado y su cuerpo decadente. Este seria el lugar donde el gesto leninistas
podria ser recuperado, dice Žižek, pensando una necesaria ruptura con la
modernizacion econômica y en los sagrados fetiches liberales y democráticos,
donde nada deberia ser intocable (ni en las relaciones econômicas de mercado,
agreguemos), en un posible nuevo comienzo. Y cita una historia referida al
mismo momento en que Lenin defendia la NEP, y concretaba la clausura
centralizadora y represora de la disidencia en Rusia (2010:97).
En
el verano de 1921, relata Žižek, Lenin convoca a la formación de un grupo para
discutir el fortalecimiento del vinculo entre los campesinos y el gobierno
soviético. Proponian entregar tierras a antiguas sectas cristianas
"protocomunistas", que en aquella época contaban entre tres y cuatro
millones de miembros. El 5 de octubre, una proclama fue dirigida a la Secta de
lo Viejos Creyentes (perseguidos por el régimen zarista desde el siglo XVII)
invitándolos a instalarse en las tierras abandonadas y vivir alli de acuerdo a
sus costumbres. Citaba una frase de los Apóstoles: "Ninguno debería decir
que lo que posee le pertenece solamente a él, y debería mantenerse en común
[...]".
El
objetivo de Lenin no solo es practico, de producir mas alimentos; pretendía
también explotar las potencias comunistas de las formas pre-capitalistas de
propiedad común (que ya Marx, en la correspondencia con Vera Zassulitch,
señalaba como la base potencial para la produccion comunista). De hecho, la
Secta de lo Viejos Creyentes fundaría una hacienda estatal (sovkhoz)
cerca de Moscu, cuya actividad fue acompañada muy de cerca por el propio Lenin.
Žižek concluye el comentario considerando que la izquierda debería mostrar esa
misma apertura actualmente, incluso en relacion con los fundamentalistas más
"sectários"[5] .
Es
probable que, si en algun lugar de occidente recientemente el proceso político
abrió posibilidades para pensar comunidades ancestrales como posibilidad del
presente, ese lugar fue Bolivia, a partir del trabajo de las organizaciones
indígenas que se movilizaron abriendo un ciclo político, con presencia crucial
en la Asamblea Constituyente, proponiendo conceptos de ruptura, y en 2008-2009
apartándose definitivamente del MAS. La vigencia de las relaciones comunitarias
en el país andino, presentes en las grandes ciudades, en los sindicatos del
campo, en la tradición política del indianismo katarista, es una presencia
continua en la política boliviana.
Nada
de eso le es ajeno a García Linera. Muy por el contrario. Fue justamente en la
lucha política de ayllus y comunidades donde García Linera se formo
políticamente sumándose al proceso político en los años '80. Estudió el interés
de Marx en las formaciones comunistas (en las cartas con Vera Zassulitch y los
Cuadernos Kovalevsky), y dedicanto a eso varios trabajos, incluyendo su libro
de más aliento, escrito cuando estaba preso por participar del Ejercito
Guerrillero Tupaq Katari[6] .
En
el libro Forma Valor y Forma Comunidad desarrolla un punto retomado en
el texto sobre la Revolucion Rusa. Es en el plano de la Ley del Valor donde una
revolución se mide. Justamente esa dificultad es la que lleva al planteamiento
de que es el Estado donde se espera, entre las oleadas revolucionarias
que van y vienen. Pero en ese libro aun leemos una critica a los manuales
marxistas presentan como necesaria la modernizacion "progresivista"
contraria a la comunidad. Destaca, además, las "potencialidades
contemporáneas de estas formas de sociedad comunal para que se conviertan en
"punto de partida" y fuerza directa para la supresión del sistema capitalista
mundial y la reconstrucción nueva y superior de la comunidad primaria ancestral
convertida ahora en una de caracter universal" (2009:239). Pero eso debe
ser reconsiderado como mera literatura panfletaria, si atendemos que García
Lienra de hoy considera que el horizonte comunitario y de la autonomía
consistía apenas un programa para el tiempo de resistencia y luta por el poder,
no para su efectuación en la construcción de una sociedad nueva.
En
lugar de eso, Garcia Linera lee la revolución posible de hoy como un proceso
estatal y nacional desarrollista, enfocado en la clase media. O mejor dicho,
considera más bien que eso es lo que queda, mientras una nueva oleada de
movilización planetaria no aparezca. Nos preguntamos si este destino, que es el
de la sociedad capitalista industrial, no puede ser cuestionado a cien años de
la Revolucion Rusa. Rosa Luxemburgo y toda una tradición de marxismo
autonomista o critico cuestionaron la falta de democracia del régimen soviético
y el alejamiento del horizonte socialista. Bukharin seria derrotado en un
importante debate donde Lenin, Trotsky y Preobajenski se impondrían con un
modelo de industrialización acelerada, que después implementaría Stalin,
llevando la centralización, burocratización y autoritarismo a extremo. En esos
debates, el poder del colectivo y del soviet proletario, base de la Revolucion
aparecia asociado a la tradición comunitaria rural, que el sesgo de un
marxismo-leninismo de corte moderno y jacobino negaría.
Coincidiendo
con Garcia Linera en la idea de la revolución y del Estado como fuerzas que no
se encuentran e incluso se repelen; el desafio de hoy tal vez sea pensar contra
Garcia Linera, por un camino político donde lo que hacemos políticamente no sea
tan distante de lo que deseamos y entendemos como objetivo para avanzar en la
construcción de una nueva sociedad y vuda mejor. En esa direccion hoy resulta
difícil pensar un proceso que proponga una idea de poder concentrado en lugar
de distribuido; control social y no estatal; desarticulación o desconexión en
lugar de administración del sistema. Contra la estabilización con políticas
publicas en un cementerio estatal de las luchas, reencontrar, estimular y estar
abierto a visualizar las oleadas en lugar de esperar por ellas o impedirlas
cuando vienen contra un poder que antes las surfeó, y ahora se escapa de ellas.
En la lectura de la Revolución Rusa, también, evidentemente la centralización y
apertura no llevó a nuevas oleadas de movilización que permitieran superar lo
alcanzado inicialmente. Cuando aparecieron, el poder estatal se volvió contra
ellas, sin poder evitar un inexorable colapso.
ANÁLISIS DE
GHOST RECON WILDLANDS: AÑO 2 – BOLIVIA NUNCA MORIRÁ
Un año
después del lanzamiento de Ghost Recon Wildlands, Ubisoft nos ofrece nuevo
material para que podamos seguir sintiendo toda la acción, incluso después de
la caída de Santa Blanca.
Alfa Beta
Juega de España (www.alfabetajuega.com)
Hace
un año nos enfrentamos al cartel de Santa
Blanca, organización criminal que había tomado Bolivia para convertir en
realidad el deseo de un narcotraficante apodado El Sueño. Una nación dedicada a
la producción de esta droga y un imperio del crimen con sus propias fronteras.
Por suerte, el equipo de Ghosts estaban
ahí para introducirse y enfrentarse a este enemigo. Pero la caída del líder no
supuso el fin de esta aventura en Ubisoft.
Ghost Recon Wildlands estrena su segundo año de
contenido que demuestra un compromiso por parte de Ubisoft para mantener este
juego vivo y que promete mucha más emoción. En especial para los amantes de Ghost War, el modo PVP como una nueva misión y más mapas
para ampliar esta experiencia. Un total de 4 actualizaciones compondrán esta
nueva ruta pensada por el estudio francés y que se distribuirán a través de
cuatro “operaciones especiales” que se estrenarán a lo largo de este 2018.
¿Preparado para volver a Bolivia?
Todavía
huele a pólvora y nuestros fusiles están
echando humo. Ghost Recon Wildlands no nos abandonó en Bolivia tras acabar con
el cartel de Santa Blanca. Ya en el primer año de vida de este juego, Ubisoft
nos ofreció por un lado Narco Road
y Fallen Ghosts, dos DLC que ampliaron esta aventura.
También llegó a nosotros el modo PVP Ghost War en donde pudimos enfrentarnos a
otros usuarios en interesantes partidas online donde debíamos mostrar todo lo
que habíamos aprendido en solitario (a lo sumo en el sistema cooperativo).
Ahora,
comienza el año 2 de Ghost Recon Wildlands en donde Ubisoft nos traerá 4 actualizaciones llamadas “operaciones espaciales”. La primera de
ellas ya está aquí y en ella encontramos importantes novedades. La primera de
ellas, un nuevo modo que aterriza en el PVP. Su nombre es ‘Sabotaje’ y en donde tocará demostrar
que somos unos excelentes tiradores.
En
‘Sabotaje’ los jugadores se dividirán en dos equipos y se irán turnando para
asumir el papel de defensores y
de atacantes. Por un lado, uno
de estos grupos tendrá que intentar hacerse con uno de los equipos de radio que
posee el rival, como ya podrás imaginar, éste tendrá que evitar que el
contrincante tenga éxito. ¿En
que se traduce esto? Pues en intensos tiroteos donde vas a demostrar hasta qué
nivel llegan tus competencias como especialista de estas operaciones
especiales. ¿La clave? Asegurarse de un equipo bastante nivelado en donde, de
nuevo, el francotirador no puede faltar.
También
al modo Ghost War llega una nueva clase, Echelon. Este nuevo tipo de personaje forma parte la categoría de
‘Asalto’ y gracias a sus gafas
especiales es capaz de revelar la presencia de enemigos en las inmediaciones
durante un breve periodo de tiempo. Una gran
ayuda para este nuevo modo de juego ya que tanto a la hora de defender,
si estamos aprovechando una cobertura, será posible saber si alguien se está
acercando y prepararle una pequeña trampa.
Por
el contrario, Echelon también servirá a la hora de atacar en ‘Sabotaje’ puesto
que antes de acercarnos al punto a capturar, podremos saber si algún rival nos está esperando sigilosamente
para acabar con nuestra incursión. La traba en este sentido es que la
efectividad de este sónar será
menor si nos movemos. De manera que procura esconderte mientras lo utilizas o
te convertirás en un blanco fácil, olvídate de utilizarla en espacios abiertos
donde serás carne de francotirador.
Pero
este no será el único contenido que llegue a Ghost War. Los usuarios del modo
PVP también recibirán cinco nuevos mapas: Biblioteca, Base de la
Unidad, Nudo ferroviario,
Rocha y Mina de zinc. Nuevos escenarios bastante equilibrados en donde
encontraremos zonas donde desarrollar toda
la habilidad de la clase a la que pertenezca nuestro personaje. Aunque quizás,
en Rocha, clases como el francotirador tendrán menos efectividad al no haber
lugares tan elevados como para controlar desde la mira aquello que sucede
frente a nosotros.
Ubisoft
también ha pensado en los jugadores que prefieren enfrentarse a Ghost Recon
Wildlands de forma solitaria. Por ello, esta primera actualización también
incluye novedades para la campaña.
Entre ellos los desafíos especiales de
Splinter Cell en el que podremos completar distintos desafíos que nos ofrecerán recompensas
como las gafas de visión nocturnas que tan famosa hizo a esta saga o un parche
especial para personalizar a nuestros personajes.
Pero
la presencia de la saga Splinter Cell en Ghost Recon Wildlands no se reducirá a
esta primera “operación especial”. Tras completar estos desafíos, veremos una pequeña pista sobre cómo podrían
continuar las cosas en este videojuego en la siguiente actualización de este videojuego.
Por
último, Ghost Recon Wildlands nos permitirá, gracias a esta primera “operación
especial”, personalizar al equipo que nos acompaña en este modo. Eso sí, esta
customización se centrará en el terreno físico (sin incluirse el género) y no
podremos cambiar sus armas y el aspecto de las mismas. Eso sí, será posible de cierta unidad en el estilo de los
integrantes de nuestro equipo de soldados especiales.
En
definitiva, Ghost Recon Wildlands arranca su Año 2 con importante material que tiene en cuenta a los jugadores
que juegan solos y a los que optan por lanzarse al modo competitivo PVP. Es
cierto que este último sistema se lleva el grueso de esta primera
actualización, pero no se puede descartar que la próxima de estas “operaciones
especiales” pueda ampliar el modo en solitario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario